¡POR MI FAMILIA... TODO!
Por el Dr. Sixto Porras, Director de Enfoque a la Familia
La familia es la que proporciona la socialización temprana de los individuos, en ella se transmiten los valores a las nuevas generaciones y se fijan las formas de comportamiento para la sana convivencia.
Somos apasionados defendiendo a la familia, porque la historia ha demostrado que si nuestros hogares son débiles y no procuramos su bienestar, tendremos consecuencias desfavorables: desatendemos a los hijos, permitimos que los jóvenes abandonen los estudios, facilitamos que nuestros adolescentes caigan en adicciones y pasamos por alto la violencia intrafamiliar. En cambio, si luchamos para que nuestras familias sean familias sanas, tendremos como resultado sociedades fuertes, saludables y sostenibles.
Es obvio que numerosas familias, independientemente de su estructura, enfrentan serias dificultades y carencias. Cada vez con mayor frecuencia se observa el deterioro de los vínculos familiares, la disfuncionalidad en los hogares y su eventual desintegración. Dentro de los flagelos que aquejan a las familias se reconocen diversas problemáticas: violencia intra-familiar, abuso de alcohol u otras sustancias, divorcio, embarazo adolescente y deserción escolar, por mencionar algunas.
De la misma manera, y vinculados a estos problemas al interior de la familia, numerosos factores de carácter exógeno golpean los hogares, tales como: desempleo, desigualdad social, pobreza, violencia social y deterioro de servicios básicos de educación y salud, etc.
Claramente es posible deducir que de acuerdo al tipo de estructura familiar se tenderá a enfrentar retos particulares inherentes a cada estructura, sin embargo, más que la estructura, será la capacidad que tenga cada familia como unidad, lo que definirá si, en medio de esas dificultades, se desarrollará o no una familia funcional y saludable.
Por ejemplo, se ha comprobado que el rendimiento escolar es superior cuando el grado de apoyo, estímulo y la salud general de la base familiar es fuerte, lo que previene la deserción de las aulas.
Por otro lado, estudios en diferentes países indican que el índice de delincuencia, consumo de drogas y embarazo adolescente disminuye cuando se dan esas condiciones familiares ventajosas. Sin embargo, cuando la familia enfrenta problemas y dificultades, estos se reflejan rápidamente en la conducta de sus miembros. Así que de manera paralela, la criminalidad aumenta en familias desarticuladas y con resentimientos profundos. El índice de suicidio se incrementa cuando la familia enfrenta conflictos que la desintegran. Lo que no sucede cuando la familia es fuerte emocionalmente.
Familias saludables
No existe la familia perfecta, pero sí la familia saludable, y es aquella que ha sido capaz de adaptarse a los cambios que vive, incluso en consecuencia al mismo ciclo de la vida: no es igual un matrimonio sin hijos que con hijos, o un matrimonio que ha invertido todas sus fuerzas, recursos y tiempo en educar a los hijos y, de repente, todos se marchan de casa dejando el nido vacío.
Como no existe la familia perfecta, debemos amar la que tenemos, y amar significa hacer algo importante por alguien a quien consideramos valioso. Luchar hasta el final por los nuestros y disculpar los errores del camino.
Si demostramos que amamos y aceptamos a todos en casa, generamos un ambiente que nos hace desear estar cerca. Tal y como lo instruye el apóstol Pedro: “No devuelvan mal por mal ni insulto por insulto; más bien, bendigan, porque para esto fueron llamados, para heredar una bendición. En efecto, el que quiera amar la vida y gozar de días felices, que refrene su lengua de hablar el mal y sus labios de proferir engaños.” (1 Pedro 3:9-10, NVI)
Todos debemos procurar tener una familia en donde el ambiente sea agradable. Un lugar que nos haga sentir seguros y confiados. Pero la ira, la crítica constante, el egoísmo, el rechazo y la agresión lastiman cualquier relación. Tenemos que decidir eliminar lo que nos distancia, porque nos amamos y seguiremos siendo familia el resto de la vida. La pregunta que debemos hacernos es; ¿estamos dispuestos a darlo TODO por nuestra familia y las futuras generaciones?. Si es así, ¿por dónde empezamos?
Por el Dr. Sixto Porras, Director de Enfoque a la Familia
La familia es la que proporciona la socialización temprana de los individuos, en ella se transmiten los valores a las nuevas generaciones y se fijan las formas de comportamiento para la sana convivencia.
Creemos que el diseño divino del matrimonio, es la unión para toda la vida de un hombre y una mujer; y que es bajo esta estructura familiar en la que mejor se cumplen los objetivos fundamentales de la familia, es decir, lograr el bienestar integral de sus miembros, la procreación y el desarrollo y educación de los hijos.
Somos apasionados defendiendo a la familia, porque la historia ha demostrado que si nuestros hogares son débiles y no procuramos su bienestar, tendremos consecuencias desfavorables: desatendemos a los hijos, permitimos que los jóvenes abandonen los estudios, facilitamos que nuestros adolescentes caigan en adicciones y pasamos por alto la violencia intrafamiliar. En cambio, si luchamos para que nuestras familias sean familias sanas, tendremos como resultado sociedades fuertes, saludables y sostenibles.
Es obvio que numerosas familias, independientemente de su estructura, enfrentan serias dificultades y carencias. Cada vez con mayor frecuencia se observa el deterioro de los vínculos familiares, la disfuncionalidad en los hogares y su eventual desintegración. Dentro de los flagelos que aquejan a las familias se reconocen diversas problemáticas: violencia intra-familiar, abuso de alcohol u otras sustancias, divorcio, embarazo adolescente y deserción escolar, por mencionar algunas.
De la misma manera, y vinculados a estos problemas al interior de la familia, numerosos factores de carácter exógeno golpean los hogares, tales como: desempleo, desigualdad social, pobreza, violencia social y deterioro de servicios básicos de educación y salud, etc.
Claramente es posible deducir que de acuerdo al tipo de estructura familiar se tenderá a enfrentar retos particulares inherentes a cada estructura, sin embargo, más que la estructura, será la capacidad que tenga cada familia como unidad, lo que definirá si, en medio de esas dificultades, se desarrollará o no una familia funcional y saludable.
Por ejemplo, se ha comprobado que el rendimiento escolar es superior cuando el grado de apoyo, estímulo y la salud general de la base familiar es fuerte, lo que previene la deserción de las aulas.
Por otro lado, estudios en diferentes países indican que el índice de delincuencia, consumo de drogas y embarazo adolescente disminuye cuando se dan esas condiciones familiares ventajosas. Sin embargo, cuando la familia enfrenta problemas y dificultades, estos se reflejan rápidamente en la conducta de sus miembros. Así que de manera paralela, la criminalidad aumenta en familias desarticuladas y con resentimientos profundos. El índice de suicidio se incrementa cuando la familia enfrenta conflictos que la desintegran. Lo que no sucede cuando la familia es fuerte emocionalmente.
Familias saludables
No existe la familia perfecta, pero sí la familia saludable, y es aquella que ha sido capaz de adaptarse a los cambios que vive, incluso en consecuencia al mismo ciclo de la vida: no es igual un matrimonio sin hijos que con hijos, o un matrimonio que ha invertido todas sus fuerzas, recursos y tiempo en educar a los hijos y, de repente, todos se marchan de casa dejando el nido vacío.
Como no existe la familia perfecta, debemos amar la que tenemos, y amar significa hacer algo importante por alguien a quien consideramos valioso. Luchar hasta el final por los nuestros y disculpar los errores del camino.
Si demostramos que amamos y aceptamos a todos en casa, generamos un ambiente que nos hace desear estar cerca. Tal y como lo instruye el apóstol Pedro: “No devuelvan mal por mal ni insulto por insulto; más bien, bendigan, porque para esto fueron llamados, para heredar una bendición. En efecto, el que quiera amar la vida y gozar de días felices, que refrene su lengua de hablar el mal y sus labios de proferir engaños.” (1 Pedro 3:9-10, NVI)
Todos debemos procurar tener una familia en donde el ambiente sea agradable. Un lugar que nos haga sentir seguros y confiados. Pero la ira, la crítica constante, el egoísmo, el rechazo y la agresión lastiman cualquier relación. Tenemos que decidir eliminar lo que nos distancia, porque nos amamos y seguiremos siendo familia el resto de la vida. La pregunta que debemos hacernos es; ¿estamos dispuestos a darlo TODO por nuestra familia y las futuras generaciones?. Si es así, ¿por dónde empezamos?
Consejos prácticos para lograr establecer una familia saludable
- Escuche antes de hablar. El poner atención cuando algún miembro de la familia habla propicia un ambiente de respeto y comprensión. Todas las personas necesitan sentirse escuchadas y valoradas.
- No se enoje, pregunte para aclarar y asegúrese de que comprendió correctamente. Quien se enoja pierde.
- Exprese de buena manera sus desacuerdos o disgustos, no acumule. Lo que duele y se guarda produce resentimiento y dolor.
- Cuando discutan en casa, recuerden que continuarán juntos, por lo que hay que evitar decir algo que lamentemos por mucho tiempo. Enfóquese en la situación con el propósito de resolverla, sin atacar a la persona.
- Negocie, no sea inflexible, y aprenda a reconocer cuándo debe ceder.
- Las diferencias nos permiten ser un equipo, no rivales. Cuando se aceptan las diferencias individuales entre los miembros de la familia, se genera un ambiente de respeto. El pretender cambiar a la persona que se ama provoca frustración y decepción. La riqueza de una familia estriba en la capacidad de reconocernos los unos a los otros sin reproches ni reclamos.
- Cumpla las promesas y compromisos que asume con los miembros de la familia: con su pareja, con sus hijos, con sus hermanos, con sus padres; esto brinda un sentimiento de seguridad y la persona se sabe importante y se siente amada.
- No absorba a los miembros de la familia: ofrezca el espacio necesario para que cada uno se sienta libre y respetado.
- El buen sentido del humor es la mejor medicina para aliviar tensiones y hacer más agradable la convivencia familiar.
- Exprese cariño física y verbalmente; con un abrazo, un beso, un “te amo” y un “te necesito”. Una expresión de cariño sana enfermedades, aliviana las tensiones y eleva el ánimo.
- Hable bien de los suyos, en presencia de ellos y cuando no lo están. Hablar bien de los que se ama fortalece la confianza y eleva la autoestima.
- Decida, que toda palabra que salga de su boca será para dignificar, animar, fortalecer y consolar.
Fuente:
https://www.enfoquealafamilia.com/single-post/2017/05/15/%C2%A1Por-mi-familia-TODO
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