IGLESIA CASERA Parte VII
Un cambio de Paradigma en la Fundación de Iglesias II
Un cambio de Paradigma en la Fundación de Iglesias II
Por apóstol Dr. Daniel Guerrero
INTRODUCCIÓN:
En la Primera parte de esta reflexión sobre la necesidad de "Un cambio de Paradigma en la Fundación de Iglesias", vimos brevemente algunos desafíos y retos presentes, como el que todavía representan las miles de millones de personas que se encuentran sin Cristo en nuestro mundo, especialmente en lo que llamamos la región de "La Ventana 10/40"; y vimos el contexto histórico y misionológico en el que surgió esta reflexión.
Ahora en esta Segunda parte veremos si la experiencia de Jesús con sus discípulos Judíos podría ayudarnos en nuestros intentos por alcanzar a nuestro mundo actual. Y trataré de responder algunas preguntas críticas que necesitamos replantearnos en nuestros intentos de ser fieles a las enseñanzas de nuestro Maestro y al modelo de fundación de comunidades de discípulos, que llamamos iglesias, que nos dejaron Él y sus apóstoles. Aquí trataremos de contestar preguntas como:
- ¿Cómo Jesús les presentó el Evangelio?
- ¿Cómo y cuando los discípulos creyeron en Jesús?
- ¿Cómo Jesús discipuló a los doce?
- ¿Cómo los entrenó?
- ¿Era el grupo de los doce un modelo prescriptivo para la iglesia naciente?
Si vemos detenidamente el registro de los Evangelios, vamos a concordar que el Maestro Nazareno, la mayoría de las veces, no les expuso el Evangelio en términos proposicionales (mediante una charla, conferencia o exposición), como nosotros solemos hacer en nuestros contextos modernos occidentales. Más bien, cuando él quería introducir valores y conceptos del Evangelio del reino de Dios, hizo uso del relato de historias bíblicas, parábolas, ilustraciones de la vida diaria y cotidiana; y explicaba las implicaciones salvíficas de Su mensaje a través de las señales milagrosas. De hecho, en más de una oportunidad usó las señales y milagros para explicar el Evangelio (Mateo 8: 14-9:13; Marcos 2: 1-12; Lucas 6: 1-11; Juan 9:1-41).
Otro aspecto que resalta de la experiencia del Maestro con sus discípulos, es que le tomó aproximadamente tres años y medio para que ellos le conocieran y creyeran a Su mensaje y las implicaciones del mismo. Es decir, fue un proceso progresivo de comunicación del Evangelio y no uno puntual y crítico al que nosotros estamos acostumbrados y buscamos afanosamente. El Señor edificó una fuerte relación con sus discípulos, mientras les comunicaba el Evangelio y les permitía participar en Su ministerio.
¿Cómo los discípulos creyeron que Jesús era el Mesías?
Si la predicación del Evangelio fue progresiva, lo mismo podemos decir de la forma como los discípulos, los doce, creyeron en Jesús.
Primero, él los llamó para que estuvieran con él (Marcos 3: 13-15; Lucas 6: 12-13; Mateo 10: 1) y les dio autoridad para predicar, sanar a los enfermos y liberar a los oprimidos por el diablo.
Más sin embargo, no podemos decir que ellos habían creído en Jesús, como nosotros actualmente esperamos que la gente lo haga. Es decir, ellos no estaban del todo seguros que el Maestro Nazareno fuera el Mesías esperado. Pero les llamaba la atención su mensaje, su autoridad, las obras milagrosas que hacía y definitivamente su compasiva compañía y su amor (Mateo 4: 18-5:2; 8:14-27; 9:1-13, 35-38; 12: 1-15; 14: 1-34; 15: 21-37; 17: 1-20; 18: 1-6; 19: 13-15, 16-30; 20: 20-28; 21: 1-11, 18-22; 24: 1-51; 26: 6-56; Marcos 1: 14-8, 35-45; 5: 21-43; Lucas 5: 1-11; 7: 36-50; 14: 25-35; 17: 1-10; 18: 31-34; Juan 1: 35-51; 4: 1-8, 27-42; 6: 60-71; 9: 1-41; 11: 1-44; 13: 1-17; 14: 1-14; 16: 17-31).
Por el relato de los Evangelios podemos ver que los discípulos no entendían claramente quién era Jesús y las implicaciones de su obra. El mismo Pedro, que recibe la revelación de Jesús como el Cristo, el hijo del Dios viviente, él no aceptó que el Maestro tuviera que padecer y morir en Jerusalén por manos de los líderes religiosos. Por esa razón, el Señor fuertemente le reprendió (Mateo 16: 21-23), pero Pedro no estaba sólo en sus dudas y confusiones (Mateo 18: 31-34). Tomás todavía días antes de la crucifixión no entendía que Jesús era el camino a Dios (Juan 14: 5-7); Felipe igualmente todavía no había captado la naturaleza divina del Maestro (Juan 14: 8-11). Judas el Iscariote le entregó porque no cubrió con sus expectativas mesiánicas (Mateo 26: 14-16; Lucas 22: 1-6). El día del arresto todos sus discípulos huyeron (Mateo 26: 56; Marcos 14: 50) y Pedro al verse descubierto opta por negarlo ¡no una vez sino tres veces y maldiciendo! (Mateo 26:69-75; Marcos 14: 66-2; Lucas 22:56-62).
Ante todo este antecedente, no nos debe sorprender la incredulidad de los discípulos ante la resurrección del Señor (Marcos 16: 9-14; 24: 8-12, 33-48; Juan 20: 24-29). ¡A menos que Jesús se les apareciera a los once, no hubieran creído!
Fue un proceso, y el momento crítico vino cuando vieron, escucharon y palparon al Maestro resucitado (1Juan 1: 1-3). Entonces todo el cuadro quedó más claro; y es necesario acotar no totalmente claro (Lucas 24: 45-48).
Con la llegada del Espíritu Santo, durante el Pentecostés, se inicia la etapa de proclamación del Evangelio del reino, desde Jerusalén hasta lo último de la tierra (Hechos 1:8; 2: 1-40) y comienza abiertamente la comunidad de discípulos de Jesucristo en Jerusalén (Hechos 2: 41-47).
Dejo para otra oportunidad el proceso de Dios para que los once y la iglesia de Jerusalén entendieran que la tarea de proclamación del Evangelio y discipulado tenía que cubrir a todas las naciones.
¿Cómo Jesús discipuló y entrenó a los Doce?
Es claro que fue por medio de un proceso relacional y formativo, más que uno intelectual e informativo que solemos practicar en nuestras iglesias e instituciones de capacitación bíblico-teológica.
El primer objetivo dentro del programa de discipulado y entrenamiento de Jesús fue la relación. Los llamó sus discípulos y los nombró apóstoles (enviados), para “que estuvieran con él”, (Marcos 3: 14). A través de este acompañamiento el carácter de los discípulos sería formado para el ministerio al que serían enviados. ¿Qué valores les resaltó Jesús? Podemos hacer una lista de los más evidentes:
1. Creer, vivir por fe, creer a la Palabra del Maestro (Mateo 8: 5-13, 23-27; 11: 25-30; 12: 3-12; 13: 1-42; 14: 13-21, 25-33; 15: 22-28, 32-38; 17: 15-20; 21: 18- 22, 28-32; Marcos 11: 20-25; Lucas 5: 3-11; 7: 6-9; 13: 1-9; 16: 19-31; Lucas 17: 5-6; 24: 25-27).
2. Amar a Dios y al prójimo (Mateo 5: 43-48; 12: 46-50; 18: 15-35; 22: 34-40; Marcos 12: 28-32, 41-44; Lucas 6: 27-36; 7: 40-47; Lucas 10: 25-37; 12: 13-21; Lucas 15: 8-32; 17: 1-4; 19: 1-10)
3. Servir de una manera humilde a Dios y al prójimo (Mateo 5: 13-16; 6: 1-4; 10: 9-10; 20: 25-28; 22: 34-40; 25: 34-45; Marcos 9: 33-37; Marcos 10: 42-45; Lucas 17: 7-10; 18: 9-14).
4. Obedecer la Palabra dada por Dios (Mateo 5: 17-20; 7: 24-27; 16: 21-28; 19: 16-23; 22: 1-14; 25: 14-30; Marcos 12: 28-32; Lucas 5: 1-8; 6: 46-49).
5. Perseverar ante toda circunstancia y prueba (Mateo 14: 27-31; 18: 10-14; 20: 1-16; 24: 12-13; 24: 45-51; 25: 1-13; Lucas 9: 57-62; 12: 35-48; 13: 22-30).
6. Orar y depender de Dios en todo momento (Mateo 6: 5-15; 7: 7-12; 21: 21-22; 26: 39-45; Marcos 1: 35; Lucas 11: 1-13; 18: 1-8; 22: 40-46).
7. Sufrir persecución y aún morir por causa del Evangelio del reino (Mateo 10: 17-42; 16: 24-27; 24: 9-14; Marcos 13: 9-13; Lucas 14: 25-35).
El segundo objetivo era entrenarlos para el ministerio de la predicación, enseñanza, sanidad y liberación de los oprimidos física, mental, emocional y espiritualmente (Mateo 10: 1; Marcos 3:14-15; Lucas 9: 1-2)
Lo interesante fue que el proceso de discipulado era en sí mismo el entrenamiento. Jesús mientras compartía las verdades y los valores del reino de Dios a sus discípulos, les daba responsabilidades ministeriales y modelaba ante ellos cómo ministrar a las múltiples necesidades de las multitudes que le seguían. Fue un discipulado-entrenamiento (en inglés: “training-on-the-job”) literalmente situacional, en el camino. El Maestro intencionalmente les entrenó y compartió los valores y principios del reino desde el principio, a fin de capacitarles para el ministerio que tenía preparado para ellos al final. Es decir, Jesús tenía en mente el final del proceso desde el principio y lo practicó de esa manera. Y tan pronto como lo cumplió salió de escena, dándole espacio a sus seguidores.
¿Cómo fueron las iglesias de los discípulos de Jesús?
Debemos comenzar diciendo que no había nada prescriptivo que señalara que las iglesias en las casas debían ser de doce discípulos. Lo que vemos, y la Biblia enfatiza, son las características de las comunidades de discípulos, que al transcurrir del tiempo serían llamadas “asambleas o congregaciones” (iglesias, del griego ekkleisia ). Veamos algunas de ellas:
1. Eran íntimamente relacionales, reunidas en grupos pequeños, principalmente en las casas de los que creían. Aunque en un primer momento se reunían también en el templo; luego por causa de las persecuciones se reunieron solamente en las casas (Hechos 2: 41-44, 46). La experiencia de salvación, la oración, el partimiento del pan y la comida juntos facilitaban esta fuerte relación comunitaria.
2. Comprometidas a obedecer y a seguir a Jesús. Esto se observa por la práctica inmediata del bautismo, la celebración regular de la cena del Señor, la oración y su apego a las enseñanzas de Jesús dada por los apóstoles (Hechos 2: 42). La práctica de las enseñanzas era evidente mediante el servicio mutuo y la preocupación los unos por los otros y por los necesitados de la comunidad donde estaban.
3. Las señales milagrosas confirmaban la predicación y exposición del Evangelio del reino hecha por los apóstoles, y que luego vemos también serían ejecutadas por los diáconos y otros discípulos (Hechos 2: 43; 5: 12-12; 6: 8; 8: 5-8; 9: 10-12, 17-18; 11: 19-21).
4. Eran orientadas a satisfacer las necesidades de todos, particularmente de aquellos en mayor necesidad (Hechos 2: 45, 47; 4: 32-35; 11: 27-30). Esto lograba que gozaran de gran estima en la comunidad donde estaban.
5. Es evidente que el proceso de discipulado, entrenamiento y delegación de liderazgo en los nuevos creyentes no tomaba mucho tiempo. Primero, si decimos que la iglesia comenzó con los 120 que estaban orando en el Pentecostés y, después de la predicación de Pedro, se añadieron 3,000 personas (Hechos 2: 41), estamos diciendo, que en pocos días los apóstoles tenían una congregación de más de 3,120 personas que se reunía regularmente en las casas (y nada indica que las comunidades estaban distribuidas en grupos de doce). Poco tiempo después se reseña que por la sanidad de un cojo y la predicación de Pedro se añadieron 5,000 personas más (Hechos 4: 4). Es decir, estamos hablando de una iglesia en Jerusalén de más de 8,120 personas, reunidas en las casas de los nuevos creyentes; y los apóstoles no podían pastorearlas a todas, como tampoco podían atender el proceso de distribución de alimentos entre los necesitados (Hechos 6: 1-4). Segundo, el modelo de Pablo y Bernabé, que seguramente seguía el modelo de Jesús y los apóstoles, practicado por las iglesias caseras en Jerusalén y por aquellos que establecieron la iglesia en Antioquía, era: predicar, discipular, entrenar y delegar el liderazgo de las nuevas iglesias caseras, a los nuevos creyentes en la ciudades donde predicaban (Hechos 14: 21-23).
6. El evangelismo y la multiplicación de comunidades de discípulos ocurrían natural y espontáneamente. Tal era la vitalidad de la comunión entre los creyentes, la obediencia a las enseñanzas de Jesús impartidas por los apóstoles, la fe manifestada en señales milagrosas, el amor y el servicio al prójimo, que se contagiaba a todos los discípulos y éstos a su vez compartían las buenas noticias del reino de Jesucristo a sus vecinos y a donde quiera que ellos iban (Hechos 4: 32-35; 8: 1, 4; 11: 19-21).
7. Estas iglesias en su mayoría eran establecidas en comunidades de personas con escasos recursos e iletradas. Por lo tanto, estas iglesias caseras practicaban actividades sencillas, que no requerían grandes estudios ni inversiones de recursos económicos, y que eran fácilmente reproducibles para los creyentes, quienes rápida y espontáneamente las establecían por doquier (Hechos 4: 13; 6: 1; 11: 28-29).
CONCLUSIÓN
El breve estudio anterior nos desafía a pensar en un nuevo paradigma para la fundación de iglesias. Un paradigma que esté más cerca del modelo de Jesús y de nuestras sociedades pobres de Asia, África y América Latina (aunque bien pueda aplicarse en contextos de mayor opulencia económica y tecnológica).
Estoy consciente que no faltarán aquellos que digan que el modelo de Jesús fue único para la época de los apóstoles y no se aplica para nuestros tiempos. Esos serán los mismos que han sostenido que los milagros y sanidades pasaron y no se aplican hoy, que las lenguas pasaron, que el ministerio apostólico y profético no es para nuestros tiempos, etc. Y que a la final la práctica y experiencia ministerial han demostrado que están y han estado equivocados.
La propuesta que hago es que simplifiquemos y aceleremos los procesos de evangelismo, discipulado y entrenamiento de los nuevos creyentes para el ministerio, y que revisemos el proceso departamentalizado que hemos practicado por muchos años, que no produce la necesaria transformación de las comunidades y sociedades donde la iglesia es establecida. Ver cuadro siguiente:
Este modelo es un sistemático proceso de evangelismo y discipulado, el cual espera primero por una conversión puntual y crítica; luego le sigue un discipulado racional y de contenidos; para finalizar, después de años, con pocos candidatos para un entrenamiento ministerial, que no será otra cosa que la transmisión de más contenidos bíblico-teológicos más complejos y una capacitación poco práctica y reproducible.
En el nuevo paradigma la conversión puede ocurrir en cualquier momento del discipulado, y el proceso de evangelismo y discipulado es continuo, no se detiene para iniciar un nuevo proceso. Ver el cuadro siguiente:
Para obreros que trabajamos en contextos Musulmanes bien podemos tener nuestros discípulos y al mismo tiempo entrenarles, mientras esperamos que reciban la revelación de Dios y puedan creer que Jesús es el hijo de Dios, el salvador del mundo. Esto es posible porque técnicamente un discípulo (del griego mathetes) es un aprendiz, que aprende de las enseñanzas de otro. Entonces, podemos tener personas interesadas en conocer más de Jesús y su obra, enseñarles las verdades del Evangelio y entrenarles hasta que ellos vivan la experiencia de la conversión. Una vez que este evento ocurra, el discípulo ya habrá sido entrenado para el ministerio y habrá observado nuestro modelo de ministerio, el cual él podrá reproducir en otro grupo de discípulos o una nueva iglesia casera. Eso significa que el evangelismo, discipulado y entrenamiento son simultáneos y se dan por un modelaje práctico. E implica, que debemos modelar conceptos y actividades de manera sencilla, que no requieran grandes cantidades de dinero; es decir que sean fácilmente reproducibles, de manera que se produzca la rápida y espontánea multiplicación de iglesias caseras en el grupo humano en el que estemos trabajando. Claro está, esto dependerá del contexto socio-económico donde las iglesias caseras sean establecidas, pero el criterio de reproducibilidad debe mantenerse y practicarse rigurosamente.
Debemos terminar aquí por razones de espacio y tiempo. Pero es mi profundo deseo y oración que estos artículos nos ayuden a reflexionar y a re-diseñar mejores estrategias de fundación de iglesias en nuestros contextos de ministerio, a fin de que muchos sean salvos y glorifiquen el Señor.
También es mi deseo y oración, que a la luz de las enseñanzas y prácticas que nuestro Señor Jesucristo y Sus apóstoles nos han dejado, podamos articular y ejecutar modelos de "ser y hacer" iglesia, que sean más cónsonos con lo que ellos nos dejaron, que podamos regresar al modelo de iglesia casera, a esa pequeña, pero poderosa, comunidad de discípulos, que trastornó las naciones de los primeros siglos y transformó las vidas no sólo de individuos, pero de pueblos, ciudades y naciones con el poderoso mensaje de las Buenas Nuevas del reino de Dios.
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