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LA PALABRA DE FE QUE PREDICAMOS II

LA PALABRA DE FE QUE PREDICAMOS Parte II
Por John Piper | Tópico: Historia de la Redención
Serie: Romanos: La Carta más Grandiosa Jamás Escrita


Romanos 10:5–13
"Porque Moisés escribe que el hombre que practica la justicia que es de la ley, vivirá por ella. 6 Pero la justicia que es de la fe, dice así: No digas en tu corazón: “¿Quien subirá al cielo?” (esto es, para hacer bajar a Cristo), 7 o “¿Qui­én descenderá al abismo?” (esto es, para subir a Cristo de entre los muertos). 8 Mas, ¿qué dice? Cerca de ti esta la palabra, en tu boca y en tu corazón, es decir, la palabra de fe que predicamos: 9 que si confiesas con tu boca a Jesúspor Señor, y crees en tu corazón que Dios le resucitó de entre los muertos, serás salvo; 10 porque con el corazón se cree para justicia, y con la boca se confiesa para salvación. 11 Pues la Escritura dice: Todo el que cree en El no será avergonzado. 12 Porque no hay distinción entre judío y griego, pues el mismo Señor es Señor de todos, abundando en riquezas para todos los que le invocan; 13 porque: Todo aquel que invoque el nombre del Señor será salvo." 


En esta mañana seríamos infieles a este texto en los versículos 9-13 si no lo predicamos y lo escuchamos teniendo en cuenta que es asombrosamente expansivo, incluyente, bondadoso, libre, abundante y fascinante. Dentro de unos minutos nos enfocaremos en tres verdades en estos versículos que nos instan a alcanzar el superabundante, misericordioso y generoso corazón de Dios.

Podemos expresar estas tres verdades con tres palabras: invocar, todos y riquezas. Y si usted desea que esta tercera rime, entonces utilice «bendecidos». Las tres verdades son:
1. Venir a Cristo para salvación, que es simplemente creer en Cristo y está expresado en la frase “invoque el nombre del Señor” o confiese al Señor.

2. Dios nos invita a «todos» a invocarlo, no importa de que cultura, religión o raza seamos, de esta manera podemos venir a él.

3. Y cuando alguien venga a él, encontrará todas la “riquezas” de Dios. Es decir, Dios bendice a los que le invocamos, con todas las riquezas que él es para nosotros en Cristo Jesús.

Ahora veremos estas tres verdades. Pero primero asegurémonos de estar alineados con el pensamiento del apóstol Pablo, de modo que hagamos el énfasis adecuado mediante el Espíritu Santo.

Repasemos Lo Que Hemos Aprendido En Romanos 9 y 10 Hasta El Momento

Romanos 9:1-23 nos explica magistralmente por qué tan pocos en Israel son salvos ¿Por qué hay tan pocos israelitas naturales incluidos en el verdadero Israel espiritual? Respuesta: porque el propósito de Dios con respecto a la elección, sin importar la identidad étnica o las obras que hagamos (9:11-12), decide en última instancia quienes son las vasijas de misericordia. “Porque no todos los descendientes de Israel son Israel; 8 Esto es, no son los hijos de la carne los que son hijos de Dios, sino que los hijos de la promesa son considerados como descendientes” (Romanos 9:6, 8).

La libertad de elección de Dios permite que los gentiles puedan pertenecer al verdadero Israel. Pablo va directo hacia esta posibilidad en Romanos 9:24-29, y dice que los gentiles están incluidos en el verdadero Israel de Dios. El versículo 24 dice: “Nosotros, a quienes también llamó, no sólo de entre los judíos, sino también de entre los gentiles”. Esta asombrosa verdad es la preocupación de Pablo durante el resto del capítulo nueve y el diez: ¿Por qué hay tantos judíos que no están incluidos en el verdadero Israel mientras muchos gentiles sí lo están?

Esta vez su respuesta no es la elección (como en el 9:1-23). Esta vez la respuesta es la justificación por fe. Los gentiles están viendo y recibiendo con gozo esta justificación, pero Israel está tropezando porque todavía abraza la justificación por obediencia a los mandamientos y no por la fe en el Mesías.

Hagamos una pausa para sentir el asombro y el gozo que sintieron aquellos gentiles del primer siglo cuando escucharon las noticias de que por fe podrían ser justificados, ser parte del pueblo del pacto y heredar todas las promesas del Dios de Israel ¡Habían sido excluidos por tanto tiempo! No eran gentiles solo étnicamente sino que eran inmundos e incircuncisos, “excluidos de la ciudadanía de Israel, extraños a los pactos de la promesa, sin tener esperanza, y sin Dios en el mundo” (Efesios 2:12b). Escuche lo que sucede, según Hechos 13: 46-48, cuando Pablo les predica la gracia en Antioquía de Pisidia.

Entonces Pablo y Bernabé hablaron con valor y dijeron: "Era necesario que la palabra de Dios os fuera predicada primeramente a vosotros; mas ya que la rechazáis y no os juzgáis dignos de la vida eterna, he aquí, nos volvemos a los gentiles.  Porque así nos lo ha mandado el Señor. 'Te he puesto como luz para los gentiles, a fin de que lleves la salvación hasta los confines de la tierra'."

El Fundamento De La Entrada Al Verdadero Israel

Desde Romanos 9:30 hasta el 10:8 Pablo explica tres veces por qué los gentiles estaban entrando en el verdadero Israel y los judíos se alejaban cada vez más. En cada ocasión se aborda a la justificación por obras confrontándola con la justificación por la fe. Observe cada explicación de Pablo. Esto debiera hacernos saltar de gozo, al ver claramente cuál es el fundamento de nuestra entrada a la familia de Dios.

Primero, Romanos 9:30-32: “¿Qué diremos entonces? Que los gentiles, que no iban tras la justicia, alcanzaron justicia, es decir, la justicia que es por fe;  pero Israel, que iba tras una ley de justicia, no alcanzó esa ley.  ¿Por qué? Porque no iban tras ella por fe, sino como por obras. Tropezaron en la piedra de tropiezo”. La problemática es: ¿cuál justicia cree usted que cuente a la hora de entrar en la familia de Dios?

Segundo, Pablo repite la explicación en Romanos 10:3-4: “Pues desconociendo la justicia de Dios y procurando establecer la suya propia, no se sometieron a la justicia de Dios.  Porque Cristo es el fin de la ley para justicia a todo aquel que cree”.

Tercero, y vuelve a explicárnoslo en Romanos 10:5-8, el texto que vimos la semana pasada. No lo analizaremos de nuevo, pero observe estas dos frases. El versículo 5: “Porque Moisés escribe que el hombre que practica la justicia que es de la ley, vivirá por ella”. Y luego, Pablo hace un contraste con el versículo 6: “Pero la justicia que es de la fe, dice así: No digas en tu corazón: “¿Quien subirá al cielo?” (esto es, para hacer bajar a Cristo)”. Este es el tema en conflicto: la justicia de la ley o la justicia de la fe.

Entonces, ¿por qué hay tantos israelitas que no pertenecen al verdadero Israel espiritual y sin embargo, hay tantos gentiles que sí? La primera respuesta de Pablo en Romanos 9:1-23 hace referencia al propósito de Dios con respecto a la elección. Y la segunda respuesta de Pablo explica que Israel, en general, rechazó a Cristo como su justicia mientras muchos gentiles abrazaron la justicia de Cristo mediante la fe.

¡Los Gentiles Están Incluidos!

Entonces ocurre algo sorprendente, ¡mientras nos adentramos en los versículos 9-13, Pablo hace un gigantesco énfasis diciendo que los gentiles están incluidos! ¡Los gentiles están incluidos por gracia, a través de la fe en Cristo! Esta es la idea que predomina a medida que profundizamos en estos versículos. Y para persuadirnos y fortalecer y afirmar su causa, Pablo cita dos textos más del Antiguo Testamento, Isaías 28:16 en el versículo 11 y Joel 2:32 en el versículo 13.

Estos textos del Antiguo Testamento son tan relevantes porque incluyen los tres puntos a los que hice referencia al principio; muestran el corazón de Dios, superabundante, misericordioso y generoso. Recuerde esas tres palabras: invocar, todos y riquezas (o mejor, bendecidos).

1. Venir a Cristo para salvación, que es simplemente creer en Cristo y está expresado en la frase “invoque el nombre del Señor” o confiese al Señor.

2. Dios nos invita a «todos» a invocarlo, no importa de que cultura, religión o raza seamos, de esta manera podemos venir a él.

3. Y cuando alguien venga a él, encontrará todas la “riquezas” de Dios. Es decir, Dios bendice a los que le invocamos, con todas las riquezas que él es para nosotros en Cristo Jesús.

Invocar al Señor

Primero veamos el Nº1 –creer en Cristo expresado en la frase «invoque el nombre del Señor» o «confiese al Señor». Pablo desarrolla el primer tema en los versículos 9-10: “Que si confiesas con tu boca a Jesús por Señor, y crees en tu corazón que Dios le resucitó de entre los muertos, serás salvo;  porque con el corazón se cree para justicia, y con la boca se confiesa para salvación”. Pablo menciona: el corazón y la boca, en estos dos versículos porque que vio dos verdades en Deuteronomio 30:14, texto que cita en el versículo 8: “Mas, ¿qué dice? [la justicia que es por la fe] Cerca de ti esta la palabra, en tu boca y en tu corazón, es decir, la palabra de fe que predicamos”.

Recuerde lo que vimos la semana pasada, Pablo ve que los versículos citados señalaban hacia Cristo. Él puso a Cristo en lugar del mandamiento porque creyó que el mandamiento señalaba a Cristo, el perfecto Guardador de los mandamientos. Ahora, él dice en el versículo 8 que esta palabra de Cristo (esta realidad de Cristo) está en nuestra boca y en nuestro corazón. ¿Qué quiso decir? Podemos ver el pensamiento de Pablo en el versículo 10: ¿qué hace nuestro corazón con Cristo? Le cree ¿Y qué hace nuestra boca con Cristo? Lo confiesa. Para eso es nuestro corazón y nuestra boca. El corazón cree, y la boca confiesa lo que el corazón cree, “es decir, la palabra de fe que predicamos” (v.8).

Entonces Pablo hace la gran conclusión en el versículo 9- un texto precioso del evangelio que todos amamos mucho: “Que si confiesas con tu boca a Jesús por Señor, y crees en tu corazón que Dios le resucitó de entre los muertos, serás salvo” ¿Cómo pueden los gentiles entrar en la familia de Dios? Creyendo en su corazón lo que es cierto acerca de Cristo, y confesando con su boca lo que el corazón cree, no importan las distinciones étnicas, ni culturales ni las obras de la ley.

Ahora tenga cuidado aquí: la boca no está en conflicto con el corazón. Y el corazón no se queda atrás cuando la boca habla. Pablo no quiso decir: «crea simplemente que Dios levantó a Jesús de entre los muertos y no tiene que confesar que él es el Señor»; y tampoco quiso decir: si confiesa que Jesús es el Señor ya no tiene que creerlo en su corazón. No, ¡la boca confiesa lo que el corazón cree, y desde el principio el corazón cree que Dios levantó a Jesús de entre los muertos, que Jesús es el Señor! La resurrección es la vindicación de Dios a todo lo que Jesús consumó en su vida y en su muerte. Jesús consumó el triunfo sobre nuestra culpa, sobre nuestra condenación, sobre nuestra muerte, sobre Satanás y sobre el infierno. Y ahora, como el conquistador levantado sobre todos sus enemigos, Dios le dio un nombre que es sobre todo nombre: Señor.

Compréndalo. Porque, aunque había muchos señores y muchos dioses (1ra a los Corintios 8:5), Jesús no era un Señor en medio de muchos. “Señor” (kurios) fue la palabra que el Antiguo Testamento griego utilizó para traducir el nombre personal de Dios, Yahvé (Jehová). Y, más importante aún, en el versículo 13 Pablo escribe Jesús precisamente donde decía Jehová en Joel 2:32: porque: “Todo aquel que invoque el nombre del Señor será salvo”. Es asombroso que ser cristiano signifique confesar que Jesús es Dios -no un dios. Jesús es Señor -el Señor. No un señor. Es lo que un cristiano cree.

Pablo, en los versículos 11-13, no deja de hablar del corazón y de la boca. Es decir, él habla, en el versículo 11, acerca de lo que hace el corazón y, en los versículos 12-13, de lo que hace la boca. En el versículo 11 el corazón cree: “Todo el que cree en El no será avergonzado”. Y en los versículos 12-13 la boca confiesa: “Porque no hay distinción entre judío y griego, pues el mismo Señor es Señor de todos, abundando en riquezas para todos los que le invocan;  porque: Todo aquel que invoque el nombre del Señor será salvo”.

Entonces podemos resumir esta primera verdad («invocar al Señor») de la siguiente manera: Venir a Dios para salvación significa creer en Cristo en nuestro corazón por todo lo que ha hecho por nosotros, y luego expresar esta fe con nuestra boca confesándolo y llamándolo Señor.

Dios Invita a Todos
Segundo, después de la palabra “invocar”, vimos la palabra “todos”. Los gentiles estamos incluidos en el verdadero Israel, porque creemos y confesamos a Jesús en lugar de afianzarnos a las obras de la ley, estamos incluidos porque la invitación es para todos. Esta verdad se evidencia en los versículos 11, 12 y 13. Y esta es la idea que Pablo enfatiza porque añade la palabra “todo” a la cita de Isaías 28:16 en el versículo 11, aunque no la añadió en Romanos 9:33. Versículo 11: “Pues la Escritura dice: Todo el que cree en El no será avergonzado”.

Entonces el versículo 12 subraya esta idea: “Porque no hay distinción entre judío y griego, pues el mismo Señor es Señor de todos, abundando en riquezas para todos los que le invocan”. Y entonces el versículo  lo reafirma: “Porque: Todo aquel que invoque el nombre del Señor será salvo”.

Aquí la idea central de Pablo es: «Sí, en un sentido, es sorprendente que los gentiles puedan ser incluidos en el verdadero Israel. Sí, es sorprendente que la invitación de Dios a confiar en Cristo (el Mesías judío) como Dios y a ser parte de la familia del pacto se le brinde indiscriminadamente a todas las personas de todas las razas, religiones y culturas». Pero Pablo está tratando de explicarnos que cuando entendamos a cabalidad el significado del Antiguo Testamento, no nos sorprenderá la posibilidad de que los gentiles puedan ser parte de la familia del pacto. Isaías 28:16; Joel 2:32; Oseas 1:10; 2:23 y Romanos 9:25-26, señalan hacia el corazón de Dios, expansivo, inclusivo, bondadoso, libre, generoso y cautivador.

Así como Cristo es el fin de la ley para justicia a todo aquel que cree, así también el fin del Antiguo Testamento fue ofrecernos el camino hacia la salvación. Es por eso que usted y yo somos salvos, y es por eso que estamos comprometidos con las naciones.

Las Riquezas De Su Gloria
Finalmente, Pablo hace un marcado énfasis en «todos», en nuestra fe, confesión y llamado, para llevarnos a las riquezas de Dios- Dios nos está bendiciendo con todo lo que él es para nosotros en Jesús ¿Qué es lo que recibimos cuando creemos en Cristo con nuestro corazón y lo confesamos con nuestra boca? Cada uno de estos 5 versículos (9-13) nos da una respuesta a esa pregunta. Tomo la palabra riquezas del versículo 12: “Porque no hay distinción entre judío y griego, pues el mismo Señor es Señor de todos, abundando en riquezas para todos los que le invocan”. Pongo este versículo primero porque pienso que resume y tiene más profundidad que los otros.

Las riquezas de Dios no son principalmente tesoros terrenales, a pesar de que él es muy generoso cuando nos bendice materialmente, él satisface nuestras necesidades terrenales una y otra vez. Las riquezas de Dios son esencialmente las que más necesitamos, y las que nos satisfacen más profunda y permanentemente -no se tratan de bienes, posesiones, juguetes, carros, casas, tierras, negocios e inversiones-, estas posesiones, no satisfacen el corazón y no duran ¿Cuáles son las riquezas de Dios?

La riqueza de Dios es la salvación según los versículos 9, 10 y 13. Versículo 9: “Si confiesas con tu boca a Jesús por Señor, y crees en tu corazón que Dios le resucitó de entre los muertos, serás salvo”. Versículo 10b: “…Con la boca se confiesa para salvación”. Versículo 13: “Todo aquel que invoque el nombre del Señor será salvo” ¡Salvo, salvo, salvo! ¿Pero de qué? Salvo de la culpa, salvo de la condenación, de la ira de Dios, salvo del infierno y salvo del pecado. Estas son riquezas preciosas más allá de todo precio. Pero todas son negativas. Están dejando algo detrás, no ganando algo.

Las riquezas del versículo 11 son también negativas, gloriosamente negativas: “Pues la Escritura dice: Todo el que cree en El no será avergonzado”. Las riquezas de Dios no incluyen vergüenza. Los hijos de Dios serán revelados por lo que son realmente (Romanos 8:19). Aquí en la tierra pueden ser la escoria del mundo. Aquí pueden ser avergonzados repetidas veces como le pasó a Pedro en Hechos 5:41, pero, recuerden lo que Jesús dijo: “Bienaventurados seréis cuando os insulten y persigan, y digan todo género de mal contra vosotros falsamente, por causa de mí.  Regocijaos y alegraos, porque vuestra recompensa en los cielos es grande” (Mateo 5:11-12). Nuestras riquezas son grandes. Ellas revocarán toda vergüenza. Seremos vindicados a su debido tiempo.

De hecho, a los ojos de Dios, ya estamos vindicados. De estas riquezas se habla en el versículo 10a: “Porque con el corazón se cree para ser justificado” [NVI], o literalmente: “con el corazón se cree para justicia”. Cuando nuestro corazón despierte para ver y abrazar a Cristo como nuestra justicia, inmediatamente estaremos en él y la justicia de él nos será imputada. ¡Esto sí es riqueza! ¡Es mejor ser justos delante de Dios con la justicia de Cristo, que tener todas las riquezas del mundo y presentarnos ante Él en nuestra propia justicia!

¿El derecho de pararnos frente a él en la justicia de Cristo, sin culpa, sin condenación y sin vergüenza es la suprema riqueza de Dios? No. Todo esto apunta hacia la suprema riqueza. La suprema riqueza de Dios es, como dice Romanos 9:23: “las riquezas de su gloria”. Las riquezas de Dios son las riquezas de verle, conocerle, admirarle y disfrutarle por siempre. Él, en sí mismo, es el resumen de las riquezas que tenemos en Cristo. Pablo estima todo como pérdida por el valor excepcional de conocer a Jesucristo -la misma imagen de Dios.

La Palabra de Dios Para Usted
La Palabra de Dios para usted en esta mañana es que todas las riquezas del perdón, de la justificación, de la liberación de la culpa, de la condenación, de la vergüenza, y toda la comunión de Dios se extienden gratuitamente hacia usted -sin importar su procedencia. ¡Oh, escuche el corazón expansivo de Dios!, él no nos ofrece esta comunión sobre el fundamento de las obras o con la condición de que alcancemos un modelo determinado. Nos ofrece esta comunión sobre el fundamento de Cristo, siempre que creamos que Dios levantó a Jesús de entre los muertos y expresemos que Jesús es el Señor. Confíe en él hoy, invoque su nombre y cuéntele a alguien que Jesús es el Señor.

Fuente:
Desiring God

Si desea leer la Primera parte de este mensaje, puede hacer click aquí.

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LA PALABRA DE FE QUE PREDICAMOS I

LA PALABRA DE FE QUE PREDICAMOS Parte I
Por John Piper | Tópico: Historia de la Redención
Serie: Romanos: La Carta más Grandiosa Jamás Escrita

Romanos 10:5–13

"Porque Moisés escribe que el hombre que practica la justicia que es de la ley, vivirá por ella.  Pero la justicia que es de la fe, dice así: No digas en tu corazón: “¿Quien subirá al cielo?” (esto es, para hacer bajar a Cristo),  o “¿Quien descenderá al abismo?” (esto es, para subir a Cristo de entre los muertos).  Más, ¿qué dice? Cerca de ti esta la palabra, en tu boca y en tu corazón, es decir, la palabra de fe que predicamos:  que si confiesas con tu boca a Jesús por Señor, y crees en tu corazón que Dios le resucitó de entre los muertos, serás salvo;  porque con el corazón se cree para justicia, y con la boca se confiesa para salvación.  Pues la Escritura dice: "Todo el que cree en El no será avergonzado."  Porque no hay distinción entre judío y griego, pues el mismo Señor es Señor de todos, abundando en riquezas para todos los que le invocan;  porque: "Todo aquel que invoque el nombre del Señor será salvo”. 

Sería razonable si alguien preguntara: ¿Por qué Estados Unidos se pasa el tiempo en la actualidad, en pleno siglo XXI, pensando en el problema con Israel? Sobre todo en el problema con el antiguo Israel de los tiempos bíblicos. Aquel Israel está tan distante del terrorismo en Riyadh y Casablanca, de la inanición en Etiopía, de las graves neumonías en Taiwan y Toronto, parece tan alejado de los déficits presupuestarios y de las economías aplastadas, de las bajas tasas de interés y de un posible baño de sangre en la República del Congo entre las tribus Hema y Lindu.

En Romanos capítulos 9 al 11 se trata principalmente con el problema del fracaso de Israel en encontrar la justicia ante Dios y por consiguiente, la salvación y la vida eterna. El resto del mundo, los llamados gentiles se exponen en Romanos 9:24 y se mantienen expuestos durante el resto del tiempo, sin embargo, ocupan un segundo lugar en la mente de Pablo a lo largo de estos versículos. El asunto principal, una y otra vez, es: ¿es acaso Israel el pueblo elegido por Dios? Y si es así, ¿que fue lo que falló? ¿Por qué debiera importarnos esto?

Israel: El Microcosmos Histórico de la Conciencia del Mundo
Permítame enfocarme en la razón principal. Según el esquema de Dios, Israel es el microcosmos histórico de la conciencia del mundo, como también es el microcosmos de la conciencia de todos ustedes. Israel es el teatro histórico donde el drama de cada alma humana es escenificado a la vista de todos. Lo que sucede espiritualmente dentro de usted - y dentro de cada persona –ha sucedido en Israel a lo largo de su historia. La historia es narrada de manera que podamos vernos a nosotros mismos y de que podamos hacer entender al mundo. Si usted quiere saber cuál es su propia condición espiritual ante Dios, como ser humano; si quiere conocer los más grandes problemas del mundo, usted puede aprenderlo mirando la historia de Israel según es interpretada en la Biblia.

Describo esta verdad partiendo de Romanos 3:19. Allí Pablo dice: "Ahora nosotros sabemos que lo que la ley dice [es decir, la ley del Antiguo Testamento para Israel] lo dice a los que están bajo la ley [es decir, Israel], para que cada boca sea callada, y todo el mundo se mantenga responsable delante de Dios." ¿Ve lo que sucede? Dios trata con Israel en su ley no sólo para tener las cuentas claras con Israel, sino para tener las cuentas claras con "el mundo entero". Dios le dice esto a Israel: "cada boca debe ser callada". La de usted y la mía. Israel es un microcosmos de nuestra conciencia. Israel es un teatro donde podemos mirar nuestras propias luchas espirituales escenificadas en la historia, aprender lo que ellas significan y cómo responder ante ellas. Ésta es una de las razones por la cual la iglesia primitiva nunca dejó el Antiguo Testamento, a pesar de que ya Cristo había venido y había cumplido a cabalidad todas las esperanzas del Antiguo Testamento.

Israel Como Microcosmos Explicado En Cinco Pasos
Permítame intentar explicar este microcosmos, este teatro, un poquito más ampliado en cinco pasos.

Primero, cada corazón humano tiene en sí un modelo de la ley de Dios escrito en él. Pablo dice en la carta a los Romanos 2:15:

Refiriéndose a los gentiles “…ya que muestran la obra de la ley escrita en sus corazones, su conciencia dando testimonio, y sus pensamientos acusándolos unas veces y otras defendiéndolos…”

Así que tenemos dentro, escrito en nuestros corazones un modelo de la ley de Dios; mientras que Dios le dio a Israel un modelo de la ley escrito en el Antiguo Testamento. El nuestro es invisible. El de Israel es visible y legible.

Segundo, todos fallamos en guardar la ley que se nos dictó. Pablo dice en Romanos 3:9:

“¿Entonces qué? ¿Somos nosotros mejores que ellos? De ninguna manera; porque ya hemos denunciado que tanto judíos como griegos están todos bajo pecado”.

Así que no sólo tenemos un modelo de la ley escrito en nuestros corazones, que Israel tenía por escrito en el Antiguo Testamento, sino que nosotros y ellos, los dos fallamos en guardarlo. Todos pecamos. Pero el pecado de Israel es más claro, porque nosotros podemos ver la ley que ellos quebrantaron. Está escrito en la historia. La ley escrita en nuestro corazón no es visible, así es que nuestra desobediencia y rebelión es grave. ¡Pero no es evidente! Israel es el teatro visible dónde usted puede ver plasmado, en la historia, lo que realmente está viviendo.

Tercero, todos sabemos que no cumplimos la ley de Dios escrita en nuestros corazones, y nuestra conciencia nos condena.

E intuitivamente, sabemos que esta condenación es un eco de la condenación de Dios que es aun más severa y justa. La voz de la conciencia - tan débil e imperfecta como es - es el eco del juicio de Dios. Y cuando vemos a Israel juzgado bajo la mano de Dios en la historia, estamos viendo una representación de nuestra propia situación ante Dios. Cuando sus bocas se callan, las nuestras se callan.

Cuarto, el remedio por la culpa de Israel y la condenación es adecuado a nosotros, porque el propósito de Dios es que su manera de salvar a los pecadores culpables sea la misma para Israel Y para el mundo - pero nosotros lo aprendemos mejor mirando el la represetación teatral de la historia de Israel.

El remedio de Dios no es hacernos buenos cumplidores de la Ley, sino poner en nosotros la fe en el que cumple la ley, en la muerte y en la resurrección de Jesucristo. Atendiendo a Romanos 3:28-30:
“Porque concluimos que el hombre es justificado por la fe aparte de las obras de la ley. 29 ¿O es Dios el Dios de los judíos solamente? ¿No es también el Diosde los gentiles? Sí, también de los gentiles, 30 porque en verdad Dios es uno, el cual justificará en virtud de la fe a los circuncisos y por medio de la fe a los incircuncisos”.

En otros términos, podemos ser salvos de la violación de la ley y de la condenación mediante la "justificación por la fe, no por obras", y esto significa que el camino está abierto para todas las naciones, para Israel y para todo el mundo.

Usted puede ver lo mismo justo en nuestro texto, Romanos 10:11-13:
“Pues la Escritura dice: Todo el que cree en El no será avergonzado. 12 Porque no hay distinción entre judío y griego, pues el mismo Señor es Señor de todos, abundando en riquezas para todos los que le invocan; 13 porque: Todo aquel que invoque el nombre del Señor será salvo”. 
El punto es: "todo el que cree" en Cristo será justificado ante el tribunal de Dios. Y esa justificación es solo por fe, por consiguiente la salvación de la culpa y la condenación universal están disponibles para Israel y para todas las naciones.

Hemos visto cuatro maneras de cómo Israel es la representación histórica del drama de nuestras propias vidas ante Dios:
1. Tenemos la ley de Dios escrita en nuestros corazones, e Israel tiene la ley de Dios escrita en la historia para que todos podamos leerla.

2. Nosotros fallamos en cumplir nuestra ley invisible, y la ley fracasó al no permanecer como una ley visible y escrita para que todos la observáramos.

3. Nos condenamos por nuestra conciencia que nos dicta justa sentencia y que es el eco más severo de Dios, nuestra conciencia es condenada visible y públicamente por Dios.

4. El remedio ofrecido a Israel es la fe en el Mesías, que proporciona una justicia que ellos mismos no podrían proveerse y esta justicia también está absolutamente preparada para nosotros los gentiles. Así la historia de Israel y nuestra historia personal interior se conectan en Jesús. Su historia señalaba a Jesús, y nuestras luchas espirituales señalaban a Jesús.

¿Qué nos lleva a una última ilustración de Israel como la representación histórica del drama de nuestras vidas?

Quinto, Pablo describe porque Israel no entendió el remedio, la fe en Jesucristo, fue para que no cometiéramos el mismo error, y para que ellos pudieran encontrar su camino de regreso.

Ahora, estamos aquí, en Romanos 10:5-13. He empezado de esta manera para que usted pueda ver por qué este texto debiera importarle. Pablo está tratando de explicarnos por qué Israel no entendió el objetivo de su propia ley. Su propósito es que entendamos el objetivo de esa ley o el objetivo de la ley escrita en nuestros corazones. Ellos leyeron su historia y no vieron el objetivo. ¿Usted está leyendo su propia historia y no está percibiendo el objetivo? ¿Sabe cual es el propósito de sus fracasos, de su conciencia y de sus sentidos de culpa? ¿Ha observado el trato de Dios con Israel y ha aprendido acerca del trato de Dios con usted?

Debemos detenernos y contemplar por un momento esta maravillosa obra de Dios. ¿El Dios Todopoderoso, el Creador del universo, Gobernante de todas las cosas, ha intervenido en la historia durante los últimos 4,000 años para tratar con un pueblo llamado Israel? - ¿Para qué? - para que el mundo entero pueda reconocerse en ellos mismos, en sus luchas, en su Hacedor y en la forma de salvación por Cristo. Él trata con el microcosmos por amor al macrocosmos. Él trata con un pueblo pequeño por amor a todos los pueblos. Él interviene en una historia visible por amor a las almas invisibles, por amor a las mentes y corazones que están deprimidos con la culpa y la condenación. ¿No es maravilloso que la historia de Israel - contada en la Biblia – trate acerca de usted? ¿Que trate acerca de manteneros íntegros ante un Dios santo, y que trate sobre el cambio que debe haber en nosotros?

Así que en definitiva resulta que el trato de Dios con Israel sí se relaciona con la ira y la pena del terrorismo, se relaciona con las severas neumonías, con el dolor y los miedos que traen consigo, se relaciona con una mala economía, con su desempleo, sus desalientos y penalidades, el trato de Dios con Israel se relaciona con la rabia tribal seguida de la venganza y los rencores - porque la historia entera de Israel, su fracaso, está llevándonos a Cristo para recibir perdón, justicia y para ayudar a todo aquel que cree.

La Manera En Que Israel No Entendió El Objetivo De Su Historia (Versículos 5-8)

Así que pregunto, ¿usted ha evitado el error de Israel, o está cometiendo el mismo error? Veamos cómo Pablo nos muestra en los versículos del 5-8 la manera en que Israel no entendió el objetivo de su historia. Pablo ya expuso el objetivo en Romanos 10:3-4. Israel impuso su propia justicia a pesar de que ya existía la de Cristo:
“Pues desconociendo la justicia de Dios y procurando establecer la suya propia, no se sometieron a la justicia de Dios. 4 Porque Cristo es el fin de la ley para justicia a todo aquel que cree”.

Israel falló en ver que su ley, su historia, tenía el propósito de llevarlos hacia Cristo para justicia por la fe, no por obras.

Ahora, en los versículos 5-8 Pablo ilustra este fracaso en el Antiguo Testamento. Debemos mirar la historia de Israel y asegurarnos de no cometer el mismo error usando la ley de Israel o la ley escrita en nuestros propios corazones. Lo que Pablo dice aquí es que el Antiguo Testamento enseñó dos tipos de justicia: La justicia de la ley y la justicia de la fe en Cristo.

La Justicia de La Ley
Pablo ilustra el primer tipo de justicia en el versículo 5 citando Levítico 18:5:
“Porque Moisés escribe que el hombre que practica la justicia que es de la ley, vivirá por ella”. 

En otros términos, Pablo dice que Moisés entendió el principio de que la obediencia perfecta a la ley les resultaría en la vida eterna de Dios. Si confiáramos en él y por su gracia nunca pecáramos, seríamos salvos y tuviéramos la vida eterna.

Ambos, Pablo (Romanos 3:9-10; 3:23) y el Antiguo Testamento (1er libro de los de Reyes 8:46) están absolutamente de acuerdo en que nadie gana la vida eterna de esta manera, porque todos pecamos. Pero el principio, la demanda original y suprema de Dios es la fe perfecta y sin pecado - ese principio es totalmente esencial- ninguno de los sacrificios del Antiguo Testamento, o la cruz de Cristo, tiene sentido sin esta perfecta fe. La justicia por medio de la perfecta fe sin pecado haría una fe perfecta ajustada a la medida de la vida eterna. Usted puede verlo en Gálatas 5:3: “Y otra vez testifico a todo hombre que se circuncida, que está obligado a cumplir toda la ley”. En otras palabras, si usted quiere la "justicia de la ley", debe guardar perfectamente toda la ley, por medio de una fe perfecta (vea Números 14:11; 20:12). Pero nadie nunca ha estado a la altura de este modelo, excepto uno.

La Justicia de La Fe
Todos estos planteamientos expuestos en el párrafo anterior nos llevan al otro tipo de justicia, llamada, justicia por la fe en Cristo. Pablo ilustra esta justicia en los versículos 6-8 refiriéndose a Deuteronomio 30:11-14. Recuerde, esto es lo que Pablo está explicando desde el versículo 4: “Porque Cristo es el fin de la ley para justicia a todo aquel que cree”. ¿Cómo ilustra esto a partir de Deuteronomio 30?  Escuche mientras leo los versículos originales de Deuteronomio 30:11-14. ¡Su mensaje es que la ley es asequible!

"Este mandamiento que yo te ordeno hoy no es muy difícil para ti, ni fuera de tu alcance.  No está en el cielo, para que digas: '¿Quién subirá por nosotros al cielo para traérnoslo y hacérnoslo oír a fin de que lo guardemos?'  Ni está más allá del mar, para que digas: '¿Quién cruzará el mar por nosotros para traérnoslo y para hacérnoslo oír, a fin de que lo guardemos?'  Pues la palabra está muy cerca de ti, en tu boca y en tu corazón, para que la guardes."

Para Pablo este texto señala en dirección a Cristo como nuestra justicia. Él dice que este texto realmente se refiere a "la palabra de fe que nosotros proclamamos" (v. 8), es decir, la fe en Cristo. Escuche la manera en que Pablo lo relaciona con Cristo en Romanos 10:6-8:
"Pero la justicia que es de la fe, dice así: No digas en tu corazón: “¿Quien subirá al cielo?” (esto es, para hacer bajar a Cristo),  o “¿Quien descenderá al abismo?” (esto es, para subir a Cristo de entre los muertos).  Mas, ¿qué dice? Cerca de ti esta la palabra, en tu boca y en tu corazón, es decir, la palabra de fe que predicamos”. 

Ahora bien, ¿cómo ve Pablo a Cristo en este pasaje? Esta es la pregunta decisiva. Y recuerde que el fracaso de Israel en percatarse de este tipo de cosas es la representación histórica a partir de la cual debemos aprender acerca de nuestras propias almas y de nuestra propia salvación.

¿Cómo Señala a Cristo Deuteronomio 30:11-14? (Cuatro Pasos)
Estas son las cuatro etapas que Pablo utiliza en Deuteronomio 30:11-14 para señalar a Cristo como nuestra justicia (Romanos 10:4).

1. Pablo supo del Antiguo Testamento, por experiencia y por inspiración, que todas las personas pecan, y ninguna es justa (Romanos 3:9-10). 1er libro de Reyes 8:46: “…pues no hay hombre que no peque…”. Por consiguiente, supo que había algo extraño sobre esta declaración aparentemente simple en Deuteronomio 30:11: “Este mandamiento que yo te ordeno hoy no es muy difícil para ti, ni fuera de tu alcance”. El mandamiento había demostrado ser demasiado duro para todos en el mundo, incluso para el más fiel. Y hubiera demostrado esta dureza incluso en los propios días de Pablo.

2. Cuando Pablo, en el versículo 6, utiliza las palabras: "no digas en tu corazón", está citando a Deuteronomio 9:4 donde Dios advierte a Israel: “No digas en tu corazón cuando el Señor tu Dios los haya echado de delante de ti: “Por mi justicia el Señor me ha hecho entrar para poseer esta tierra”, sino que es a causa de la maldad de estas naciones que el Señor las expulsa de delante de ti”. En otras palabras, Pablo sabía que el regalo de la tierra prometida no era debido a lo fácil que era guardar los mandamientos. No era debido a alguna justicia humana. Era por a la gracia totalmente inmerecida de Dios, independientemente de cualquier esfuerzo humano. Pablo ve en todo esto una ilustración que representaba cómo la justificación viene al creyente, una representación de cómo entramos en la tierra prometida del favor de Dios.

3. Unos versículos antes (Deuteronomio 30:6) Pablo dice que la obediencia perfecta y eventual de Israel sólo vendrá en el día que Dios cumpla su nuevo pacto, donde cambiará el corazón de Israel, perfecta y totalmente. Moisés escribe: “Además, el Señor tu Dios circuncidará tu corazón y el corazón de tus descendientes, para que ames al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma, a fin de que vivas”. Seguramente Pablo leyó este texto con Cristo en la mente. Cristo traería la circuncisión para que aprobáramos. Su sangre sería la sangre del nuevo pacto (Lucas 22:20). Algún día no solo habrá una justificación perfecta, también habrá una santificación perfecta. Los mandamientos realmente serán fáciles, algún día. ¡A través de Cristo!

4. Ahora Pablo, partiendo el contexto inmediato y distante, se preparó para ver a Cristo implícito en Deuteronomio 30:11-14. Cada vez que Moisés dice que el mandamiento es fácil y cómodo, Pablo lo sustituye por Cristo. Mire el versículo 6:
“Pero la justicia que es de la fe, dice así: No digas en tu corazón: “¿Quien subirá al cielo? [AT: “¿para traérnoslo y hacérnoslo oír a fin de que lo guardemos?” [Pero Pablo dice] NT: (esto es, para hacer bajar a Cristo)”. 

Pablo sustituye a Cristo en lugar del mandamiento. Entonces, en el versículo 7 Pablo continúa. Ni tampoco lo dice la justicia de la fe.

“¿Quien descenderá al abismo?” [AT: ¿para traérnoslo y para hacérnoslo oír, a fin de que lo guardemos?” [Pero Pablo dice] “(esto es, para subir a Cristo de entre los muertos)”.

Pablo nuevamente pone a Cristo en el lugar del mandamiento.
Observe cuidadosamente, Pablo se refiere a la encarnación de Cristo- “para hacer bajar a Cristo” (v.6)- y a su resurrección- “para subir a Cristo de entre los muertos” (v.7). El asunto es que Israel no hizo nada para hacer que esto fuera posible. Pablo pone la vida terrenal de Cristo y la vida ascendida de Cristo en el lugar de nuestra obediencia a los mandamientos. Ésa es la clave para la justificación. Ése es el mensaje fundamental de Romanos 10:4, esto es lo que dicen estos versículos: “Porque Cristo es el fin de la ley para justicia a todo aquel que cree”. Éste es el primer paso en que el mandamiento “no es muy difícil para ti”, tampoco era muy difícil para Cristo. Y Dios acepta la obediencia de Cristo como si fuera la obediencia de usted.

En otras palabras, Pablo ve en este texto del Antiguo Testamento un indicador del día en que Cristo sería nuestra justicia y nuestra santificación. Primero, Moisés enseña, nosotros debemos tener una justificación perfecta que sea asequible - pero nadie la logra. Por consiguiente, Pablo infiere, Cristo vendrá, vivirá, morirá, ascenderá, y así logrará la obediencia perfecta por nosotros, y nos la acreditará. Y entonces, debido a esa gran justificación, a este gran paso en el cumplimiento del nuevo pacto, un día, con un corazón perfectamente circuncidado, obedeceremos a Dios perfecta y fácilmente, con gozo.

Nuestra respuesta es tener la fe jubilosa en Cristo, nuestra justicia. Versículo 8: “Mas, ¿qué dice? [La justicia de la fe] Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón, es decir, la palabra de fe que predicamos”. Moisés estaba enseñando la forma de tener la fe en Cristo para justicia.

Hay muchísimo más que decir y lo haremos la próxima semana. Pero queremos añadir una última consideración. Jesús dijo: “Porque mi yugo es fácil y mi carga ligera” (Mateo 11:30). Pero también dijo: “Porque estrecha es la puerta y angosta la senda que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan” (Mateo 7:14). Vivimos entre la perfecta justificación - que ya ha sucedido - y la perfecta santificación - que no ha sucedido todavía. Lo sentimos ahora: ¡Oh, que dulce es la comunión de Cristo al hacer su voluntad! ¡Y cuán fácil es cuando vivimos en la maravillosa justificación de ser un hijo de Dios, totalmente satisfecho en Jesús! Pero ¡Oh, cuanto gemimos en nuestros fracasos al intentar alcanzar la fe y la obediencia! Digamos con el apóstol Pablo: “¡Miserable de mí! ¿Quién me libertará de este cuerpo de muerte?  Gracias a Dios, por Jesucristo Señor nuestro” (Ro. 7:21-25). Jesús es nuestra justicia. Él es nuestra victoria. Él ha circuncidado nuestros corazones. Y Él está trabajando en base a nuestra santificación.

¡Oh! hay mil lenguas para cantar,
Las alabanzas a mi gran Redentor,
Las glorias a mi Dios y Rey,
Los triunfos de su gracia.

Mi Señor y mi Dios,
Ayúdame a proclamar,
Para extender hasta el fin de toda la tierra,
Los honores de tu nombre.

Él rompe el poder del pecado invalidado,
Él liberta al prisionero;
Su sangre puede limpiar al más sucio,
Su sangre es útil para mí.

Fuente:
Desiring God

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LA PALABRA DE DIOS PERMANECE III

La Palabra de Dios permanece Parte III: Cristo vino para confirmarla
Por John Piper | Escritura: Romanos 15:5–13 | 

Tópico: Historia de la Redención
Serie: Romanos: La Carta más Grandiosa Jamás Escrita


"Y que el Dios de la paciencia y del consuelo os conceda tener el mismo sentir los unos para con los otros conforme a Cristo Jesús, para que unánimes, a una voz, glorifiquéis al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo. Por tanto, aceptaos los unos a los otros, como también Cristo nos aceptó para gloria de Dios. Pues os digo que Cristo se hizo servidor de la circuncisión para demostrar la verdad de Dios, para confirmar las promesas dadas a los padres, y para que los gentiles glorifiquen a Dios por su misericordia; como está escrito: Por tanto, te confesaré entre los gentiles, y a tu nombre cantaré. Y vuelve a decir: Regocijaos, gentiles, con su pueblo. Y de nuevo: Alabad al Señor todos los gentiles, y alábenle todos los pueblos. Y a su vez, Isaías dice: Retoñará la raíz de Isaí, el que se levanta a regir a los gentiles; los gentiles pondrán en El su esperanza. Y el Dios de la esperanza os llene de todo gozo y paz en el creer, para que abundéis en esperanza por el poder del Espíritu Santo" (Romanos 15:5-13).


La relación entre este mensaje de Romanos 15, y los mensajes anteriores sobre Romanos 9, es el enlace entre Romanos 9:6 y Romanos 15:8. Ambos versículos afirman que la Palabra de Dios no ha fallado, sino que permanece invencible. Romanos 9:6 dice: "no es que la palabra de Dios haya fallado” y Romanos 15:8 dice: "Cristo se hizo servidor de la circuncisión para [...] confirmar las promesas dadas a los padres". Las palabras de Dios -las promesas de Dios- no han fallado, permanecen confirmadas.

La diferencia entre estos dos textos es que el fundamento para la palabra infalible de Dios, en Romanos 9, es la verdad de la elección incondicional, y el fundamento para la palabra infalible de Dios, en Romanos 15, es la verdad de la obra redentora de Cristo como el servidor de Israel.

En Romanos 9:6, Pablo dice: "no es que la palabra de Dios haya fallado. Porque no todos los descendientes de Israel son Israel”. En otras palabras, dentro de Israel, hay un Israel electo, y estos serán salvos y la Palabra de Dios, la palabra de la promesa, permanecerá y nunca fallará en aquellos a quienes Él, soberanamente, planea salvar. Por otro lado, en Romanos 15:8, Pablo dice: "Pues os digo que Cristo se hizo servidor de la circuncisión [es decir, nació como Mesías judío para servir a Su pueblo] para demostrar la verdad de Dios, para confirmar las promesas dadas a los padres". En otras palabras, la palabra de Dios permanece porque Cristo vino al mundo e hizo la obra que tenía que hacerse para salvar a los elegidos.

La elección y la obra salvadora de Jesucristo
Así que aquí hay un estandarte absolutamente crucial que necesita ser ondeado sobre la enseñanza de Romanos 9. Es el anuncio de la Navidad y el Viernes Santo y la Pascua. A saber: La doctrina de la elección incondicional de Dios nunca debe ser separada de la obra salvadora de Jesucristo. Subraye estas palabras cruciales de Efesios 1:4: "[Dios] nos escogió en El [en Jesucristo] antes de la fundación del mundo”. O subraye estas palabras en 2da a Timoteo 1:9: "[Dios] nos ha salvado y nos ha llamado con un llamamiento santo, no según nuestras obras, sino según su propósito y según la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús desde la eternidad”. O Efesios 3:11: "[Dios actuó] conforme al propósito eterno que llevó a cabo en Cristo Jesús nuestro Señor”.

Por tanto, desde antes de la fundación del mundo, Dios elige a Su pueblo en Cristo, en relación con Cristo y Su obra salvadora. Desde antes de los tiempos, Dios los destina para la gracia en Cristo. En Cristo, Él consuma su propósito selectivo eterno. Nunca debemos pensar en la preciosa y gloriosa verdad de la elección incondicional separada de Jesucristo y de su obra salvadora sobre la cruz. Dios eligió al pueblo para que fuera salvado por Cristo. La obra salvadora de Jesucristo no fue una idea tardía. La Navidad, el Viernes Santo, la Pascua, estaban en la mente de Dios al elegirnos en Él desde antes de la fundación del mundo.

Por tanto, las promesas de Dios permanecen invencibles, no solo porque Él es libre y soberano en su elección de a quién salvar (como enseña Romanos 9), también porque Él se encarga de salvarles realmente en la historia, mediante la llegada y muerte y resurrección de Su Hijo, Jesucristo (como enseña Romanos 15).

Por tanto hoy, como es el domingo anterior a la Navidad, enfoquémonos en Romanos 15:8-9, y preguntemos, ¿por qué es una buena noticia que Cristo haya venido a favor de la verdad de Dios? Leamos nuevamente estos tres versículos: "Pues os digo que Cristo se hizo servidor de la circuncisión para demostrar la verdad de Dios, para confirmar las promesas dadas a los padres, y para que los gentiles glorifiquen a Dios por su misericordia".

Ahora, leámoslo más cuidadosamente y notemos la estructura de esta oración.
"Pues os digo que Cristo se hizo servidor de la circuncisión..." Esto significa que Él se convirtió en un judío para servir al pueblo judío. Recuerde lo que dijo en Marcos 10:45: "El Hijo del Hombre vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos", ése es el servicio en perspectiva, el servicio para morir en rescate por muchos.

Entonces Pablo hace la principal declaración sobre por qué Él vino. "Pues os digo que Cristo se hizo servidor de la circuncisión para demostrar la verdad de Dios..." Esa es la declaración principal: Cristo vino para servir (para dar Su vida como rescate) de manera que la verdad de Dios fuera establecida. Entonces vienen dos propósitos para esta obra de Cristo de vindicar a Dios:

Primero: "...para confirmar las promesas dadas a los padres".

Segundo (versículo 9a): "...y para que los gentiles glorifiquen a Dios por su misericordia".

Así que la declaración principal para explicar por qué Cristo se hizo un ser humano encarnado como judío, es que Él vino para servir a los hombres y para vindicar a Dios: Versículo 8: "Cristo se hizo servidor. . . para demostrar la verdad de Dios". O para ser más exactos: Cristo vino para servir al hombre mediante la vindicación de la verdad de Dios. No es como si Su servicio fuera una cosa, y Su demostración de la verdad de Dios fuera otra. Su vindicación de la verdad de Dios fue la forma en que Él sirvió al hombre.

¿Cómo es que la Navidad es una buena noticia?
Así que aquí hay una pregunta que quiero tratar de responder partiendo de este texto: ¿Por qué somos bien servidos por la vindicación de la verdad de Dios mediante Cristo? ¿Por qué nos hace bien que Cristo valide la verdad de Dios? O para hacer que el mensaje se sienta más de acuerdo a esta temporada, debiéramos preguntar: ¿Cómo es que la navidad es buena noticia si significa que Cristo vino a demostrar la verdad de Dios?

Veo cuatro razones por las cuáles es bueno para nosotros que Cristo viniera para demostrar la verdad de Dios:

1. Es bueno para nosotros que Cristo viniera a demostrar la verdad de Dios porque la venida de Cristo muestra que Dios es ante todo para sí mismo.
Es notable que Pablo hiciera una distinción en el versículo 8, entre la confirmación de "la verdad de Dios" por Cristo, y el resultado y propósito de ella, es decir "para confirmar las promesas". Lea nuevamente el versículo 8: "Pues os digo que Cristo se hizo servidor de la circuncisión para demostrar la verdad de Dios, para confirmar las promesas dadas a los padres". Pudiera decirse, supongo, que estos son dos modos de decir lo mismo: Confirmar la verdad de Dios, y confirmar las promesas que Él hizo.

Pero hay algo más profundo en la verdad que en la confirmación de Sus promesas. Dios es verdadero antes de hacer cualquier promesa. Dios es un Dios de verdad antes de hablar con el hombre. Es importante que pensemos en esto. De otra forma tenderíamos a pensar de Dios, solo en relación a nosotros como si Sus atributos no tuvieran significado o importancia fuera de nosotros. Esto nos engrandece demasiado. Y se corre el riesgo de quitarle significado a la autosuficiencia de Dios, a la verdad de que Él es un Dios glorioso y absoluto más allá de nosotros y sin depender de nosotros.

La importancia de esto para la verdad de Dios es que nos recuerda que Dios mismo es la definición de verdad. Él es verdad. Jesús dijo: "Yo soy el camino, y la verdad, y la vida" (Juan 14:6). Y pudo decirlo porque Él es el Hijo de Dios. No hay un modelo de verdad fuera de Dios con el que pueda medirse a Dios. Dios nunca comprueba o mide sus pensamientos o declaraciones o acciones con un modelo fuera de Sí mismo, de modo que pueda declararlos verdaderos porque estuvieron a la altura de ése modelo. Dios es el modelo. Dios es verdad. Dios es la medida de todas las cosas. Todas las cosas son verdad según se ajusten a lo que Dios es y dice.

Por tanto, el primer y más importante atributo de Dios en relación a esto, no es que Él es verdadero a Sus promesas, sino que Él es verdadero a Sí mismo. Así es como Pablo lo explica en 2da a Timoteo 2:12-13: "si le negamos, El también nos negará; si somos infieles, El permanece fiel, pues no puede negarse a sí mismo”. Ahora, ésa es una verdad muy fundamental sobre Dios. Él no puede negarse a Sí mismo. Su fidelidad fundamental no es primeramente hacia nosotros, sino a Sí mismo. Cuando Él completa el significado de la fidelidad o la verdad, toma en cuenta, en primer lugar, al modelo más elevado, es decir, Él mismo, y permanece verdadero o fiel a ése modelo.

Así que Pablo está diciendo, en Romanos 15:8: "Cristo se hizo servidor... para demostrar la verdad de Dios", es decir, Cristo nos sirvió, Cristo nos hizo bien, al confirmar la "veracidad" más profunda de Dios, Su fidelidad más profunda, es decir, Su fidelidad a Sí. Cristo nos sirvió al vindicar el compromiso de Dios consigo mismo. Él nos sirvió al establecer y demostrar que Dios es verdadero, Él es verdadero a Dios.

Para nosotros es bueno que lo haya hecho. Porque si Dios no fuera verdadero para Dios, si la estima más profunda y fundamental de Dios, y Su fidelidad, fueran dadas a algo o alguien diferente que Aquel que es más digno de autoestima y fidelidad, entonces Él sería falso, y no sería Dios. Y toda nuestra esperanza de gozo eterno se desvanecería. Y ello no sería un servicio para nosotros. Cristo nos sirve al venir para demostrar la verdad de Dios.

2. Es bueno para nosotros que Cristo viniera a demostrar la verdad de Dios porque ésto confirma, realmente, las promesas de Dios.
Las promesas de Dios no son Su causa fundamental para la lealtad. Dios mismo es Su causa fundamental para la lealtad. Pero entonces, basada en esa lealtad, viene la siguiente: Su Palabra, Sus promesas. Lo vemos claramente en el versículo 8: "Pues os digo que Cristo se hizo servidor de la circuncisión para demostrar la verdad de Dios, para confirmar las promesas dadas a los padres".

Todas las promesas que Dios hiciera alguna vez son verdaderas, primero, porque Dios es verdadero, y segundo, porque Cristo vino y las confirmó como verdaderas. Él las compró. La otra declaración más clara en este sentido (además de Romanos 15:8), es 2da a los Corintios 1:20: "Pues tantas como sean las promesas de Dios, en Él todas son sí [en Cristo]. Es por eso que mediante Él pronunciamos nuestro amén a Dios para Su gloria".

¿Cuál es la buena noticia de navidad?
Esta es la esencia de la buena noticia de navidad. ¿Por qué tuvo que venir Cristo para morir y resucitar a fin de que todas las promesas de Dios fueran sí en Él, para que todas las promesas de Dios fueran confirmadas y aseguradas en Él? La respuesta es que usted y yo no merecemos el cumplimiento de una sola promesa de bien hacia nosotros. Lo que merecemos, en nuestro pecado, es castigo, no promesas. Y lo que recibimos, solo por fe, son promesas cumplidas, no castigos cumplidos. ¿Cómo puede ser esto justo? "Porque ni aun el Hijo del Hombre vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos" (Marcos 10:45). Él nos compró. Él nos redimió. Cristo nos redimió de la maldición de la ley, habiéndose hecho maldición por nosotros (Gálatas 3:13). O como dice el versículo de batalla de esta semana: "El mismo llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre la cruz" (1ra de Pedro 2:24). ¿Para qué? Para que todas las promesas pudieran volverse verdad para nosotros, incluso a pesar de que somos pecadores que no las merecemos.

Así que todas las promesas de Dios son compradas y confirmadas por nosotros mediante la sangre de Jesús sobre la cruz. Es por eso que reclamamos las promesas de Dios en oración y terminamos cada oración diciendo: "En el nombre de Jesús, amén". Nunca se avergüence de ello. Hijos, escuchen este simple detalle: cuando ustedes terminan sus oraciones diciendo, "En el nombre de Jesús, amén", debieran querer decir, "no merezco la respuesta a mi oración, pero Jesús sí. Y por eso pido en Su nombre, no en el mío. Porque Él es perfectamente digno, y yo no".

Así que es bueno para nosotros que Cristo viniera a demostrar la verdad de Dios, porque ella confirma las promesas de Dios al adquirirlas para pecadores como nosotros.

3. Es bueno para nosotros que Cristo viniera a demostrar las verdad de Dios, porque las promesas que confirma y adquiere son promesas de misericordia.
Usted puede verlo cuando la bendición de la venida de Cristo se derrama sobre los bancos de Israel y alcanza a los gentiles (a las naciones) según la Gran Comisión de Jesús. Leamos nuevamente el versículo 8 y la primera parte del versículo 9: "Pues os digo que Cristo se hizo servidor de la circuncisión para demostrar la verdad de Dios, para confirmar las promesas dadas a los padres, y para que los gentiles glorifiquen a Dios por su misericordia".

Cuando se confirman y adquieren las promesas mediante la llegada de Cristo, las bendiciones se derraman sobre los bancos de Israel y alcanzan a las naciones. Y lo que las promesas derraman es misericordia. ¡Oh cuánto aman, los santos del Antiguo y el Nuevo Testamento, gloriarse en la misericordia de Dios! Solo esta semana leí Miqueas 7:18, donde el profeta se gloría de esta forma: "¿Qué Dios hay como tú, que perdona la iniquidad y pasa por alto la rebeldía del remanente de su heredad? No persistirá en su ira para siempre, porque se complace en la misericordia".

Esta es la verdad que quiebra nuestro orgullo, y sana la parálisis de desesperanza, y nos da valor para amar en los momentos difíciles y mueve nuestros corazones a cantar una nueva canción. Así Samuel Davies convirtió en un himno a ese texto de Miqueas:
"¡Gran Dios de maravillas! Todos tus caminos son incomparables, celestiales y divinos; pero la justa gloria de tu gracia resplandece más divina y sin rival, resplandece más divina y sin rival.
¿Quién es un Dios perdonador como Tú y quién tiene una gracia tan abundante y gratuita? ¿Y quién tiene una gracia tan abundante y gratuita?"

Así que es bueno para nosotros que Cristo viniera a demostrar la verdad de Dios porque las promesas que confirma son promesas de misericordia, perdón, y son el don de justicia.

4. Es bueno para nosotros que Cristo viniera a demostrar la verdad de Dios porque la esencia de la misericordia que prometió es Él mismo, y no Sus dones.
Los dones de Dios son preciosos más allá de toda descripción, y eternamente cantaremos de ellos. Pero los más preciosos en que usted pueda pensar no son un fin en sí mismos. Todos apuntan hacia Dios. Tome el perdón, por ejemplo. Cuando Cristo se convirtió en nuestro siervo como rescate, quitó la maldición de la ley y la amenaza del castigo, para todos los que creen. Pero, ¿para qué? ¿Para que pudiéramos disfrutar impunemente del pecado? No, ¡sino para que pudiéramos disfrutar a Dios por la eternidad! El perdón es precioso porque nos trae de vuelta a Dios.

¿Por qué quiere alguien ser perdonado? Si la respuesta es solo para el alivio psicológico, o solo para escapar del infierno a fin de tener más placeres físicos, entonces Dios no es honrado. Pero Romanos 15:9 dice que el propósito de que Cristo nos sirviera es que los gentiles "glorifiquen a Dios" por Su misericordia. Pero si explotamos la misericordia de Dios, como boletos para disfrutar el pecado, Dios no recibe gloria de ello. Dios recibe gloria al mostrar misericordia cuando Su misericordia nos libera para verle como la Persona más agradable del universo.

Así que es bueno que Cristo viniera a demostrar la verdad de Dios porque la esencia de la misericordia que prometió, era Él mismo.  Es bueno para nosotros que Cristo viniera a demostrar la verdad de Dios porque llegada en esta forma muestra que Dios es, ante todo, para Sí mismo; confirma las promesas de Dios; confirma que las promesas son promesas de misericordia: y muestra que la esencia de la misericordia que Él prometió es Él mismo.

Ese es el significado de su venida. Ese es el significado de la Navidad. ¡Oh que Dios despierte nuestros corazones a nuestra profunda necesidad de misericordia como pecadores! Y entonces embelese nuestros corazones con un gran Salvador: Jesucristo. Y entonces libere nuestra lengua a la alabanza a Él y nuestras manos para hacer que Su misericordia resplandezca en la nuestra.

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FUENTE:

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LA PALABRA DE DIOS PERMANECE II

LA PALABRA DE DIOS PERMANECE Parte II
Por John Piper | Escritura: Romanos 9:6–13 | 
Tópico: Historia de la Redención
Serie: Romanos: La Carta más Grandiosa Jamás Escrita

Romanos 9:6–13
Pero no es que la palabra de Dios haya fallado. Porque no todos los descendientes de Israel son Israel; ni son todos hijos por ser descendientes de Abraham, sino que por Isaac será llamada tu descendencia. Esto es, no son los hijos de la carne los que son hijos de Dios, sino que los hijos de la promesa son considerados como descendientes. Porque esta es una palabra de promesa: Por este tiempo volveré, y Sara tendrá un hijo. Y no sólo esto, sino que también Rebeca, cuando concibió mellizos de uno, nuestro padre Isaac (porque aún cuando los mellizos no habían nacido, y no habían hecho nada, ni bueno ni malo, para que el propósito de Dios conforme a su elección permaneciera, no por las obras, sino por aquel que llama), se le dijo a ella: El mayor servirá al menor. Tal como está escrito: A Jacob ame, pero a Esaú aborrecí”.
 

La incredulidad y condenación de muchos Israelitas en los días de Pablo y en los nuestros, crea una crisis personal y teológica para todos los cristianos. ¿Podemos creer en las promesas de Dios? En el versículo tres aprendemos que muchos judíos están malditos y separados de Cristo. Pablo lo dice con dolor y angustia. Los versículos 4 al 5 intensifican la crisis: son israelitas, se les dieron promesas, el pacto, y la adopción como hijos. Pero ahora están pereciendo, son separados del Mesías. Esta es la crisis con que Pablo trata en estos versículos.

Su respuesta está en el versículo 6a: “No es que la palabra de Dios haya fallado”. ¿Como pues? Sus bases para esta afirmación están en el versículo 6b: “Porque no todos los descendientes de Israel son Israel”. En otras palabras, las promesas de salvación de Dios se aplicaban solo al Israel dentro de Israel —el verdadero Israel.

Lo dice tres veces. Otra vez en el versículo 7: “ni son todos hijos por ser descendientes de Abraham”. Y de nuevo en el versículo 8: “no son los hijos de la carne los que son hijos de Dios, sino que los hijos de la promesa son considerados como descendientes”.  En otras palabras:  Existen dos Israel espirituales dentro del Israel étnico;  hay dos clases de descendientes entre los descendientes de Abraham; y estos verdaderos hijos de Abraham y este verdadero Israel son los hijos de Dios, hijos de la promesa, no solo hijos de la carne.

La palabra de Dios no ha fallado, solo se aplica a los verdaderos hijos de Dios. Y estos son salvos. Ese es el argumento.

El sostén bíblico para este argumento proviene de dos ilustraciones del Antiguo Testamento que muestran que Dios estaba eligiendo a algunos descendientes de Israel como hijos de la promesa, y a otros no. La primera ilustración fue Isaac e Ismael, que vimos la semana pasada. Dios no solo escogió a Isaac para que fuera heredero de las promesas, sino que lo hizo de una forma que mostraba el poder y la libertad de Dios para crear hijos de la promesa. Por ejemplo, en el versículo 9 dice, “Porque esta es una palabra de promesa: Por este tiempo volveré, y Sara tendrá un hijo”. Aquí el mensaje es que Isaac se volvió hijo de la promesa debido a la libre y soberana obra creadora de Dios. Sara era estéril; Abraham estaba viejo. Y Dios dice: “volveré”. No será por medio de Agar. El hijo de la promesa definitivamente nacerá por mi poderosa promesa, no por medio de recursos humanos. Esa es la clave. Los hijos de la promesa son hijos de Dios, porque Dios decidió libre y soberanamente hacerlos hijos suyos.

La Ilustración de Jacobo y Esaú

Hoy consideraremos la segunda ilustración del Antiguo Testamento —Jacobo y Esaú. Pablo sigue ilustrando que dentro de los descendientes físicos de Israel, hay un verdadero Israel elegido por Dios. Aquí, más explícitamente que nunca, Pablo deja en claro que la elección de Dios —la libre e incondicional forma en que Dios escoge a los hijos de la promesa— es lo que garantiza que la palabra de Dios no ha fallado, ni nunca podrá fallar.

Comencemos leyendo en el versículo 10. “Y no sólo esto [no solo se ve la misma enseñanza en el caso de Isaac e Ismael], sino que también Rebeca [la esposa de Isaac], cuando concibió mellizos de uno, nuestro padre Isaac”. Note qué es lo que Pablo está haciendo aquí. El está señalando hacia dos realidades que hacen que la elección de Jacobo y no de Esaú, sea una ilustración (sobre la elección incondicional de Dios) aún más convincente que la ilustración de Isaac e Ismael.

La primera realidad es que Jacobo y Esaú eran gemelos. Estaban en la misma matriz. Esto enfoca la atención al hecho de que las diferencias entre ellos eran mínimas. Las condiciones de sus nacimientos van a ser casi idénticas. De modo que cualquier elección entre ellos se basará en Dios, no en ellos.

La segunda diferencia de esta ilustración con relación a la ilustración de Isaac e Ismael, es que Jacobo y Esaú fueron concebidos por los mismos Padres. Noten en el versículo 10 las palabras, “Rebeca [...] concibió mellizos de uno”. Es posible que en el caso de Ismael alguien dijera, «Por supuesto que Dios no lo escogió como hijo de la promesa. Él no tenía una madre judía. Agar era gentil». Pero Pablo dice: «No, no comprendieron el mensaje, y les explicaré mejor con el caso de Jacobo y Esaú. Estaban en la misma matriz y tenían un mismo padre, no eran de padres diferentes». Pablo está enfrentando continuamente las características humanas que pudieran forzar a Dios a elegir a uno por encima de otro. Está diciendo que esta elección dependía de Dios, no del hombre.

Después, en el versículo 11, Pablo explica con muchísima más claridad la incondicionalidad de la elección de Dios: "porque aún cuando los mellizos no habían nacido, y no habían hecho nada, ni bueno ni malo [salten hasta la sentencia principal del versículo 12] se le dijo a ella: El mayor servirá al menor”. La cita de Génesis 25:23 solo aclara que Dios decidió el destino de estos dos hijos, y las naciones a las que representaban cada uno, desde antes que nacieran. Y para dejárnoslo aún más claro, Pablo no solo dice que no habían nacido aún cuando Dios decidió sus destinos, sino que también dice, “y no habían hecho nada, ni bueno ni malo”. Y para eliminar la posible objeción de que Dios escoge al mayor porque el mayor lo merece, Dios termina escogiendo al menor.

Es por esto que hablamos de la doctrina de la elección incondicional. Dios elige a Jacobo por encima de Esaú antes de que hubieran nacido o hecho algún bien o mal. No fue su actitud, o su fe, o sus padres, lo que motivó a Dios a escoger a Jacobo y no a Esaú.

Esta Enseñanza no anula la legitimidad de nuestras elecciones ni la necesidad de la obediencia a la fe.
Antes de que veamos el resto del texto permítanme asegurarme de que no están saltando a conclusiones no bíblicas y carentes de base. Esta enseñanza de Romanos 9 no contradice la verdad de que Jacob y Esaú, y usted y yo, tomamos decisiones en la vida; y seremos responsables por esas decisiones. Si Jacob se salva, será por la fe. Y si finalmente Esaú es condenado, será condenado por sus malas obras y por su incredulidad. Y para estar perdidos debemos haber pecado y no haber creído. Nadie se podrá parar sobre el borde del precipicio del infierno y decir: «Yo no merezco esto».

Solo un texto para mostrar esto: Romanos 2:7-8, “[Dios] pagará a cada uno conforme a sus obras:a los que por la perseverancia en hacer el bien buscan gloria, honor e inmortalidad: vida eterna;  pero a los que son ambiciosos y no obedecen a la verdad, sino que obedecen a la injusticia: ira e indignación”. En otras palabras, la elección incondicional no contradice la necesidad de obedecer a la fe para alcanzar la salvación final, o la necesidad de la desobediencia y de la incredulidad para conseguir la condenación. Lo que hace la elección incondicional, es golpear desde la salvación oculta todo cimiento de jactancia humana, y reemplazarlo con el amor y propósito de Dios, inquebrantable y selectivo (v.11b).

La voluntad de creer es salvación, y la voluntad de no creer es condenación. Somos responsables de ambas. Pero por debajo de las dos está la libre e incondicional elección de Dios quien determina quién será salvo y quién no. Los elegidos creen. Los no elegidos no creen. Nosotros no somos seres soberanos, auto determinantes, o autónomos. Solo Dios lo es. Cómo hace Dios para que los hombres crean o no crean sin socavar nuestra responsabilidad, es algo que todavía no logro comprender del todo.

Si esto es demasiado para que su mente lo soporte, es mejor que su mente se quebrante, y no que se quebranten Las Escrituras. Y mejor aún sería dejar que su mente y corazón se ensanchen en lugar de quebrarse, para que puedan contener todo lo que Las Escrituras enseñan.

“A Jacob Amé...”
Ahora bien, con esa aclaración en su debido lugar consideremos el versículo 13. Después de decir, en el versículo 12, que Dios determinó el destino de Jacob y de Esaú antes de que hubieran nacido o hecho bien o mal alguno, Pablo utiliza una cita del Antiguo Testamento para reafirmar lo que dice: “Como está escrito: A Jacob amé, pero a Esaú aborrecí [Malaquías 1:2-3]".

¿Qué vio Pablo en esta cita de Malaquías que la hizo apropiada para ser utilizada en este sentido, para reafirmar la elección incondicional de Jacob por encima de Esaú? Leámosla con su contexto. Lo que veremos es que la manera de argumentar de Malaquías es exactamente la misma de Pablo. Malaquías 1:1:
“Profecía de la palabra del Señor a Israel por medio de Malaquías.  Yo os he amado—dice el Señor—. Pero vosotros decís: ¿En qué nos has amado? ¿No era Esaú hermano de Jacob?—declara el Señor—. Sin embargo, yo amé a Jacob, y aborrecí a Esaú, e hice de sus montes desolación, y di su heredad a los chacales del desierto”.

¿Ven como explica Dios su amor por Jacob? Ellos le dicen, “¿En qué nos has amado?” Y Dios responde, “¿No era Esaú hermano de Jacob?” En otras palabras, « ¿No tenía Esaú tanto derecho como Jacob para ser elegido, como ustedes? ¿No era hijo de Isaac? ¿No era un gemelo en la misma matriz junto con ustedes? ¿No era él, mas aún, el hermano mayor de ustedes? Aún con todo, Yo los escojo a ustedes». El objetivo de la pregunta, “¿No era Esaú hermano de Jacob?” es exactamente el mismo que tiene Pablo. Pablo lo vio en Génesis, y lo vio en Malaquías. Jacob y Esaú tenían la misma pretensión en la elección de Dios, o sea, ninguna. Y Dios escoge a Jacob incondicionalmente. Eso es lo que significa “yo amé a Jacob”. De hecho, nunca comprenderemos o experimentaremos la totalidad del amor de Dios, hasta que entendamos lo que significa ser elegidos libremente por Dios, sin haber tenido en cuenta nada que tengamos.

“...Pero a Esaú Aborrecí”
Ahora, ¿qué significan estas palabras: “Pero a Esaú aborrecí”? Pienso que ahora debemos dejar a un lado toda especulación, y extraer el significado con exactitud del contexto en Malaquías y en Romanos 9. Leamos Malaquías 1:3-4, “aborrecí a Esaú, e hice de sus montes desolación, y di su heredad a los chacales del desierto. Aunque Edom [equivalente a Esaú] dice: Hemos sido destruidos, pero volveremos y edificaremos las ruinas, el Señor de los ejércitos dice así: Ellos edificarán, pero yo destruiré. Y los llamarán territorio impío y pueblo contra quien el Señor está indignado para siempre”.

El versículo 4 señala dos maneras de interpretar el odio de Dios:
La primera es vista en la palabra “impío”. Cerca del final del versículo 4 Dios dice, “Y los llamarán territorio impío”. “Aborrecí a Esaú [...] yo destruiré. Y los llamarán territorio impío”. En otras palabras, Dios los entrega a la impiedad. Esto es importante en precisamente por lo que dijimos anteriormente acerca de la condicionalidad del juicio final de Dios. Dios no está sometiendo a juicio a un Esaú, o Edom, inocente. Edom fue juzgado como impío. Cuando Dios pasó por alto a Esaú y escogió a Jacob antes de que nacieran, no había sido establecido un decreto que dijera un Esaú inocente sería juzgado. Más bien, lo que Dios decretó fue pasar por alto a Esaú, conteniendo su amor selectivo, y entregando a Esaú a la impiedad. Y como Esaú obraba con impiedad, era responsable por esa impiedad y merecía la indignación y el juicio de Dios.

Lo que nos lleva hacia la segunda interpretación del odio de Dios. Al final del versículo 4: “Y los llamarán territorio impío y pueblo contra quien el Señor está indignado para siempre”. En cierto sentido usted podría decir que en el odio de Dios hay un lado pasivo y uno activo. Pasivamente, el retiene su amor selectivo hacia Esaú, y lo entrega solo a Jacob, Y entrega a Esaú a la impiedad —una impiedad por la que Esaú es realmente responsable y condenable. Y activamente, Dios está indignado con esta impiedad por siempre. Y si finalmente Esaú es condenado, no será capaz de decir “yo no merezco condenación”. Sus propios pecados cerrarán su boca y su propia conciencia le condenará.

Y Jacob por la otra parte, temblará de temor y se maravillará por que fue elegido para creer y ser salvo.

¡Tenga Cuidado!

¡Oh Bethlehem tengamos cuidado! Tengamos cuidado de no jugar a ser Dios y decirle a Dios en qué forma debe salvar. Tengamos cuidado de no irnos por encima de Las Escrituras y exigir qué debería ser de una u otra forma. Tengamos cuidado de no asumir que nuestro corazón es lo suficientemente bueno como para juzgar la bondad de Dios. O lo suficientemente sabio como para juzgar la sabiduría de Dios. Hay miles de razones por las que Dios hace lo que hace, razones que nosotros no alcanzamos a comprender. “Las cosas secretas pertenecen al Señor nuestro Dios” (Deuteronomio 29:29). ¿Cómo terminan estos capítulos?

“¡Oh, profundidad de las riquezas y de la sabiduría y del conocimiento de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios e inescrutables sus caminos!  Pues, ¿quien ha conocido la mente del Señor?, ¿o quien llego a ser su consejero?, ¿o quien le ha dado a El primero para que se le tenga que recompensar? Porque de Él, por Él y para Él son todas las cosas. A Él sea la gloria para siempre. Amén”. (Romanos 11:33-36)

¿Por qué nos salva Dios de este modo?
Si nos preguntamos por qué salva Dios por medio de esta elección incondicional, habrá varias respuestas en este capítulo 9. Dios no se opone a las preguntas humildes y honestas. Y eso nos lleva más allá de donde muchos están dispuestos a llegar. La primera respuesta está en el versículo 11b. ¿Por qué Dios eligió a Jacob y no a Esaú aún antes de que nacieran o hubieran hecho bien o mal? Aquí está su respuesta: “para que el propósito de Dios conforme a su elección permaneciera, no por las obras, sino por aquel que llama”.

Y esto es tan importante, que lo tengo que dejar para la próxima semana, y dedicarle todo un sermón. Pero ustedes pueden ver la relación que esta verdad tiene con el versículo 6 y el propósito global de este capítulo. La Palabra de Dios no ha fallado. Podemos contar con las promesas de Romanos 8. ¿Por qué? Porque Dios ha elegido salvar a su pueblo de modo que, como dice el versículo 11, su propósito permanezca —Él es invencible. A Él sea la gloria.

La creación del universo, la historia del mundo, el plan de salvación, la venida de Jesucristo, su muerte y resurrección por los pecadores, y el don de su propia fe —son todos para la gloria de Dios. Busquen a Jesucristo, busquen la Palabra de Dios. Y oren con el salmista: “Abre mis ojos, para que vea las maravillas de tu ley”. Después eliminen todos sus temores. Amén.

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FUENTE:

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LA PALABRA DE DIOS PERMANECE I

LA PALABRA DE DIOS PERMANECE Parte I
Por John Piper | Escritura: Romanos 9:6–12 | 

Tópico: Historia de la Redención
Serie: Romanos: La Carta más Grandiosa Jamás Escrita

Romanos 9:6–12
"Pero no es que la palabra de Dios haya fallado. Porque no todos los descendientes de Israel son Israel;  ni son todos hijos por ser descendientes de Abraham, sino que por Isaac será llamada tu descendencia.  Esto es, no son los hijos de la carne los que son hijos de Dios, sino que los hijos de la promesa son considerados como descendientes.  Porque esta es una palabra de promesa: Por este tiempo volveré, y Sara tendrá un hijo.  Y no sólo esto, sino que también Rebeca, cuando concibió mellizos de uno, nuestro padre Isaac  (porque aun cuando los mellizos no habían nacido, y no habían hecho nada, ni bueno ni malo, para que el propósito de Dios conforme a su elección permaneciera, no por las obras, sino por aquel que llama),  se le dijo a ella: El mayor servirá al menor.  Tal como está escrito: A Jacob ame, pero a Esaú aborrecí”. 


Para comprender Romanos 9 debemos mantener siempre en nuestra mente la línea de pensamiento de Pablo. En los versículos del 1-5 expresa el dolor que siente por la pérdida de sus parientes, el pueblo judío. En el versículo 3 dice, “Tal como está escrito: A Jacob ame, pero a Esaú aborrecí”. Y en los versículos 4-5 el énfasis no recae en que los israelitas sean parientes de Pablo sino que lo son de Dios. Dice, “que son israelitas, a quienes pertenece la adopción como hijos, y la gloria, los pactos”. De modo que el conflicto en los versículos del 1-5 no es solamente una crisis personal de Pablo, es una crisis teológica para todos nosotros cuya eternidad pende de la fidelidad de Dios. El conflicto creado en los versículos del 1-5 consiste en que Israel es el pueblo elegido, el de los pactos con Dios, y que muchos de ellos están malditos y separados de Cristo y de la salvación ¿Se ha mantenido Dios fiel a sus promesas? Sino es así, ¿en qué pondremos nuestras esperanzas?

El Conflicto: ¿Si Dios no cumple Sus promesas a Israel, se las cumplirá a Ustedes?
Cada semana debemos mantener en mente que este es el conflicto con que Pablo está lidiando en Romanos 9:1-23. Israel es el pueblo escogido de Dios y la mayoría de ellos están pereciendo, están separados del Salvador, Jesucristo. Y es una crisis para usted y no solo para los judíos, porque si las promesas que Dios hizo a Israel no son ciertas, entonces no hay motivo alguno para pensar que las promesas que nos ha hecho se mantendrán. La sólida seguridad de los elegidos de Dios en Romanos 8 (versículo 33: “¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica”), esta seguridad en que nos exaltamos, que está en el centro de nuestra fe, carece de valor si Dios resulta ser infiel al pueblo con que pactó ¿Si Dios no cumple sus promesas a Israel, nos cumplirá a nosotros las que nos ha hecho?

Este es el conflicto con la que Pablo está lidiando cuando comenzamos el texto de hoy. Pasaremos dos semanas en estos versículos porque Pablo utiliza dos ilustraciones para mostrar su punto de vista en este párrafo: una es la ilustración de Isaac como hijo de la promesa, y no Ismael (versículos 6-9); y la otra es la ilustración de Jacob como el hijo de la promesa, y no Esaú (versículos 10-13). Hoy veremos con los versículos 6-9, y con la ilustración del nacimiento de Isaac como hijo de la promesa, no como un hijo de la carne.

¿Es Cierto que la Palabra de Dios no ha Fallado?
El versículo 6 manifiesta la idea central de todo el capítulo. “Pero no es que la palabra de Dios haya fallado”. Ese es el argumento de Pablo contra el conflicto descrito en los versículos 1-5. Sí, es cierto que muchos en el pueblo del pacto son anatemas y separados de Cristo; y sí, es cierto que Dios escogió a Israel e hizo un pacto con él y le hizo promesas; pero no, no es cierto que la palabra de Dios haya fallado. Ese es el argumento de Pablo. Y hasta el momento es solamente eso: una afirmación.

Pero todo lo demás a través de este capítulo, y de hecho casi todo lo demás a través de los próximos tres capítulos, es un argumento o un respaldo para esta afirmación. Él no se limita a hacer la afirmación y dejarla en el aire. La hace y luego da razones para creerla. Mantenga por tanto en su mente, a medida que nos movemos a través de este capítulo, que aquí están hechas algunas de las declaraciones más claras y poderosas de la Biblia acerca de la elección incondicional y la soberanía de Dios en la salvación al servicio de la fidelidad de Dios a sus promesas. Pablo no lidia con una doctrina controversial en lo abstracto —como si solamente fuera importante conocer de ello— él aborda esta doctrina porque es necesaria para ayudarnos a comprender y a disfrutar de la fidelidad de Dios. En la mente de Pablo estas grandes doctrinas tienen una relación directa con la forma en que vivimos. Si no es su caso, usted debería volver a pensar qué es lo que modela sus respuestas y sus planes en la vida ¿Si no son las grandes verdades acerca de Dios? ¿Qué entonces?

¿Cómo puede Pablo decir que la palabra de Dios no ha fallado aún cuando muchos israelitas están malditos y separados de Cristo?
Él expresa su respuesta tres veces en los versículos 6-9 y ofrece dos citas del Antiguo Testamento para apoyarla:

1. El Israel Étnico y el Verdadero Israel
Primero, en el versículo 6b Pablo lo expresa, "Porque no todos los descendientes de Israel son Israel".  En otras palabras, el argumento de Pablo es que las promesas de Dios siempre se mantienen firme para el verdadero Israel, el Israel espiritual, pero no todo el Israel étnico es el verdadero Israel. Esta es su primera afirmación en el argumento: “Porque no todos los descendientes de Israel son Israel”. La suposición es: existe un Israel verdadero; las promesas salvadoras de Dios le fueron hechas a él; y estas promesas nunca han fallado.

2. Todos los Descendientes de Abraham, y los Hijos de Abraham
Segundo, en el versículo 7 Pablo lo expresa un poco diferente, pero la idea es la misma: “ni son todos hijos por ser descendientes de Abraham”. En otras palabras, aquí está haciendo distinción entre dos clases de “hijos” —todos forman parte de los descendientes de Abraham, y dentro de ese número hay un grupo más estrecho, a los que llama “hijos”, o pudiéramos decir, los verdaderos hijos ya que físicamente los otros también son hijos. La suposición es que las promesas de Dios se mantienen firmes para los verdaderos hijos de Abraham, pero no para todos los descendientes de Abraham. Y en el versículo 6, Pablo dice que no todos los que descienden de Israel son Israel, y en el 7 dice que no todos los descendientes de Abraham son hijos. Hay un Israel verdadero y unos hijos verdaderos. La Palabra de Dios no ha fallado, porque estaba dirigida al verdadero Israel, los hijos verdaderos, y La Palabra nunca le ha fallado a alguno de ellos.

3. Los Hijos de la Carne, y los Hijos de Dios
Tercero, en el versículo 8, Pablo manifiesta su argumento por tercera vez, en términos más generales, sin mencionar a Israel o a Abraham a fin de que veamos lo que implica fundamentalmente: “Esto es, no son los hijos de la carne los que son hijos de Dios, sino que los hijos de la promesa son considerados como descendientes”. Esto, lo repite, es la razón que demuestra que la palabra de Dios no ha fallado, porque las promesas de Dios no han fallado (aún cuando muchos israelitas según la carne, están malditos y separados de Cristo). Es debido a que las promesas son para los hijos de la promesa, los hijos de Dios, y no todos hijo de la carne de Israel son hijos de la promesa.

Cuando Pablo hace la distinción de “hijos de la carne” e “hijos de Dios” quiere decir que no todos los que son físicamente israelitas son “hijos de Dios”. Y esto significa que el término “hijo de Dios” no es un término simplemente étnico, o físico, o histórico. Este término tiene un sentido totalmente salvador, tal como en Romanos 8:16, 21 y Filipenses 2:15 (cf. Oseas 1:10). Donde Pablo dice que estos “hijos de Dios” son “hijos de la promesa”, se refiere a que tienen una posición espiritual no por sus lazos físicos, sino por la promesa efectiva de Dios. La promesa dio lugar a la posición.

¿Cuál es el apoyo en el Antiguo Testamento?
Ahora bien, es aquí donde debemos examinar la cita de apoyo que Pablo usa del Antiguo Testamento. Pero primero, recuerden que hemos visto tres afirmaciones diferentes de por qué Pablo dice que la Palabra de Dios a Israel no ha fallado.

Versículo 6b: “Porque no todos los descendientes de Israel son Israel”.

Versículo 7a: “ni son todos hijos por ser descendientes de Abraham”.

Versículo 8: “Esto es, no son los hijos de la carne los que son hijos de Dios, sino que los hijos de la promesa son considerados como descendientes”.

Es por esta razón que la palabra de Dios no ha fallado aún cuando tantos israelitas son anatemas y separados de Cristo. No eran verdaderos Israelitas. No eran verdaderos hijos de Abraham. Eran hijos de la carne, pero no hijos de la promesa, es decir, hijos de Dios.

Ahora bien, ¿en qué parte del Antiguo Testamento Pablo ve la idea de un pueblo dentro de otro? ¿En dónde encuentra la idea de que la promesa de Dios no es simplemente para todos los israelitas, sino para aquellos que son hijos de la promesa? ¿Y qué significa hijos de la promesa?

El Caso de Isaac e Ismael
Pablo ofrece dos ilustraciones en los versículos 6-9 (y otra en los versículos 10-13, que veremos la semana próxima). La primera está en el versículo 7. Después de decir: “ni son todos hijos por ser descendientes de Abraham”, Pablo cita Génesis 21:12. “En Isaac será llamada tu descendencia”. Aquí está el contexto en el Antiguo Testamento, donde Dios le dice a Abraham que aunque tiene un hijo mayor, Ismael, éste no será el heredero de la promesa. En lugar de en Ismael “En Isaac será llamada tu descendencia”, Pablo ve que por ser Ismael, físicamente un hijo de Abraham; ni siquiera por ser el mayor, era un heredero de la promesa hecha al pueblo del pacto.

Luego Pablo añade otra interpretación de Génesis 18:10 en el versículo 9. Después de decir en el versículo 8 que “los hijos de la promesa son considerados como descendientes [lo dice Dios], cita Génesis 18:10, “Porque esta es una palabra de promesa: Por este tiempo volveré, y Sara tendrá un hijo”. El contexto es tremendamente importante: Dios le ha prometido a Abraham que todas las familias de la tierra serán bendecidas por medio de él (Génesis 12:3) y que sus descendientes serían como las estrellas del cielo (Génesis 15:5). Pero Abraham no tenía descendencia y su esposa Sara era estéril ¿Cuál era la solución? La respuesta de Abraham debió haber sido: pondré mi confianza en Dios para el hijo de la promesa, confiaré en Dios que la propia promesa divina es suficientemente poderosa como para cumplirse. Pero en lugar de ello Abraham hizo lo que pudo por sus propios medios: utilizó a Agar, una doncella de Sara, como concubina y engendró un hijo llamado Ismael. Abraham ayudó a Dios a salir del aprieto. Y produjo lo que Pablo llamó “un hijo de la carne”. Él que había “nacido según la carne” (Gálatas 4:29). Es decir, su posición no se debía a nada más que a lo que el hombre podía hacer.

Abraham quería que Ismael fuera el heredero que Dios le había prometido. En Génesis 17:18 Abraham le dijo a Dios. “¡Ojalá que Ismael viva delante de ti!”. “Pero Dios dijo: No, sino que Sara, tu mujer, te dará un hijo, y le pondrás el nombre de Isaac”. Ese es el contexto de la cita de Pablo en Romanos 9:9. Dios promete: “Porque esta es una palabra de promesa: Por este tiempo volveré, y Sara tendrá un hijo”. Aquí pueden ver el propósito soberano de la palabra de Dios. Yo hago la promesa, dice el Señor. Y yo hago que se cumpla. Mis promesas no son predicciones que pueden cumplirse con la ayuda de ustedes. Mis promesas son declaraciones de lo que yo tengo la intención de hacer por medio de mi soberano poder. “Por este tiempo volveré, y Sara tendrá un hijo”. Sara estéril y entrado en años Abraham no podía tener un hijo de la carne, sino un hijo de la promesa.

Entonces, ¿qué es un hijo de la promesa (un hijo de Dios)? Un hijo de la promesa es un heredero de la gracia salvadora de Dios, no debido a su origen étnico o a su nacimiento físico, o, como veremos la semana que viene, debido a algún recurso humano. Sino debido a la soberana palabra de Dios. El nacimiento de Isaac es una ilustración espiritual, de cómo cada hijo de Dios llega a nacer, por la intervención decisiva de Dios. No por la mano de Abraham, ni de Isaac, ni de nosotros. Sino por mano de Dios [Editor: vea Juan 1:12-13].

La Respuesta al Conflicto
Entonces, ¿cuál es la respuesta al conflicto de los versículos 1-5?: ¿acaso por que muchos israelitas estén malditos y separados de Cristo, significa que la Palabra de Dios ha fallado? La respuesta es no. Y explica Pablo en tres ocasiones que la promesa de Dios cumple su propósito por sí misma, y su propósito es hacer para Dios un verdadero Israel. El Propósito de Dios nunca fue que todo israelita tuviera garantizada la salvación. La promesa era: Dios velará para que exista un verdadero Israel y para que sea salvo. Y hemos visto, y veremos de nuevo; que este Israel verdadero incluye a judíos y a gentiles.

La Aplicación para Hoy
¿Qué implica para nosotros?

Nos estamos acercando a la Cena del Señor; así que dejemos que esa sea la implicación. La forma en que Dios crea al verdadero Israel es, definitivamente enviando a su Hijo, Jesucristo, como la verdadera simiente de Abraham, el verdadero Hijo de David, y, en un sentido más profundo, como el mismo y verdadero Israel. Jesús cumplió todo lo que Israel estaba destinado a cumplir. Y Ahora todas las personas, judíos o gentiles, que creen en Cristo, están unidos a él y se vuelven parte de este verdadero Israel en Cristo.

La pregunta que usted se debe hacer en esta mañana, mientras nos acercamos a la mesa del Señor es: ¿Creo en Cristo Jesús como mi Salvador, y Señor, y Tesoro? ¿Estoy unido a él? ¿Me he convertido en Cristo en un hijo de la promesa, en un verdadero judío, en un hijo de Dios? Si es así, tome la cena del Señor y disfrute de la comunión con él. Si no, crea en Él ahora. Amén.

"Un hijo de la promesa es un heredero de la gracia salvadora de Dios, no debido a su origen étnico o a su nacimiento físico, o debido a algún recurso humano"... sino por su unión a Cristo, mediante la fe. 

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FUENTE:
Desiring God.org

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