EDUCANDO A TU HIJO Tercera Parte
NUEVA GENERACIÓN DE PADRES
Por Vicente Forner
La gran diferencia está en que nuestros niños son mucho más inteligentes que nosotros, pero también son más agresivos y rebeldes.
Parece que en nuestro intento por ser los padres que hubiéramos querido tener, nos hemos ido de un extremo al otro. Y ahora resulta que somos la generación de los últimos hijos que fueron regañados y corregidos por sus padres y al mismo tiempo la primera generación de padres regañados y corregidos por sus hijos.
Somos los últimos hijos que temieron a sus padres y los primeros padres que temen a sus hijos.
Los últimos que crecimos bajo la autoridad de nuestros padres y los primeros que vivimos bajo el yugo de nuestros hijos.
Y lo que es peor, los últimos hijos que respetaron a sus padres y los primeros padres que tenemos que aceptar a hijos que no nos respetan.
"Los hijos durante su niñez necesitan percibir que estamos en control de las cosas y de las situaciones. Tienen que ver que tenemos el amor, capacidad y autoridad suficientes, como para ponerles límites, contenerles y guiarles en todo momento."
En la medida que la permisividad reemplazó a la autoridad, los términos de las relaciones familiares han cambiado completamente. Por supuesto, en los casos en los que la autoridad se confundía con autoritarismo, estos cambios eran necesarios y son bienvenidos, pero en muchos otros aspectos de las relaciones familiares, han sido realmente destructivos.
Antes si los niños se comportaban bien, eran obedientes y trataban a los mayores con respeto, se consideraba que sus padres eran buenos. Ya que los buenos hijos eran niños formales, que amaban y sentían un profundo respeto por sus padres.
Pero en la medida en que las fronteras jerárquicas entre nosotros y nuestros hijos se han ido desvaneciendo, hoy los buenos padres son aquellos que logran que sus hijos los amen, aunque sea a costa de que no les respeten.
Las cosas han cambiado tanto, que ahora son los hijos los que exigen el respeto de sus padres, entendiendo por respeto que acepten sus ideas, gustos, deseos, formas de actuar y de vivir; y por supuesto que las financien.
Los roles se han invertido y ahora son los padres quienes tienen que agradar y evitar contrariar a sus hijos para tener la fiesta en paz y no tener una guerra civil en casa.
Lo cierto es que si el autoritarismo del pasado llenó a los hijos de temor hacia sus padres, la debilidad del presente los llena de inseguridad, miedo y menosprecio al verlos tan débiles y perdidos como ellos. El autoritarismo aplasta, pero la permisividad y la falta de límites confunde y desconcierta.
Los hijos durante su niñez necesitan percibir que estamos en control de las cosas y de las situaciones. Tienen que ver que tenemos el amor, capacidad y autoridad suficientes, como para ponerles límites, contenerles y guiarles en todo momento.
Solo una actitud amorosa, firme y respetuosa, les permitirá confiar en nuestra capacidad para dirigir sus vidas mientras son menores. Ellos necesitan ver que vamos delante de ellos mostrándoles el camino y no detrás de ellos rendidos a su voluntad y caprichos.
Asumir nuestra responsabilidad y nuestro papel como padres, es la única manera de evitar que las nuevas generaciones se ahoguen en el descontrol y la falta de propósito en el que se está hundiendo esta sociedad, que cada día parece ir más a la deriva, sin valores, principios, límites, parámetros y por lo tanto sin futuro.
Si desea leer la Primera parte de esta serie de enseñanzas, haga click aquí.
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NUEVA GENERACIÓN DE PADRES
Por Vicente Forner
NUEVA GENERACIÓN DE PADRES
Somos de las primeras generaciones de padres, decididos a no repetir con nuestros hijos los mismos errores que nuestros padres cometieron con nosotros. Y en el esfuerzo de evitar los abusos del pasado, ahora resulta que somos los padres más dedicados y comprensivos, pero a la vez los más débiles e inseguros que ha dado la historia.
La gran diferencia está en que nuestros niños son mucho más inteligentes que nosotros, pero también son más agresivos y rebeldes.
Parece que en nuestro intento por ser los padres que hubiéramos querido tener, nos hemos ido de un extremo al otro. Y ahora resulta que somos la generación de los últimos hijos que fueron regañados y corregidos por sus padres y al mismo tiempo la primera generación de padres regañados y corregidos por sus hijos.
Somos los últimos hijos que temieron a sus padres y los primeros padres que temen a sus hijos.
Los últimos que crecimos bajo la autoridad de nuestros padres y los primeros que vivimos bajo el yugo de nuestros hijos.
Y lo que es peor, los últimos hijos que respetaron a sus padres y los primeros padres que tenemos que aceptar a hijos que no nos respetan.
"Los hijos durante su niñez necesitan percibir que estamos en control de las cosas y de las situaciones. Tienen que ver que tenemos el amor, capacidad y autoridad suficientes, como para ponerles límites, contenerles y guiarles en todo momento."
En la medida que la permisividad reemplazó a la autoridad, los términos de las relaciones familiares han cambiado completamente. Por supuesto, en los casos en los que la autoridad se confundía con autoritarismo, estos cambios eran necesarios y son bienvenidos, pero en muchos otros aspectos de las relaciones familiares, han sido realmente destructivos.
Antes si los niños se comportaban bien, eran obedientes y trataban a los mayores con respeto, se consideraba que sus padres eran buenos. Ya que los buenos hijos eran niños formales, que amaban y sentían un profundo respeto por sus padres.
Pero en la medida en que las fronteras jerárquicas entre nosotros y nuestros hijos se han ido desvaneciendo, hoy los buenos padres son aquellos que logran que sus hijos los amen, aunque sea a costa de que no les respeten.
Las cosas han cambiado tanto, que ahora son los hijos los que exigen el respeto de sus padres, entendiendo por respeto que acepten sus ideas, gustos, deseos, formas de actuar y de vivir; y por supuesto que las financien.
Los roles se han invertido y ahora son los padres quienes tienen que agradar y evitar contrariar a sus hijos para tener la fiesta en paz y no tener una guerra civil en casa.
Lo cierto es que si el autoritarismo del pasado llenó a los hijos de temor hacia sus padres, la debilidad del presente los llena de inseguridad, miedo y menosprecio al verlos tan débiles y perdidos como ellos. El autoritarismo aplasta, pero la permisividad y la falta de límites confunde y desconcierta.
Los hijos durante su niñez necesitan percibir que estamos en control de las cosas y de las situaciones. Tienen que ver que tenemos el amor, capacidad y autoridad suficientes, como para ponerles límites, contenerles y guiarles en todo momento.
Solo una actitud amorosa, firme y respetuosa, les permitirá confiar en nuestra capacidad para dirigir sus vidas mientras son menores. Ellos necesitan ver que vamos delante de ellos mostrándoles el camino y no detrás de ellos rendidos a su voluntad y caprichos.
Asumir nuestra responsabilidad y nuestro papel como padres, es la única manera de evitar que las nuevas generaciones se ahoguen en el descontrol y la falta de propósito en el que se está hundiendo esta sociedad, que cada día parece ir más a la deriva, sin valores, principios, límites, parámetros y por lo tanto sin futuro.
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