LA PALABRA DE FE QUE PREDICAMOS Parte II
Por John Piper | Tópico: Historia de la Redención
Serie: Romanos: La Carta más Grandiosa Jamás Escrita
Romanos 10:5–13
"Porque Moisés escribe que el hombre que practica la justicia que es de la ley, vivirá por ella. 6 Pero la justicia que es de la fe, dice así: No digas en tu corazón: “¿Quien subirá al cielo?” (esto es, para hacer bajar a Cristo), 7 o “¿Quién descenderá al abismo?” (esto es, para subir a Cristo de entre los muertos). 8 Mas, ¿qué dice? Cerca de ti esta la palabra, en tu boca y en tu corazón, es decir, la palabra de fe que predicamos: 9 que si confiesas con tu boca a Jesúspor Señor, y crees en tu corazón que Dios le resucitó de entre los muertos, serás salvo; 10 porque con el corazón se cree para justicia, y con la boca se confiesa para salvación. 11 Pues la Escritura dice: Todo el que cree en El no será avergonzado. 12 Porque no hay distinción entre judío y griego, pues el mismo Señor es Señor de todos, abundando en riquezas para todos los que le invocan; 13 porque: Todo aquel que invoque el nombre del Señor será salvo."
En esta mañana seríamos infieles a este texto en los versículos 9-13 si no lo predicamos y lo escuchamos teniendo en cuenta que es asombrosamente expansivo, incluyente, bondadoso, libre, abundante y fascinante. Dentro de unos minutos nos enfocaremos en tres verdades en estos versículos que nos instan a alcanzar el superabundante, misericordioso y generoso corazón de Dios.
Podemos expresar estas tres verdades con tres palabras: invocar, todos y riquezas. Y si usted desea que esta tercera rime, entonces utilice «bendecidos». Las tres verdades son:
1. Venir a Cristo para salvación, que es simplemente creer en Cristo y está expresado en la frase “invoque el nombre del Señor” o confiese al Señor.
2. Dios nos invita a «todos» a invocarlo, no importa de que cultura, religión o raza seamos, de esta manera podemos venir a él.
3. Y cuando alguien venga a él, encontrará todas la “riquezas” de Dios. Es decir, Dios bendice a los que le invocamos, con todas las riquezas que él es para nosotros en Cristo Jesús.
Ahora veremos estas tres verdades. Pero primero asegurémonos de estar alineados con el pensamiento del apóstol Pablo, de modo que hagamos el énfasis adecuado mediante el Espíritu Santo.
Repasemos Lo Que Hemos Aprendido En Romanos 9 y 10 Hasta El Momento
Romanos 9:1-23 nos explica magistralmente por qué tan pocos en Israel son salvos ¿Por qué hay tan pocos israelitas naturales incluidos en el verdadero Israel espiritual? Respuesta: porque el propósito de Dios con respecto a la elección, sin importar la identidad étnica o las obras que hagamos (9:11-12), decide en última instancia quienes son las vasijas de misericordia. “Porque no todos los descendientes de Israel son Israel; 8 Esto es, no son los hijos de la carne los que son hijos de Dios, sino que los hijos de la promesa son considerados como descendientes” (Romanos 9:6, 8).
La libertad de elección de Dios permite que los gentiles puedan pertenecer al verdadero Israel. Pablo va directo hacia esta posibilidad en Romanos 9:24-29, y dice que los gentiles están incluidos en el verdadero Israel de Dios. El versículo 24 dice: “Nosotros, a quienes también llamó, no sólo de entre los judíos, sino también de entre los gentiles”. Esta asombrosa verdad es la preocupación de Pablo durante el resto del capítulo nueve y el diez: ¿Por qué hay tantos judíos que no están incluidos en el verdadero Israel mientras muchos gentiles sí lo están?
Esta vez su respuesta no es la elección (como en el 9:1-23). Esta vez la respuesta es la justificación por fe. Los gentiles están viendo y recibiendo con gozo esta justificación, pero Israel está tropezando porque todavía abraza la justificación por obediencia a los mandamientos y no por la fe en el Mesías.
Hagamos una pausa para sentir el asombro y el gozo que sintieron aquellos gentiles del primer siglo cuando escucharon las noticias de que por fe podrían ser justificados, ser parte del pueblo del pacto y heredar todas las promesas del Dios de Israel ¡Habían sido excluidos por tanto tiempo! No eran gentiles solo étnicamente sino que eran inmundos e incircuncisos, “excluidos de la ciudadanía de Israel, extraños a los pactos de la promesa, sin tener esperanza, y sin Dios en el mundo” (Efesios 2:12b). Escuche lo que sucede, según Hechos 13: 46-48, cuando Pablo les predica la gracia en Antioquía de Pisidia.
Entonces Pablo y Bernabé hablaron con valor y dijeron: "Era necesario que la palabra de Dios os fuera predicada primeramente a vosotros; mas ya que la rechazáis y no os juzgáis dignos de la vida eterna, he aquí, nos volvemos a los gentiles. Porque así nos lo ha mandado el Señor. 'Te he puesto como luz para los gentiles, a fin de que lleves la salvación hasta los confines de la tierra'."
El Fundamento De La Entrada Al Verdadero Israel
Desde Romanos 9:30 hasta el 10:8 Pablo explica tres veces por qué los gentiles estaban entrando en el verdadero Israel y los judíos se alejaban cada vez más. En cada ocasión se aborda a la justificación por obras confrontándola con la justificación por la fe. Observe cada explicación de Pablo. Esto debiera hacernos saltar de gozo, al ver claramente cuál es el fundamento de nuestra entrada a la familia de Dios.
Primero, Romanos 9:30-32: “¿Qué diremos entonces? Que los gentiles, que no iban tras la justicia, alcanzaron justicia, es decir, la justicia que es por fe; pero Israel, que iba tras una ley de justicia, no alcanzó esa ley. ¿Por qué? Porque no iban tras ella por fe, sino como por obras. Tropezaron en la piedra de tropiezo”. La problemática es: ¿cuál justicia cree usted que cuente a la hora de entrar en la familia de Dios?
Segundo, Pablo repite la explicación en Romanos 10:3-4: “Pues desconociendo la justicia de Dios y procurando establecer la suya propia, no se sometieron a la justicia de Dios. Porque Cristo es el fin de la ley para justicia a todo aquel que cree”.
Tercero, y vuelve a explicárnoslo en Romanos 10:5-8, el texto que vimos la semana pasada. No lo analizaremos de nuevo, pero observe estas dos frases. El versículo 5: “Porque Moisés escribe que el hombre que practica la justicia que es de la ley, vivirá por ella”. Y luego, Pablo hace un contraste con el versículo 6: “Pero la justicia que es de la fe, dice así: No digas en tu corazón: “¿Quien subirá al cielo?” (esto es, para hacer bajar a Cristo)”. Este es el tema en conflicto: la justicia de la ley o la justicia de la fe.
Entonces, ¿por qué hay tantos israelitas que no pertenecen al verdadero Israel espiritual y sin embargo, hay tantos gentiles que sí? La primera respuesta de Pablo en Romanos 9:1-23 hace referencia al propósito de Dios con respecto a la elección. Y la segunda respuesta de Pablo explica que Israel, en general, rechazó a Cristo como su justicia mientras muchos gentiles abrazaron la justicia de Cristo mediante la fe.
¡Los Gentiles Están Incluidos!
Entonces ocurre algo sorprendente, ¡mientras nos adentramos en los versículos 9-13, Pablo hace un gigantesco énfasis diciendo que los gentiles están incluidos! ¡Los gentiles están incluidos por gracia, a través de la fe en Cristo! Esta es la idea que predomina a medida que profundizamos en estos versículos. Y para persuadirnos y fortalecer y afirmar su causa, Pablo cita dos textos más del Antiguo Testamento, Isaías 28:16 en el versículo 11 y Joel 2:32 en el versículo 13.
Estos textos del Antiguo Testamento son tan relevantes porque incluyen los tres puntos a los que hice referencia al principio; muestran el corazón de Dios, superabundante, misericordioso y generoso. Recuerde esas tres palabras: invocar, todos y riquezas (o mejor, bendecidos).
1. Venir a Cristo para salvación, que es simplemente creer en Cristo y está expresado en la frase “invoque el nombre del Señor” o confiese al Señor.
2. Dios nos invita a «todos» a invocarlo, no importa de que cultura, religión o raza seamos, de esta manera podemos venir a él.
3. Y cuando alguien venga a él, encontrará todas la “riquezas” de Dios. Es decir, Dios bendice a los que le invocamos, con todas las riquezas que él es para nosotros en Cristo Jesús.
Invocar al Señor
Primero veamos el Nº1 –creer en Cristo expresado en la frase «invoque el nombre del Señor» o «confiese al Señor». Pablo desarrolla el primer tema en los versículos 9-10: “Que si confiesas con tu boca a Jesús por Señor, y crees en tu corazón que Dios le resucitó de entre los muertos, serás salvo; porque con el corazón se cree para justicia, y con la boca se confiesa para salvación”. Pablo menciona: el corazón y la boca, en estos dos versículos porque que vio dos verdades en Deuteronomio 30:14, texto que cita en el versículo 8: “Mas, ¿qué dice? [la justicia que es por la fe] Cerca de ti esta la palabra, en tu boca y en tu corazón, es decir, la palabra de fe que predicamos”.
Recuerde lo que vimos la semana pasada, Pablo ve que los versículos citados señalaban hacia Cristo. Él puso a Cristo en lugar del mandamiento porque creyó que el mandamiento señalaba a Cristo, el perfecto Guardador de los mandamientos. Ahora, él dice en el versículo 8 que esta palabra de Cristo (esta realidad de Cristo) está en nuestra boca y en nuestro corazón. ¿Qué quiso decir? Podemos ver el pensamiento de Pablo en el versículo 10: ¿qué hace nuestro corazón con Cristo? Le cree ¿Y qué hace nuestra boca con Cristo? Lo confiesa. Para eso es nuestro corazón y nuestra boca. El corazón cree, y la boca confiesa lo que el corazón cree, “es decir, la palabra de fe que predicamos” (v.8).
Entonces Pablo hace la gran conclusión en el versículo 9- un texto precioso del evangelio que todos amamos mucho: “Que si confiesas con tu boca a Jesús por Señor, y crees en tu corazón que Dios le resucitó de entre los muertos, serás salvo” ¿Cómo pueden los gentiles entrar en la familia de Dios? Creyendo en su corazón lo que es cierto acerca de Cristo, y confesando con su boca lo que el corazón cree, no importan las distinciones étnicas, ni culturales ni las obras de la ley.
Ahora tenga cuidado aquí: la boca no está en conflicto con el corazón. Y el corazón no se queda atrás cuando la boca habla. Pablo no quiso decir: «crea simplemente que Dios levantó a Jesús de entre los muertos y no tiene que confesar que él es el Señor»; y tampoco quiso decir: si confiesa que Jesús es el Señor ya no tiene que creerlo en su corazón. No, ¡la boca confiesa lo que el corazón cree, y desde el principio el corazón cree que Dios levantó a Jesús de entre los muertos, que Jesús es el Señor! La resurrección es la vindicación de Dios a todo lo que Jesús consumó en su vida y en su muerte. Jesús consumó el triunfo sobre nuestra culpa, sobre nuestra condenación, sobre nuestra muerte, sobre Satanás y sobre el infierno. Y ahora, como el conquistador levantado sobre todos sus enemigos, Dios le dio un nombre que es sobre todo nombre: Señor.
Compréndalo. Porque, aunque había muchos señores y muchos dioses (1ra a los Corintios 8:5), Jesús no era un Señor en medio de muchos. “Señor” (kurios) fue la palabra que el Antiguo Testamento griego utilizó para traducir el nombre personal de Dios, Yahvé (Jehová). Y, más importante aún, en el versículo 13 Pablo escribe Jesús precisamente donde decía Jehová en Joel 2:32: porque: “Todo aquel que invoque el nombre del Señor será salvo”. Es asombroso que ser cristiano signifique confesar que Jesús es Dios -no un dios. Jesús es Señor -el Señor. No un señor. Es lo que un cristiano cree.
Pablo, en los versículos 11-13, no deja de hablar del corazón y de la boca. Es decir, él habla, en el versículo 11, acerca de lo que hace el corazón y, en los versículos 12-13, de lo que hace la boca. En el versículo 11 el corazón cree: “Todo el que cree en El no será avergonzado”. Y en los versículos 12-13 la boca confiesa: “Porque no hay distinción entre judío y griego, pues el mismo Señor es Señor de todos, abundando en riquezas para todos los que le invocan; porque: Todo aquel que invoque el nombre del Señor será salvo”.
Entonces podemos resumir esta primera verdad («invocar al Señor») de la siguiente manera: Venir a Dios para salvación significa creer en Cristo en nuestro corazón por todo lo que ha hecho por nosotros, y luego expresar esta fe con nuestra boca confesándolo y llamándolo Señor.
Dios Invita a Todos
Segundo, después de la palabra “invocar”, vimos la palabra “todos”. Los gentiles estamos incluidos en el verdadero Israel, porque creemos y confesamos a Jesús en lugar de afianzarnos a las obras de la ley, estamos incluidos porque la invitación es para todos. Esta verdad se evidencia en los versículos 11, 12 y 13. Y esta es la idea que Pablo enfatiza porque añade la palabra “todo” a la cita de Isaías 28:16 en el versículo 11, aunque no la añadió en Romanos 9:33. Versículo 11: “Pues la Escritura dice: Todo el que cree en El no será avergonzado”.
Entonces el versículo 12 subraya esta idea: “Porque no hay distinción entre judío y griego, pues el mismo Señor es Señor de todos, abundando en riquezas para todos los que le invocan”. Y entonces el versículo lo reafirma: “Porque: Todo aquel que invoque el nombre del Señor será salvo”.
Aquí la idea central de Pablo es: «Sí, en un sentido, es sorprendente que los gentiles puedan ser incluidos en el verdadero Israel. Sí, es sorprendente que la invitación de Dios a confiar en Cristo (el Mesías judío) como Dios y a ser parte de la familia del pacto se le brinde indiscriminadamente a todas las personas de todas las razas, religiones y culturas». Pero Pablo está tratando de explicarnos que cuando entendamos a cabalidad el significado del Antiguo Testamento, no nos sorprenderá la posibilidad de que los gentiles puedan ser parte de la familia del pacto. Isaías 28:16; Joel 2:32; Oseas 1:10; 2:23 y Romanos 9:25-26, señalan hacia el corazón de Dios, expansivo, inclusivo, bondadoso, libre, generoso y cautivador.
Así como Cristo es el fin de la ley para justicia a todo aquel que cree, así también el fin del Antiguo Testamento fue ofrecernos el camino hacia la salvación. Es por eso que usted y yo somos salvos, y es por eso que estamos comprometidos con las naciones.
Las Riquezas De Su Gloria
Finalmente, Pablo hace un marcado énfasis en «todos», en nuestra fe, confesión y llamado, para llevarnos a las riquezas de Dios- Dios nos está bendiciendo con todo lo que él es para nosotros en Jesús ¿Qué es lo que recibimos cuando creemos en Cristo con nuestro corazón y lo confesamos con nuestra boca? Cada uno de estos 5 versículos (9-13) nos da una respuesta a esa pregunta. Tomo la palabra riquezas del versículo 12: “Porque no hay distinción entre judío y griego, pues el mismo Señor es Señor de todos, abundando en riquezas para todos los que le invocan”. Pongo este versículo primero porque pienso que resume y tiene más profundidad que los otros.
Las riquezas de Dios no son principalmente tesoros terrenales, a pesar de que él es muy generoso cuando nos bendice materialmente, él satisface nuestras necesidades terrenales una y otra vez. Las riquezas de Dios son esencialmente las que más necesitamos, y las que nos satisfacen más profunda y permanentemente -no se tratan de bienes, posesiones, juguetes, carros, casas, tierras, negocios e inversiones-, estas posesiones, no satisfacen el corazón y no duran ¿Cuáles son las riquezas de Dios?
La riqueza de Dios es la salvación según los versículos 9, 10 y 13. Versículo 9: “Si confiesas con tu boca a Jesús por Señor, y crees en tu corazón que Dios le resucitó de entre los muertos, serás salvo”. Versículo 10b: “…Con la boca se confiesa para salvación”. Versículo 13: “Todo aquel que invoque el nombre del Señor será salvo” ¡Salvo, salvo, salvo! ¿Pero de qué? Salvo de la culpa, salvo de la condenación, de la ira de Dios, salvo del infierno y salvo del pecado. Estas son riquezas preciosas más allá de todo precio. Pero todas son negativas. Están dejando algo detrás, no ganando algo.
Las riquezas del versículo 11 son también negativas, gloriosamente negativas: “Pues la Escritura dice: Todo el que cree en El no será avergonzado”. Las riquezas de Dios no incluyen vergüenza. Los hijos de Dios serán revelados por lo que son realmente (Romanos 8:19). Aquí en la tierra pueden ser la escoria del mundo. Aquí pueden ser avergonzados repetidas veces como le pasó a Pedro en Hechos 5:41, pero, recuerden lo que Jesús dijo: “Bienaventurados seréis cuando os insulten y persigan, y digan todo género de mal contra vosotros falsamente, por causa de mí. Regocijaos y alegraos, porque vuestra recompensa en los cielos es grande” (Mateo 5:11-12). Nuestras riquezas son grandes. Ellas revocarán toda vergüenza. Seremos vindicados a su debido tiempo.
De hecho, a los ojos de Dios, ya estamos vindicados. De estas riquezas se habla en el versículo 10a: “Porque con el corazón se cree para ser justificado” [NVI], o literalmente: “con el corazón se cree para justicia”. Cuando nuestro corazón despierte para ver y abrazar a Cristo como nuestra justicia, inmediatamente estaremos en él y la justicia de él nos será imputada. ¡Esto sí es riqueza! ¡Es mejor ser justos delante de Dios con la justicia de Cristo, que tener todas las riquezas del mundo y presentarnos ante Él en nuestra propia justicia!
¿El derecho de pararnos frente a él en la justicia de Cristo, sin culpa, sin condenación y sin vergüenza es la suprema riqueza de Dios? No. Todo esto apunta hacia la suprema riqueza. La suprema riqueza de Dios es, como dice Romanos 9:23: “las riquezas de su gloria”. Las riquezas de Dios son las riquezas de verle, conocerle, admirarle y disfrutarle por siempre. Él, en sí mismo, es el resumen de las riquezas que tenemos en Cristo. Pablo estima todo como pérdida por el valor excepcional de conocer a Jesucristo -la misma imagen de Dios.
La Palabra de Dios Para Usted
La Palabra de Dios para usted en esta mañana es que todas las riquezas del perdón, de la justificación, de la liberación de la culpa, de la condenación, de la vergüenza, y toda la comunión de Dios se extienden gratuitamente hacia usted -sin importar su procedencia. ¡Oh, escuche el corazón expansivo de Dios!, él no nos ofrece esta comunión sobre el fundamento de las obras o con la condición de que alcancemos un modelo determinado. Nos ofrece esta comunión sobre el fundamento de Cristo, siempre que creamos que Dios levantó a Jesús de entre los muertos y expresemos que Jesús es el Señor. Confíe en él hoy, invoque su nombre y cuéntele a alguien que Jesús es el Señor.
Fuente:
Desiring God
Si desea leer la Primera parte de este mensaje, puede hacer click aquí.
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"Porque Moisés escribe que el hombre que practica la justicia que es de la ley, vivirá por ella. 6 Pero la justicia que es de la fe, dice así: No digas en tu corazón: “¿Quien subirá al cielo?” (esto es, para hacer bajar a Cristo), 7 o “¿Quién descenderá al abismo?” (esto es, para subir a Cristo de entre los muertos). 8 Mas, ¿qué dice? Cerca de ti esta la palabra, en tu boca y en tu corazón, es decir, la palabra de fe que predicamos: 9 que si confiesas con tu boca a Jesúspor Señor, y crees en tu corazón que Dios le resucitó de entre los muertos, serás salvo; 10 porque con el corazón se cree para justicia, y con la boca se confiesa para salvación. 11 Pues la Escritura dice: Todo el que cree en El no será avergonzado. 12 Porque no hay distinción entre judío y griego, pues el mismo Señor es Señor de todos, abundando en riquezas para todos los que le invocan; 13 porque: Todo aquel que invoque el nombre del Señor será salvo."
En esta mañana seríamos infieles a este texto en los versículos 9-13 si no lo predicamos y lo escuchamos teniendo en cuenta que es asombrosamente expansivo, incluyente, bondadoso, libre, abundante y fascinante. Dentro de unos minutos nos enfocaremos en tres verdades en estos versículos que nos instan a alcanzar el superabundante, misericordioso y generoso corazón de Dios.
Podemos expresar estas tres verdades con tres palabras: invocar, todos y riquezas. Y si usted desea que esta tercera rime, entonces utilice «bendecidos». Las tres verdades son:
1. Venir a Cristo para salvación, que es simplemente creer en Cristo y está expresado en la frase “invoque el nombre del Señor” o confiese al Señor.
2. Dios nos invita a «todos» a invocarlo, no importa de que cultura, religión o raza seamos, de esta manera podemos venir a él.
3. Y cuando alguien venga a él, encontrará todas la “riquezas” de Dios. Es decir, Dios bendice a los que le invocamos, con todas las riquezas que él es para nosotros en Cristo Jesús.
Ahora veremos estas tres verdades. Pero primero asegurémonos de estar alineados con el pensamiento del apóstol Pablo, de modo que hagamos el énfasis adecuado mediante el Espíritu Santo.
Repasemos Lo Que Hemos Aprendido En Romanos 9 y 10 Hasta El Momento
Romanos 9:1-23 nos explica magistralmente por qué tan pocos en Israel son salvos ¿Por qué hay tan pocos israelitas naturales incluidos en el verdadero Israel espiritual? Respuesta: porque el propósito de Dios con respecto a la elección, sin importar la identidad étnica o las obras que hagamos (9:11-12), decide en última instancia quienes son las vasijas de misericordia. “Porque no todos los descendientes de Israel son Israel; 8 Esto es, no son los hijos de la carne los que son hijos de Dios, sino que los hijos de la promesa son considerados como descendientes” (Romanos 9:6, 8).
La libertad de elección de Dios permite que los gentiles puedan pertenecer al verdadero Israel. Pablo va directo hacia esta posibilidad en Romanos 9:24-29, y dice que los gentiles están incluidos en el verdadero Israel de Dios. El versículo 24 dice: “Nosotros, a quienes también llamó, no sólo de entre los judíos, sino también de entre los gentiles”. Esta asombrosa verdad es la preocupación de Pablo durante el resto del capítulo nueve y el diez: ¿Por qué hay tantos judíos que no están incluidos en el verdadero Israel mientras muchos gentiles sí lo están?
Esta vez su respuesta no es la elección (como en el 9:1-23). Esta vez la respuesta es la justificación por fe. Los gentiles están viendo y recibiendo con gozo esta justificación, pero Israel está tropezando porque todavía abraza la justificación por obediencia a los mandamientos y no por la fe en el Mesías.
Hagamos una pausa para sentir el asombro y el gozo que sintieron aquellos gentiles del primer siglo cuando escucharon las noticias de que por fe podrían ser justificados, ser parte del pueblo del pacto y heredar todas las promesas del Dios de Israel ¡Habían sido excluidos por tanto tiempo! No eran gentiles solo étnicamente sino que eran inmundos e incircuncisos, “excluidos de la ciudadanía de Israel, extraños a los pactos de la promesa, sin tener esperanza, y sin Dios en el mundo” (Efesios 2:12b). Escuche lo que sucede, según Hechos 13: 46-48, cuando Pablo les predica la gracia en Antioquía de Pisidia.
Entonces Pablo y Bernabé hablaron con valor y dijeron: "Era necesario que la palabra de Dios os fuera predicada primeramente a vosotros; mas ya que la rechazáis y no os juzgáis dignos de la vida eterna, he aquí, nos volvemos a los gentiles. Porque así nos lo ha mandado el Señor. 'Te he puesto como luz para los gentiles, a fin de que lleves la salvación hasta los confines de la tierra'."
El Fundamento De La Entrada Al Verdadero Israel
Desde Romanos 9:30 hasta el 10:8 Pablo explica tres veces por qué los gentiles estaban entrando en el verdadero Israel y los judíos se alejaban cada vez más. En cada ocasión se aborda a la justificación por obras confrontándola con la justificación por la fe. Observe cada explicación de Pablo. Esto debiera hacernos saltar de gozo, al ver claramente cuál es el fundamento de nuestra entrada a la familia de Dios.
Primero, Romanos 9:30-32: “¿Qué diremos entonces? Que los gentiles, que no iban tras la justicia, alcanzaron justicia, es decir, la justicia que es por fe; pero Israel, que iba tras una ley de justicia, no alcanzó esa ley. ¿Por qué? Porque no iban tras ella por fe, sino como por obras. Tropezaron en la piedra de tropiezo”. La problemática es: ¿cuál justicia cree usted que cuente a la hora de entrar en la familia de Dios?
Segundo, Pablo repite la explicación en Romanos 10:3-4: “Pues desconociendo la justicia de Dios y procurando establecer la suya propia, no se sometieron a la justicia de Dios. Porque Cristo es el fin de la ley para justicia a todo aquel que cree”.
Tercero, y vuelve a explicárnoslo en Romanos 10:5-8, el texto que vimos la semana pasada. No lo analizaremos de nuevo, pero observe estas dos frases. El versículo 5: “Porque Moisés escribe que el hombre que practica la justicia que es de la ley, vivirá por ella”. Y luego, Pablo hace un contraste con el versículo 6: “Pero la justicia que es de la fe, dice así: No digas en tu corazón: “¿Quien subirá al cielo?” (esto es, para hacer bajar a Cristo)”. Este es el tema en conflicto: la justicia de la ley o la justicia de la fe.
Entonces, ¿por qué hay tantos israelitas que no pertenecen al verdadero Israel espiritual y sin embargo, hay tantos gentiles que sí? La primera respuesta de Pablo en Romanos 9:1-23 hace referencia al propósito de Dios con respecto a la elección. Y la segunda respuesta de Pablo explica que Israel, en general, rechazó a Cristo como su justicia mientras muchos gentiles abrazaron la justicia de Cristo mediante la fe.
¡Los Gentiles Están Incluidos!
Entonces ocurre algo sorprendente, ¡mientras nos adentramos en los versículos 9-13, Pablo hace un gigantesco énfasis diciendo que los gentiles están incluidos! ¡Los gentiles están incluidos por gracia, a través de la fe en Cristo! Esta es la idea que predomina a medida que profundizamos en estos versículos. Y para persuadirnos y fortalecer y afirmar su causa, Pablo cita dos textos más del Antiguo Testamento, Isaías 28:16 en el versículo 11 y Joel 2:32 en el versículo 13.
Estos textos del Antiguo Testamento son tan relevantes porque incluyen los tres puntos a los que hice referencia al principio; muestran el corazón de Dios, superabundante, misericordioso y generoso. Recuerde esas tres palabras: invocar, todos y riquezas (o mejor, bendecidos).
1. Venir a Cristo para salvación, que es simplemente creer en Cristo y está expresado en la frase “invoque el nombre del Señor” o confiese al Señor.
2. Dios nos invita a «todos» a invocarlo, no importa de que cultura, religión o raza seamos, de esta manera podemos venir a él.
3. Y cuando alguien venga a él, encontrará todas la “riquezas” de Dios. Es decir, Dios bendice a los que le invocamos, con todas las riquezas que él es para nosotros en Cristo Jesús.
Invocar al Señor
Primero veamos el Nº1 –creer en Cristo expresado en la frase «invoque el nombre del Señor» o «confiese al Señor». Pablo desarrolla el primer tema en los versículos 9-10: “Que si confiesas con tu boca a Jesús por Señor, y crees en tu corazón que Dios le resucitó de entre los muertos, serás salvo; porque con el corazón se cree para justicia, y con la boca se confiesa para salvación”. Pablo menciona: el corazón y la boca, en estos dos versículos porque que vio dos verdades en Deuteronomio 30:14, texto que cita en el versículo 8: “Mas, ¿qué dice? [la justicia que es por la fe] Cerca de ti esta la palabra, en tu boca y en tu corazón, es decir, la palabra de fe que predicamos”.
Recuerde lo que vimos la semana pasada, Pablo ve que los versículos citados señalaban hacia Cristo. Él puso a Cristo en lugar del mandamiento porque creyó que el mandamiento señalaba a Cristo, el perfecto Guardador de los mandamientos. Ahora, él dice en el versículo 8 que esta palabra de Cristo (esta realidad de Cristo) está en nuestra boca y en nuestro corazón. ¿Qué quiso decir? Podemos ver el pensamiento de Pablo en el versículo 10: ¿qué hace nuestro corazón con Cristo? Le cree ¿Y qué hace nuestra boca con Cristo? Lo confiesa. Para eso es nuestro corazón y nuestra boca. El corazón cree, y la boca confiesa lo que el corazón cree, “es decir, la palabra de fe que predicamos” (v.8).
Entonces Pablo hace la gran conclusión en el versículo 9- un texto precioso del evangelio que todos amamos mucho: “Que si confiesas con tu boca a Jesús por Señor, y crees en tu corazón que Dios le resucitó de entre los muertos, serás salvo” ¿Cómo pueden los gentiles entrar en la familia de Dios? Creyendo en su corazón lo que es cierto acerca de Cristo, y confesando con su boca lo que el corazón cree, no importan las distinciones étnicas, ni culturales ni las obras de la ley.
Ahora tenga cuidado aquí: la boca no está en conflicto con el corazón. Y el corazón no se queda atrás cuando la boca habla. Pablo no quiso decir: «crea simplemente que Dios levantó a Jesús de entre los muertos y no tiene que confesar que él es el Señor»; y tampoco quiso decir: si confiesa que Jesús es el Señor ya no tiene que creerlo en su corazón. No, ¡la boca confiesa lo que el corazón cree, y desde el principio el corazón cree que Dios levantó a Jesús de entre los muertos, que Jesús es el Señor! La resurrección es la vindicación de Dios a todo lo que Jesús consumó en su vida y en su muerte. Jesús consumó el triunfo sobre nuestra culpa, sobre nuestra condenación, sobre nuestra muerte, sobre Satanás y sobre el infierno. Y ahora, como el conquistador levantado sobre todos sus enemigos, Dios le dio un nombre que es sobre todo nombre: Señor.
Compréndalo. Porque, aunque había muchos señores y muchos dioses (1ra a los Corintios 8:5), Jesús no era un Señor en medio de muchos. “Señor” (kurios) fue la palabra que el Antiguo Testamento griego utilizó para traducir el nombre personal de Dios, Yahvé (Jehová). Y, más importante aún, en el versículo 13 Pablo escribe Jesús precisamente donde decía Jehová en Joel 2:32: porque: “Todo aquel que invoque el nombre del Señor será salvo”. Es asombroso que ser cristiano signifique confesar que Jesús es Dios -no un dios. Jesús es Señor -el Señor. No un señor. Es lo que un cristiano cree.
Pablo, en los versículos 11-13, no deja de hablar del corazón y de la boca. Es decir, él habla, en el versículo 11, acerca de lo que hace el corazón y, en los versículos 12-13, de lo que hace la boca. En el versículo 11 el corazón cree: “Todo el que cree en El no será avergonzado”. Y en los versículos 12-13 la boca confiesa: “Porque no hay distinción entre judío y griego, pues el mismo Señor es Señor de todos, abundando en riquezas para todos los que le invocan; porque: Todo aquel que invoque el nombre del Señor será salvo”.
Entonces podemos resumir esta primera verdad («invocar al Señor») de la siguiente manera: Venir a Dios para salvación significa creer en Cristo en nuestro corazón por todo lo que ha hecho por nosotros, y luego expresar esta fe con nuestra boca confesándolo y llamándolo Señor.
Dios Invita a Todos
Segundo, después de la palabra “invocar”, vimos la palabra “todos”. Los gentiles estamos incluidos en el verdadero Israel, porque creemos y confesamos a Jesús en lugar de afianzarnos a las obras de la ley, estamos incluidos porque la invitación es para todos. Esta verdad se evidencia en los versículos 11, 12 y 13. Y esta es la idea que Pablo enfatiza porque añade la palabra “todo” a la cita de Isaías 28:16 en el versículo 11, aunque no la añadió en Romanos 9:33. Versículo 11: “Pues la Escritura dice: Todo el que cree en El no será avergonzado”.
Entonces el versículo 12 subraya esta idea: “Porque no hay distinción entre judío y griego, pues el mismo Señor es Señor de todos, abundando en riquezas para todos los que le invocan”. Y entonces el versículo lo reafirma: “Porque: Todo aquel que invoque el nombre del Señor será salvo”.
Aquí la idea central de Pablo es: «Sí, en un sentido, es sorprendente que los gentiles puedan ser incluidos en el verdadero Israel. Sí, es sorprendente que la invitación de Dios a confiar en Cristo (el Mesías judío) como Dios y a ser parte de la familia del pacto se le brinde indiscriminadamente a todas las personas de todas las razas, religiones y culturas». Pero Pablo está tratando de explicarnos que cuando entendamos a cabalidad el significado del Antiguo Testamento, no nos sorprenderá la posibilidad de que los gentiles puedan ser parte de la familia del pacto. Isaías 28:16; Joel 2:32; Oseas 1:10; 2:23 y Romanos 9:25-26, señalan hacia el corazón de Dios, expansivo, inclusivo, bondadoso, libre, generoso y cautivador.
Así como Cristo es el fin de la ley para justicia a todo aquel que cree, así también el fin del Antiguo Testamento fue ofrecernos el camino hacia la salvación. Es por eso que usted y yo somos salvos, y es por eso que estamos comprometidos con las naciones.
Las Riquezas De Su Gloria
Finalmente, Pablo hace un marcado énfasis en «todos», en nuestra fe, confesión y llamado, para llevarnos a las riquezas de Dios- Dios nos está bendiciendo con todo lo que él es para nosotros en Jesús ¿Qué es lo que recibimos cuando creemos en Cristo con nuestro corazón y lo confesamos con nuestra boca? Cada uno de estos 5 versículos (9-13) nos da una respuesta a esa pregunta. Tomo la palabra riquezas del versículo 12: “Porque no hay distinción entre judío y griego, pues el mismo Señor es Señor de todos, abundando en riquezas para todos los que le invocan”. Pongo este versículo primero porque pienso que resume y tiene más profundidad que los otros.
Las riquezas de Dios no son principalmente tesoros terrenales, a pesar de que él es muy generoso cuando nos bendice materialmente, él satisface nuestras necesidades terrenales una y otra vez. Las riquezas de Dios son esencialmente las que más necesitamos, y las que nos satisfacen más profunda y permanentemente -no se tratan de bienes, posesiones, juguetes, carros, casas, tierras, negocios e inversiones-, estas posesiones, no satisfacen el corazón y no duran ¿Cuáles son las riquezas de Dios?
La riqueza de Dios es la salvación según los versículos 9, 10 y 13. Versículo 9: “Si confiesas con tu boca a Jesús por Señor, y crees en tu corazón que Dios le resucitó de entre los muertos, serás salvo”. Versículo 10b: “…Con la boca se confiesa para salvación”. Versículo 13: “Todo aquel que invoque el nombre del Señor será salvo” ¡Salvo, salvo, salvo! ¿Pero de qué? Salvo de la culpa, salvo de la condenación, de la ira de Dios, salvo del infierno y salvo del pecado. Estas son riquezas preciosas más allá de todo precio. Pero todas son negativas. Están dejando algo detrás, no ganando algo.
Las riquezas del versículo 11 son también negativas, gloriosamente negativas: “Pues la Escritura dice: Todo el que cree en El no será avergonzado”. Las riquezas de Dios no incluyen vergüenza. Los hijos de Dios serán revelados por lo que son realmente (Romanos 8:19). Aquí en la tierra pueden ser la escoria del mundo. Aquí pueden ser avergonzados repetidas veces como le pasó a Pedro en Hechos 5:41, pero, recuerden lo que Jesús dijo: “Bienaventurados seréis cuando os insulten y persigan, y digan todo género de mal contra vosotros falsamente, por causa de mí. Regocijaos y alegraos, porque vuestra recompensa en los cielos es grande” (Mateo 5:11-12). Nuestras riquezas son grandes. Ellas revocarán toda vergüenza. Seremos vindicados a su debido tiempo.
De hecho, a los ojos de Dios, ya estamos vindicados. De estas riquezas se habla en el versículo 10a: “Porque con el corazón se cree para ser justificado” [NVI], o literalmente: “con el corazón se cree para justicia”. Cuando nuestro corazón despierte para ver y abrazar a Cristo como nuestra justicia, inmediatamente estaremos en él y la justicia de él nos será imputada. ¡Esto sí es riqueza! ¡Es mejor ser justos delante de Dios con la justicia de Cristo, que tener todas las riquezas del mundo y presentarnos ante Él en nuestra propia justicia!
¿El derecho de pararnos frente a él en la justicia de Cristo, sin culpa, sin condenación y sin vergüenza es la suprema riqueza de Dios? No. Todo esto apunta hacia la suprema riqueza. La suprema riqueza de Dios es, como dice Romanos 9:23: “las riquezas de su gloria”. Las riquezas de Dios son las riquezas de verle, conocerle, admirarle y disfrutarle por siempre. Él, en sí mismo, es el resumen de las riquezas que tenemos en Cristo. Pablo estima todo como pérdida por el valor excepcional de conocer a Jesucristo -la misma imagen de Dios.
La Palabra de Dios Para Usted
La Palabra de Dios para usted en esta mañana es que todas las riquezas del perdón, de la justificación, de la liberación de la culpa, de la condenación, de la vergüenza, y toda la comunión de Dios se extienden gratuitamente hacia usted -sin importar su procedencia. ¡Oh, escuche el corazón expansivo de Dios!, él no nos ofrece esta comunión sobre el fundamento de las obras o con la condición de que alcancemos un modelo determinado. Nos ofrece esta comunión sobre el fundamento de Cristo, siempre que creamos que Dios levantó a Jesús de entre los muertos y expresemos que Jesús es el Señor. Confíe en él hoy, invoque su nombre y cuéntele a alguien que Jesús es el Señor.
Fuente:
Desiring God
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