LA FUGA: Los Jóvenes y la Iglesia I
¿Por qué los jóvenes se van de la Iglesia?
Por Daniel Pujol
Fuente: Protestante Digital
"Todo puede atraer más que una Iglesia, si Jesús no está en ella"
Daniel Pujol explica en el libro “La Fuga” algunas de las conclusiones que aprendió de su propia experiencia de "salir" de la iglesia para encontrar a Dios.
Daniel Pujol es uno de esos muchos jóvenes que nació y creció en una iglesia evangélica, pero que desapareció cuando empezó a plantearse la vida por sí mismo, en la adolescencia. Tras unos años de experiencias difíciles, se encontró de frente con el Dios que hasta entonces creía haber conocido.
Al volver a casa, entendió que no se trataba de “ir a la iglesia”, sino de “ser iglesia”. Pujol plantea ahora en el libro “La Fuga” (Editorial Noufront, 2013) algunas de las lecciones que aprendió de la huída generalizada que observó en su generación.
“Dejé de asistir regularmente a la iglesia a los 17 años”, explica Pujol a Protestante Digital. “Fue un proceso amargo porque luchaba con un sentimiento de culpa tremendo”. Pero el fondo del problema era que su supuesta espiritualidad no funcionaba: “Yo creí conocer a Dios y sin embargo sólo había conocido una religión”.
Tras hacer su propio camino y observar el de muchos otros, Pujol llega a la conclusión que lo que ha alejado tantos chavales de las iglesias en la que se criaron es la sensación de que algo no encaja. “Gran parte de los jóvenes que salen no lo hacen por falta de inquietudes sino por falta de coherencia entre aquello que oyen y aquello que ven; y entre aquello que ellos mismos creen y lo que viven”, argumenta.
“Lo interesante es que cuando conversamos con ellos y escuchamos sus argumentos, prácticamente todos hacen referencia a su vivencia en la iglesia y no a su experiencia con Dios”.
LA PARTE DE RESPONSABILIDAD DE LA IGLESIA
La sensación de no estar experimentando nada relevante lleva a que muchos en sus 15, 16 o 17 años decidan hacer un cambio brusco en la dirección de sus vidas, en búsqueda de alternativas.“Cualquier cosa puede atraer más que una iglesia, si Jesús no está en ella”, cree Pujol.
Si queremos buscar la responsabilidad de la iglesia, “ésta tal vez no tenga tanto que ver con lo que se haya dicho, sino más bien con lo que se ha transmitido”.
Mirando hacia adentro, cree, es muy necesario que “todos aquellos que somos miembros de una iglesia local podamos reflexionar y cuestionar nuestras conductas, nuestros métodos, nuestras costumbres… Reflexionar para cambiar. Creo que la verdadera reflexión siempre impulsa el cambio si no sólo hablamos de un mero pensamiento”.
“Conviene recordar que no todo el que se va está indicando que prefiere vivir sin Dios”, defiende. Es más, “no todo el que se queda en la iglesia está indicando que quiere vivir con Dios, tal vez nunca le conoció pero su rutina religiosa le produce una estabilidad en su vida cotidiana”.
Pero Pujol no quiere tampoco afirmar que la culpa sea toda ni siempre de la iglesia. El abandono de un joven “puede tener muchas explicaciones y lecturas”.
DESCUBRIR EL JESÚS REAL
En su propia vida, lo que provocó el descubrimiento real de Dios fue un entorno nada eclesial. “Conocí a Jesús precisamente fuera del ámbito religioso cuando ya hacía años que no asistía a ninguna iglesia. Tuve un encuentro con él en mi habitación después de retarle pidiéndole que si existía me sacara de la situación en la que me encontraba y pudiera conocerle de verdad”.
La confrontación con Dios mismo, el darse cuenta que todo lo escuchado desde niño era verdad, le transformó. Por eso, dice, “me gustaría que los que abandonaron la iglesia se dieran la oportunidad, no de volver a la iglesia, sino de volverse a Dios y buscarle en el sitio donde estén”.
Porque lo increíble, cree Pujol, es que “el evangelio de Jesús no atrae a nadie a la iglesia sino que convierte en iglesia a aquél que lo recibe”.
¿En quién pensaba cuando decidió iniciar su nuevo proyecto de vida, tras encontrar al Dios real y personal? “Pensaba en personas. Nombres y apellidos. Familiares, amigos y conocidos que en alguna época de su vida tuvieron por costumbre asistir a una iglesia”, recuerda. “Me propuse ir uno por uno para compartir el descubrimiento que había hecho: Dios es real, y probablemente no tenía mucho que ver con los motivos que les habían llevado a abandonar la iglesia”. Ese mismo impulso es el que le ha llevado a escribir "La fuga".
Pujol ha explicado esto en muchos sitios, tanto ante un grupo de jóvenes, como en conversaciones de tú a tú con amigos, como en la radio . En su propia fuga, acabó llegando al extremo opuesto del entorno en el que había crecido.
EL ERROR DE LOS JÓVENES SIN IGLESIA FIJA
¿Podemos decir entonces que si alguien “es iglesia” ya no debe comprometerse con “una iglesia”? Porque ésta parece ser la idea en el aire entre muchos cristianos por debajo de los 25 años. Asistir aleatoriamente a varias iglesias, sin ver necesario el compromiso con ninguna de ellas.
“Sí, hay confusión”, cree Daniel. “En parte por la gran falta de conocimiento bíblico que existe”. “En las grandes urbes es donde mejor se reconoce al joven postmoderno, intercultural y dinámico. Es en esencia un seguidor del cambio constante y del movimiento espontáneo, pero por el contrario pesa sobre él su gran falta de perseverancia y compromiso con aquello que emprende o de aquello que forma parte”, observa el autor.
Pero la riqueza está precisamente en iglesias que unen a personas jóvenes y mayores. “Las generaciones pasadas deberán aprender del carácter explosivo del joven y él tendrá que descubrir que la fidelidad a Dios y a su pueblo no sólo es cuestión de sentimiento”.
UNA IDEA PARA LOS PASTORES
Para acabar, ¿qué le diría Pujol a los líderes de las iglesias, si tuviera tan sólo un minuto de su tiempo? “Les diría que al joven hay que mostrarle no la importancia de la iglesia local sino la importancia de su relación con Dios”. Porque una vez esto esté claro, “Dios mismo le dará la comprensión de que la comunidad local es necesaria para el crecimiento espiritual”.
Si quieres leer la Segunda parte de este mensaje, puedes hacer click aquí.
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Daniel Pujol es uno de esos muchos jóvenes que nació y creció en una iglesia evangélica, pero que desapareció cuando empezó a plantearse la vida por sí mismo, en la adolescencia. Tras unos años de experiencias difíciles, se encontró de frente con el Dios que hasta entonces creía haber conocido.
Al volver a casa, entendió que no se trataba de “ir a la iglesia”, sino de “ser iglesia”. Pujol plantea ahora en el libro “La Fuga” (Editorial Noufront, 2013) algunas de las lecciones que aprendió de la huída generalizada que observó en su generación.
“Dejé de asistir regularmente a la iglesia a los 17 años”, explica Pujol a Protestante Digital. “Fue un proceso amargo porque luchaba con un sentimiento de culpa tremendo”. Pero el fondo del problema era que su supuesta espiritualidad no funcionaba: “Yo creí conocer a Dios y sin embargo sólo había conocido una religión”.
Tras hacer su propio camino y observar el de muchos otros, Pujol llega a la conclusión que lo que ha alejado tantos chavales de las iglesias en la que se criaron es la sensación de que algo no encaja. “Gran parte de los jóvenes que salen no lo hacen por falta de inquietudes sino por falta de coherencia entre aquello que oyen y aquello que ven; y entre aquello que ellos mismos creen y lo que viven”, argumenta.
“Lo interesante es que cuando conversamos con ellos y escuchamos sus argumentos, prácticamente todos hacen referencia a su vivencia en la iglesia y no a su experiencia con Dios”.
LA PARTE DE RESPONSABILIDAD DE LA IGLESIA
La sensación de no estar experimentando nada relevante lleva a que muchos en sus 15, 16 o 17 años decidan hacer un cambio brusco en la dirección de sus vidas, en búsqueda de alternativas.“Cualquier cosa puede atraer más que una iglesia, si Jesús no está en ella”, cree Pujol.
Si queremos buscar la responsabilidad de la iglesia, “ésta tal vez no tenga tanto que ver con lo que se haya dicho, sino más bien con lo que se ha transmitido”.
Mirando hacia adentro, cree, es muy necesario que “todos aquellos que somos miembros de una iglesia local podamos reflexionar y cuestionar nuestras conductas, nuestros métodos, nuestras costumbres… Reflexionar para cambiar. Creo que la verdadera reflexión siempre impulsa el cambio si no sólo hablamos de un mero pensamiento”.
“Conviene recordar que no todo el que se va está indicando que prefiere vivir sin Dios”, defiende. Es más, “no todo el que se queda en la iglesia está indicando que quiere vivir con Dios, tal vez nunca le conoció pero su rutina religiosa le produce una estabilidad en su vida cotidiana”.
Pero Pujol no quiere tampoco afirmar que la culpa sea toda ni siempre de la iglesia. El abandono de un joven “puede tener muchas explicaciones y lecturas”.
DESCUBRIR EL JESÚS REAL
En su propia vida, lo que provocó el descubrimiento real de Dios fue un entorno nada eclesial. “Conocí a Jesús precisamente fuera del ámbito religioso cuando ya hacía años que no asistía a ninguna iglesia. Tuve un encuentro con él en mi habitación después de retarle pidiéndole que si existía me sacara de la situación en la que me encontraba y pudiera conocerle de verdad”.
La confrontación con Dios mismo, el darse cuenta que todo lo escuchado desde niño era verdad, le transformó. Por eso, dice, “me gustaría que los que abandonaron la iglesia se dieran la oportunidad, no de volver a la iglesia, sino de volverse a Dios y buscarle en el sitio donde estén”.
Porque lo increíble, cree Pujol, es que “el evangelio de Jesús no atrae a nadie a la iglesia sino que convierte en iglesia a aquél que lo recibe”.
¿En quién pensaba cuando decidió iniciar su nuevo proyecto de vida, tras encontrar al Dios real y personal? “Pensaba en personas. Nombres y apellidos. Familiares, amigos y conocidos que en alguna época de su vida tuvieron por costumbre asistir a una iglesia”, recuerda. “Me propuse ir uno por uno para compartir el descubrimiento que había hecho: Dios es real, y probablemente no tenía mucho que ver con los motivos que les habían llevado a abandonar la iglesia”. Ese mismo impulso es el que le ha llevado a escribir "La fuga".
Pujol ha explicado esto en muchos sitios, tanto ante un grupo de jóvenes, como en conversaciones de tú a tú con amigos, como en la radio . En su propia fuga, acabó llegando al extremo opuesto del entorno en el que había crecido.
EL ERROR DE LOS JÓVENES SIN IGLESIA FIJA
¿Podemos decir entonces que si alguien “es iglesia” ya no debe comprometerse con “una iglesia”? Porque ésta parece ser la idea en el aire entre muchos cristianos por debajo de los 25 años. Asistir aleatoriamente a varias iglesias, sin ver necesario el compromiso con ninguna de ellas.
“Sí, hay confusión”, cree Daniel. “En parte por la gran falta de conocimiento bíblico que existe”. “En las grandes urbes es donde mejor se reconoce al joven postmoderno, intercultural y dinámico. Es en esencia un seguidor del cambio constante y del movimiento espontáneo, pero por el contrario pesa sobre él su gran falta de perseverancia y compromiso con aquello que emprende o de aquello que forma parte”, observa el autor.
Pero la riqueza está precisamente en iglesias que unen a personas jóvenes y mayores. “Las generaciones pasadas deberán aprender del carácter explosivo del joven y él tendrá que descubrir que la fidelidad a Dios y a su pueblo no sólo es cuestión de sentimiento”.
UNA IDEA PARA LOS PASTORES
Para acabar, ¿qué le diría Pujol a los líderes de las iglesias, si tuviera tan sólo un minuto de su tiempo? “Les diría que al joven hay que mostrarle no la importancia de la iglesia local sino la importancia de su relación con Dios”. Porque una vez esto esté claro, “Dios mismo le dará la comprensión de que la comunidad local es necesaria para el crecimiento espiritual”.
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2 comentarios:
Buen artículo Pastor!!! hay trabajo que hacer, y es tal cual.... una vez que ellos tienen un encuentro con su Padre comienza su hermosa relación con Él y con ello la madurez que da la relación con el único que conoce cada célula de nuestro cuerpo. Gracias y mil bendiciones!
Así es, necesitamos estar preparados para ayudarles en su relación con Dios y a superar los retos y dificultades que vienen en el camino de la vida.
Bendiciones
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