SIGNIFICADO DE LA FIESTA DE PENTECOSTÉS
Por apóstol Dr. Daniel Guerrero
La Fiesta de Pentecostés (griego: cincuenta), es también conocida en hebreo como "Shavuot" (hebreo: semanas), y por eso es también conocida como la Fiesta de las Semanas y su fecha caía después del conteo de siete semanas u "omer" (Lev. 23:15-21), en el mes de Siván. Y como se celebraba en el contexto de la cosecha del trigo, también era conocida como la Fiesta de la Cosecha (Éx. 34:22), porque en ese tiempo también se daba la cosecha de otros frutos por los cuales Israel era famosa: trigo, cebada, olivos, uvas, higos, granadas y dátiles (Dt. 8:7-10).
La Fiesta de las Semanas (Shavuot) se celebra en el mes de Siván, exactamente cincuenta (50) días después del segundo día de la celebración de la Pascua (Pesaj/Pesach; Lev. 23:15-16); y algunos la consideran como una Fiesta separada, mientras que otros la consideran la culminación de la Pascua. Personalmente soy de los que opinan que ambas Fiestas se conectan por el conteo de las siete semanas, y entendiendo cómo Dios opera en ciclos de tiempos, considero que la Fiesta de Pentecostés cierra un gran período de siete ciclos, específicamente, siete semanas, que apuntan al tiempo perfecto de plenitud y cumplimiento en el reino de Dios (Dt. 16:9-10). Y he dicho en otras oportunidades, que de una manera gráfica y vívida, a través de Sus Fiestas solemnes, Dios quería enseñarle a Su pueblo cómo Él planifica y toma muy en serio el tiempo, para la preparación y cumplimiento de Sus planes-; y por lo tanto, Él quiere que Sus hijos también hagamos lo mismo.
PENTECOSTÉS EN EL DILUVIO
Algunos consideran que los acontecimientos del Diluvio sucedieron en el mes de Siván, en el contexto de Shavuot (Fiesta de las Semanas). Veamos el relato bíblico:
"Y sucedió que al séptimo día las aguas del diluvio vinieron sobre la tierra.
El año seiscientos de la vida de Noé, en el mes segundo, a los diecisiete días del mes, aquel día fueron rotas todas las fuentes del grande abismo, y las cataratas de los cielos fueron abiertas, y hubo lluvia sobre la tierra cuarenta días y cuarenta noches... Y prevalecieron las aguas sobre la tierra ciento cuarenta días... Y las aguas decrecían gradualmente de sobre la tierra; y se retiraron las aguas al cabo de ciento cincuenta días.
Y reposó el arca en el mes séptimo, a los diecisiete días del mes, sobre los montes de Ararat. Y las aguas fueron decreciendo hasta el mes décimo; en el décimo, al primero del mes, se descubrieron las cimas de los montes. (Gén. 7:10-12, 24; 8:3-7).
Estos son los momentos cuando podemos observar cuán importante es para Dios que Sus hijos tomen muy en cuenta los tiempos y las estaciones, para la ejecución de Su voluntad. Quien afirme que para Dios no es importante el tiempo, es sencillamente un ignorante de las Sagradas Escrituras y no conoce la mente ni el corazón de Dios.
Impresiona en la historia del Diluvio la abundancia de referencias de tiempos por medio de días, meses y años, para describir un acontecimiento tan importante en el Plan de salvación que Dios tiene para toda la humanidad y Su creación. Le animo que lea todo el relato bíblico sobre el Diluvio en Génesis 7:1-8:22, y saque usted sus propias conclusiones.
Pero las aguas se retiraron al cabo de 150 días... Y comienza un conteo de ciclos de siete días (semanas). En Génesis 8:2, el arca reposó "en el mes séptimo (7), a los diecisiete (17) días del mes, sobre el monte Ararat". Al cabo de cuarenta (40) días Noé abrió la ventana del arca y envió una paloma que no halló lugar donde reposar (v. 6-9). Esperó otros siete días (una semana) y volvió a enviar una paloma fuera del arca y ésta regresó con una hoja de olivo (v. 10-11). Pero Noé esperó otros siete días (una semana) y volvió a enviar la paloma que no regresó a él (v.12); así que, en el año seiscientos uno, exactamente un año después, se secó la tierra, "en el segundo mes, a los veintisiete días del mes" (Gén. 8:13-14).
El día veintiocho (28) Dios ordenó a Noé salir del arca (Gén. 8:15-16). ¡Y lo primero que Noé y su familia hizo fue adorar a Dios, trayendo una ofrenda de primicias, de paz y gratitud delante de Él! Y Dios se agradó de esa actitud, de ese corazón adorador, agradecido y generoso (Gén. 8:20-22). Y en respuesta a la fe, la obediencia y la ofrenda de Noé y de sus hijos, Dios los bendijo e hizo un nuevo pacto con ellos y toda la humanidad.
No podemos afirmar que el Diluvio aconteció exactamente el mismo día de Pentecostés, porque esta Fiesta, como mencioné arriba, se relaciona más bien con la Pascua; pero lo traigo a colación porque sí podemos observar que Dios dirigió a Noé, al igual que a Israel, a hacer un conteo de semanas, en este caso tres semanas, antes de descender del arca y presentar ofrenda delante de Él (Gén. 8:8-12; Dt. 16:9-10). Y también podemos observar, según Scofield, que transcurrieron un total de 365 días, un año solarª.
Así que, con esta historia nos encontramos con el primer significado del Pentecostés:
1. Conocer y aprender la importancia de contar el tiempo de Dios (ciclos, fiestas y estaciones), para esperar y encontrarnos con Él, para disfrutar de Su favor y bendición.
En el Diluvio y en el Pentecostés podemos aprender que es importante que nosotros, el pueblo de Dios, tomemos muy cuenta el tiempo de Dios, aprender a conocer Sus ciclos, estaciones y a contar sus días, semanas y meses, pues Él desea bendecirnos en cada nuevo tiempo y en cada nuevo ciclo dentro de Su creación y reino. Pues, no en balde el salmista ora al Señor diciendo (Sal. 90:9-12):
"Porque todos nuestros días declinan a causa de tu ira; acabamos nuestros años como un pensamiento.
Los días de nuestra edad son setenta años; y si en los más robustos son ochenta años, con todo, su fortaleza es molestia y trabajo, porque pronto pasan, y volamos. ¿Quién conoce el poder de tu ira, y tu indignación según que debes ser temido?
Enséñanos de tal modo a contar nuestros días, que traigamos al corazón sabiduría".
Este principio y enseñanza la podemos observar también claramente en las instrucciones que nuestro Señor Jesucristo les dio a Sus discípulos antes de ascender a la diestra de Dios Padre:
"He aquí, yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros; pero quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de poder desde lo alto" (Lc. 24:49).
Los discípulos esperaron pacientemente, en unidad y en oración, hasta que llegó el día de Pentecostés y todos los que estaban reunidos en el aposento alto fueron llenos de la presencia y el poder del Espíritu Santo (Hch. 1:14; 2:1-4).
EL PENTECOSTÉS EN EL SINAÍ
Históricamente, el primer Shavuot se celebró en el monte Sinaí (Éx. 19:1,9-11), cuando Dios convocó a Moisés y al pueblo de Israel para entregarle Sus enseñanzas y ordenanzas (Torah: enseñanza). Esta cita o tiempo señalado por Dios cayó exactamente cincuenta días después de la salida de Egipto; y más tarde Él instruyó a Moisés para que Su pueblo celebrara este evento, juntamente con el gozo y alegría que trae la cosecha (Lev. 23:15-21; Dt. 16:9-10).
Al igual que todas las demás Fiestas, el Pentecostés (Shavuot) también requiere de nuestra preparación mental, física y espiritual. Y Dios instruyó así a Moisés, para que el pueblo se preparara para este día especial, para esta cita divina y día señalado (kairós). Esta preparación implica purificarse tanto espiritual como físicamente (Éx. 19:10-11, 14).
Veamos el relato bíblico de este primer Pentecostés, en Éxodo 19:14-20:
"Y descendió Moisés del monte al pueblo, y santificó al pueblo; y lavaron sus vestidos. Y dijo al pueblo: Estad preparados para el tercer día; no toquéis mujer.
Aconteció que al tercer día, cuando vino la mañana, vinieron truenos y relámpagos, y espesa nube sobre el monte, y sonido de bocina muy fuerte; y se estremeció todo el pueblo que estaba en el campamento. Y Moisés sacó del campamento al pueblo para recibir a Dios; y se detuvieron al pie del monte. Todo el monte Sinaí humeaba, porque Jehová había descendido sobre él en fuego; y el humo subía como el humo de un horno, y todo el monte se estremecía en gran manera. El sonido de la bocina iba aumentando en extremo; Moisés hablaba, y Dios le respondía con voz tronante.
Y descendió Jehová sobre el monte Sinaí, sobre la cumbre del monte; y llamó Jehová a Moisés a la cumbre del monte, y Moisés subió".
Ésta fue la primera vez que el pueblo de Israel se encontró con el Dios Todopoderoso, el Dios de sus padres, de Abraham, Isaac y Jacob; y la primera vez que Dios manifestó Su voz por medio del sonido del shofar (bocina, trompeta). Y ese día Dios comenzó a darle sus enseñanzas y ordenanzas (Torah).
Y con esta historia nos encontramos con el Segundo significado de la Fiesta de Pentecostés:
2. Temer y honrar al Dios del Pacto, al Dios de nuestros padres de Abraham, Isaac y Jacob.
Esa fue la enseñanza y principio que Moisés extrajo de aquella primera experiencia portentosa y gloriosa del pueblo de Israel con el Dios de sus padres (Éx. 20:18-20). Él les dijo:
"No temáis; porque para probaros vino Dios, y para que su temor esté delante de vosotros, para que no pequéis".
Dios desplegó Su gloria, poder y majestad delante de Israel, pues quería marcar la mente y el alma de Su pueblo, para que le respetaran, honraran y obedecieran, para que no le abandonaran yéndose tras otros dioses e ídolos. Así le dijo Dios a Moisés:
"Así dirás a los hijos de Israel: Vosotros habéis visto que he hablado desde el cielo con vosotros. No hagáis conmigo dioses de plata, ni dioses de oro os haréis".
3. Recibir la revelación y el nuevo Pacto de Dios
Este tercer día, del tercer mes, del primer año del calendario dado por Dios a Su pueblo, Él les entregó una nueva revelación, esta vez escrita en tablas de piedra, e hizo con todos ellos un Cuarto pacto. El primer Pacto lo hizo con Adán y Eva (Gén. 1:26-31; 2:16-17); el Segundo lo hizo con Noé (Gén. 9:1-17); y el Tercero lo hizo con Abraham (Gén. 15:5-21), el cual ratificó con su descendencia: Isaac, su hijo (Gén. 26:1-6) y Jacob, su nieto (Gén. 28:10-22).
Ahora Dios, mediante Su siervo Moisés, hizo un Cuarto Pacto (Éx. 19:4-8; 20:1-17; 31:18), cuyas señales principales serían la circuncisión (ya dada a Abraham, Isaac y Jacob) y el día de reposo (Gén. 17:1-14; Éx. 31:12-17).
Y en este Primer Pentecostés Dios entregó también una nueva y más amplia revelación a Su pueblo representada en la Torah, que comúnmente se traduce como "la Ley", pero que en el idioma hebreo significa más bien "enseñanza o instrucción". La Torah es la representación de toda la Palabra de Dios y en ella Dios nos instruye a amarle, honrarle, respetarle y a obedecerle (Dt. 6:1-8:20; 10:12-11:32).
PENTECOSTÉS EN JERUSALÉN
Cincuenta días después de la última cena, cuando el Señor Jesucristo promulgó el Nuevo Pacto en Su sangre (Lc. 22:14-20), cuando llegó el día de la Fiesta de Pentecostés, Dios envió a Su Espírtu Santo para bautizar a todos los presentes en aquel aposento alto y darles el poder prometido para que fueran testigos del reino de Dios, tal y como el Maestro les prometió ( Lc. 24:49; Hch. 1:8; 2:1-4).
Al igual que en el Pentecostés del Sinaí, Dios desplegó señales ante Su pueblo, para que la experiencia quedara grabada en sus mentes y corazones. En esta oportunidad, el Espíritu Santo de Dios descendió sobre la iglesia con un estruendo celestial, "como de viento recio que soplaba", que llenó toda la casa; y también se les aparecieron lenguas como de fuego, que se asentaban sobre sus cabezas. ¡Y todos, todos, fueron llenos del Espíritu Santo! Y comenzaron a hablar nuevas lenguas (idiomas), que personas provenientes de otras naciones, presentes en la ciudad y que escucharon el estruendo celestial, pudieron comprender.
Para los que conocen cómo Dios opera a través de Su tiempo, específicamente a través de Sus Fiestas solemnes, podrán reconocer que no hubo ninguna casualidad, sino una perfecta coincidencia de tiempo, mensaje y propósito aquel día de Pentecostés, en Jerusalén: Dios, como en el pasado, estaba confirmando, con la poderosa presencia de Su Espíritu, el Nuevo Pacto en Su Hijo, nuestro Señor Jesucristo.
Él como el cordero pascual murió por nuestra redención y salvación; fue sin pecado como un pan sin levadura, consagrado completamente a la voluntad de Dios Padre; y como primicias de la resurrección, resucitó al tercer día para anunciar la vida y la esperanza que Dios solo puede dar. Y ahora, el día de Pentecostés, en el tercer mes, cuando se celebran la Fiesta de la Cosecha, las primicias de la cosecha del trigo, el Espíritu Santo confirma el Nuevo Pacto en Cristo Jesús y comienza a morar permanentemente en la Iglesia, para capacitarla en su misión de ser testigo de las buenas noticias del reino de Dios y hacer discípulos a todos aquellos que aceptan a Jesucristo como su Señor y Salvador personal.
4. Recibir la presencia y la llenura del Espíritu Santo de Dios.
Así que, la Fiesta de Pentecostés significa recibir al Espíritu Santo de Dios. Esperar en Él y ser llenados de Su gloriosa, amorosa, pero también poderosa presencia, para que como los primeros discípulos, podamos proclamar, con palabras y obras, las buenas nuevas de salvación y con señales y prodigios podamos confirmar que el Evangelio es poder de Dios, capaz de sanar, liberar, renovar y transformar la vida de todos aquellos que depositan su fe en la persona y obra de nuestro Señor Jesucristo.
En la Pascua, celebramos que por la sangre de nuestro Señor Jesucristo entramos al Nuevo Pacto; recordamos que en Cristo, por Su muerte y resurrección, somos redimidos y salvados eternamente para nuestro Dios. Pero en Pentecostés, también celebramos que por la presencia poderosa del Espíritu Santo somos hechos testigos del reino de Dios; recordamos que en Cristo y por el poder de Su Espíritu tenemos una misión que cumplir hasta lo último de la tierra, y hasta que el Señor venga (Lc. 24:49; Hch. 1:8; Mt. 28:18-20).
Así que, desde la perspectiva del Nuevo Pacto, sí, recibimos y entramos en el Nuevo Pacto en Cristo Jesús; pero también es necesario recordar que ese Nuevo Pacto es confirmado por la presencia del Espíritu Santo de Dios en nosotros. ¡Y ambos eventos y mensajes son importantes y necesarios para una correcta relación de Pacto con Dios! ¡Es importante y necesario recibir a Cristo, pero igualmente importante es necesario recibir el poder del Espíritu de Cristo! (Hch. 10:34-48; 19:1-7).
Es triste y lamentable, como algunos predicadores e iglesias hoy han eliminado prácticamente al Espíritu Santo del Evangelio de Jesucristo y en algunos casos hasta prohíben mencionar la palabra "Pentecostés" dentro de sus círculos religiosos. Predican de la persona y obra de Jesucristo, y dejan a un lado completamente a la persona y obra del Espíritu Santo, olvidándose que sin Él es imposible que podamos vivir vidas victoriosas y de poder para comunicar debidamente todo el Evangelio de Jesucristo, que es poder de Dios para salvación, el cual no consiste en meras palabras (Ro. 1:16-17; 1Cor. 2:1-5; 4:18-20).
5. Recibir el poder y la unción profética del Espíritu Santo de Dios.
El Señor Jesucristo, nuestro Maestro, a quien debemos seguir en Sus enseñanzas y modelo, nos enseñó claramente que Él enviaría a Su Espíritu sobre nosotros, sus discípulos, para investirnos de poder:
"He aquí, yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros; pero quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de poder desde lo alto" (Lc. 24:49).
"Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra" (Hch. 1:8).
El apóstol Pedro confirmó que la llegada poderosa del Espíritu Santo sobre la iglesia fue lo que los profetas del Antiguo Pacto habían anunciado siglos atrás:
"Mas esto es lo dicho por el profeta Joel:
Y en los postreros días, dice Dios, derramaré de mi Espíritu sobre toda carne, y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán; vuestros jóvenes verán visiones, y vuestros ancianos soñarán sueños; y de cierto sobre mis siervos y sobre mis siervas en aquellos días derramaré de mi Espíritu, y profetizarán.
Y daré prodigios arriba en el cielo, señales abajo en la tierra, sangre y fuego y vapor de humo; el sol se convertirá en tinieblas, y la luna en sangre, antes que venga el día del Señor, grande y manifiesto; y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo" (Hch. 2:16-21; Jl. 2:28-32).
Y el deseo del apóstol Pablo era que la fe de los discípulos de Jesucristo estuviera basada en la predicación poderosa del Evangelio de Jesucristo:
"Así que, hermanos, cuando fui a vosotros para anunciaros el testimonio de Dios, no fui con excelencia de palabras o de sabiduría. Pues me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a éste crucificado. Y estuve entre vosotros con debilidad, y mucho temor y temblor; y ni mi palabra ni mi predicación fue con palabras persuasivas de humana sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de poder, para que vuestra fe no esté fundada en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios" (1Cor. 2:1-5).
Este es nuestro fundamento, el fundamento sobre el cual está basado el verdadero Evangelio de Jesucristo, el Evangelio del reino de Dios: las enseñanzas de Jesucristo, los apóstoles y los profetas. Es una total falacia y falsedad decir que se es fiel al Evangelio de Jesucristo sin una clara manifestación del poder del Espíritu Santo. Jesús, los apóstoles y los profetas lo dejaron bien claro: el Evangelio es poder, si en nuestra proclamación no hay una clara manifestación del poder del Espíritu Santo, eso es un mero mensaje religioso humano, no es el Evangelio que predicaron Jesús y Sus discípulos. Los promotores de la falsa profecía griega, racional, lógica y humanista, son los que tratan de proclamar un Evangelio sin Espíritu Santo, sin poder ni fuego de lo Alto.
Así que, la Fiesta de Pentecostés nos recuerda que el Señor Jesucristo envió a Su Espíritu Santo, para que viviéramos en el poder del Espíritu, proclamáramos Su Evangelio en el poder del Espíritu, y fuéramos testigos de Su reino hasta lo último de la tierra por el poder del Espíritu; de manera que seamos la iglesia apostólica y profética que Él desea y que avanza contra toda fuerza de las tinieblas, contra toda mentira y engaño, de manera que ni las puertas de la muerte puedan detenerla.
CONCLUSIÓN:
Por lo tanto, celebremos la Fiesta de Pentecostés recordando su verdadero mensaje y toda la riqueza y poder de su significado, para la iglesia de Jesucristo:
1. Que es un tiempo oportuno para conocer y aprender la importancia de contar el tiempo de Dios (ciclos, fiestas y estaciones), para esperar y encontrarnos con Él, para disfrutar de Su favor y bendición.
2. Que debemos seguir aprendiendo a temer y a honrar al Dios del Pacto, al Dios de nuestros padres de Abraham, Isaac y Jacob.
3. Que es un tiempo oportuno para recibir revelación y mayor entendimiento del Nuevo Pacto de Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro.
4. Que es un tiempo oportuno para recibir más de la presencia y de la llenura del Espíritu Santo de Dios en nuestras vidas.
5. Que es un tiempo oportuno para recibir más del poder y de la unción profética del Espíritu Santo de Dios, para que seamos testigos del reino de Dios y fieles mensajeros del Evangelio de Jesucristo.
Aprendiendo, comprendiendo y viviendo el mensaje y los significados de la Fiesta de Pentecostés, cada día seremos edificados más y más como Casa espiritual, como Templo del Espíritu Santo.
ª Según la Nueva Biblia de Estudio Scofield, comentario bíblico de Génesis 8:14, 2001, por Holman Bible Publishers. Otros estudios dan una cuenta de 386 días, el número de días de un año bisiesto.
FUENTES CITADAS O CONSULTADAS:
Siván
Shavuot
La Nueva Biblia de Estudios Scofield, 2001, Holman Bible Publishers
El Diluvio
La Fiesta de Shavuot (Pentecostés)
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Por apóstol Dr. Daniel Guerrero
La Fiesta de Pentecostés (griego: cincuenta), es también conocida en hebreo como "Shavuot" (hebreo: semanas), y por eso es también conocida como la Fiesta de las Semanas y su fecha caía después del conteo de siete semanas u "omer" (Lev. 23:15-21), en el mes de Siván. Y como se celebraba en el contexto de la cosecha del trigo, también era conocida como la Fiesta de la Cosecha (Éx. 34:22), porque en ese tiempo también se daba la cosecha de otros frutos por los cuales Israel era famosa: trigo, cebada, olivos, uvas, higos, granadas y dátiles (Dt. 8:7-10).
La Fiesta de las Semanas (Shavuot) se celebra en el mes de Siván, exactamente cincuenta (50) días después del segundo día de la celebración de la Pascua (Pesaj/Pesach; Lev. 23:15-16); y algunos la consideran como una Fiesta separada, mientras que otros la consideran la culminación de la Pascua. Personalmente soy de los que opinan que ambas Fiestas se conectan por el conteo de las siete semanas, y entendiendo cómo Dios opera en ciclos de tiempos, considero que la Fiesta de Pentecostés cierra un gran período de siete ciclos, específicamente, siete semanas, que apuntan al tiempo perfecto de plenitud y cumplimiento en el reino de Dios (Dt. 16:9-10). Y he dicho en otras oportunidades, que de una manera gráfica y vívida, a través de Sus Fiestas solemnes, Dios quería enseñarle a Su pueblo cómo Él planifica y toma muy en serio el tiempo, para la preparación y cumplimiento de Sus planes-; y por lo tanto, Él quiere que Sus hijos también hagamos lo mismo.
PENTECOSTÉS EN EL DILUVIO
Algunos consideran que los acontecimientos del Diluvio sucedieron en el mes de Siván, en el contexto de Shavuot (Fiesta de las Semanas). Veamos el relato bíblico:
"Y sucedió que al séptimo día las aguas del diluvio vinieron sobre la tierra.
El año seiscientos de la vida de Noé, en el mes segundo, a los diecisiete días del mes, aquel día fueron rotas todas las fuentes del grande abismo, y las cataratas de los cielos fueron abiertas, y hubo lluvia sobre la tierra cuarenta días y cuarenta noches... Y prevalecieron las aguas sobre la tierra ciento cuarenta días... Y las aguas decrecían gradualmente de sobre la tierra; y se retiraron las aguas al cabo de ciento cincuenta días.
Y reposó el arca en el mes séptimo, a los diecisiete días del mes, sobre los montes de Ararat. Y las aguas fueron decreciendo hasta el mes décimo; en el décimo, al primero del mes, se descubrieron las cimas de los montes. (Gén. 7:10-12, 24; 8:3-7).
Estos son los momentos cuando podemos observar cuán importante es para Dios que Sus hijos tomen muy en cuenta los tiempos y las estaciones, para la ejecución de Su voluntad. Quien afirme que para Dios no es importante el tiempo, es sencillamente un ignorante de las Sagradas Escrituras y no conoce la mente ni el corazón de Dios.
Impresiona en la historia del Diluvio la abundancia de referencias de tiempos por medio de días, meses y años, para describir un acontecimiento tan importante en el Plan de salvación que Dios tiene para toda la humanidad y Su creación. Le animo que lea todo el relato bíblico sobre el Diluvio en Génesis 7:1-8:22, y saque usted sus propias conclusiones.
Pero las aguas se retiraron al cabo de 150 días... Y comienza un conteo de ciclos de siete días (semanas). En Génesis 8:2, el arca reposó "en el mes séptimo (7), a los diecisiete (17) días del mes, sobre el monte Ararat". Al cabo de cuarenta (40) días Noé abrió la ventana del arca y envió una paloma que no halló lugar donde reposar (v. 6-9). Esperó otros siete días (una semana) y volvió a enviar una paloma fuera del arca y ésta regresó con una hoja de olivo (v. 10-11). Pero Noé esperó otros siete días (una semana) y volvió a enviar la paloma que no regresó a él (v.12); así que, en el año seiscientos uno, exactamente un año después, se secó la tierra, "en el segundo mes, a los veintisiete días del mes" (Gén. 8:13-14).
El día veintiocho (28) Dios ordenó a Noé salir del arca (Gén. 8:15-16). ¡Y lo primero que Noé y su familia hizo fue adorar a Dios, trayendo una ofrenda de primicias, de paz y gratitud delante de Él! Y Dios se agradó de esa actitud, de ese corazón adorador, agradecido y generoso (Gén. 8:20-22). Y en respuesta a la fe, la obediencia y la ofrenda de Noé y de sus hijos, Dios los bendijo e hizo un nuevo pacto con ellos y toda la humanidad.
No podemos afirmar que el Diluvio aconteció exactamente el mismo día de Pentecostés, porque esta Fiesta, como mencioné arriba, se relaciona más bien con la Pascua; pero lo traigo a colación porque sí podemos observar que Dios dirigió a Noé, al igual que a Israel, a hacer un conteo de semanas, en este caso tres semanas, antes de descender del arca y presentar ofrenda delante de Él (Gén. 8:8-12; Dt. 16:9-10). Y también podemos observar, según Scofield, que transcurrieron un total de 365 días, un año solarª.
Así que, con esta historia nos encontramos con el primer significado del Pentecostés:
1. Conocer y aprender la importancia de contar el tiempo de Dios (ciclos, fiestas y estaciones), para esperar y encontrarnos con Él, para disfrutar de Su favor y bendición.
En el Diluvio y en el Pentecostés podemos aprender que es importante que nosotros, el pueblo de Dios, tomemos muy cuenta el tiempo de Dios, aprender a conocer Sus ciclos, estaciones y a contar sus días, semanas y meses, pues Él desea bendecirnos en cada nuevo tiempo y en cada nuevo ciclo dentro de Su creación y reino. Pues, no en balde el salmista ora al Señor diciendo (Sal. 90:9-12):
"Porque todos nuestros días declinan a causa de tu ira; acabamos nuestros años como un pensamiento.
Los días de nuestra edad son setenta años; y si en los más robustos son ochenta años, con todo, su fortaleza es molestia y trabajo, porque pronto pasan, y volamos. ¿Quién conoce el poder de tu ira, y tu indignación según que debes ser temido?
Enséñanos de tal modo a contar nuestros días, que traigamos al corazón sabiduría".
Este principio y enseñanza la podemos observar también claramente en las instrucciones que nuestro Señor Jesucristo les dio a Sus discípulos antes de ascender a la diestra de Dios Padre:
"He aquí, yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros; pero quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de poder desde lo alto" (Lc. 24:49).
Los discípulos esperaron pacientemente, en unidad y en oración, hasta que llegó el día de Pentecostés y todos los que estaban reunidos en el aposento alto fueron llenos de la presencia y el poder del Espíritu Santo (Hch. 1:14; 2:1-4).
EL PENTECOSTÉS EN EL SINAÍ
Históricamente, el primer Shavuot se celebró en el monte Sinaí (Éx. 19:1,9-11), cuando Dios convocó a Moisés y al pueblo de Israel para entregarle Sus enseñanzas y ordenanzas (Torah: enseñanza). Esta cita o tiempo señalado por Dios cayó exactamente cincuenta días después de la salida de Egipto; y más tarde Él instruyó a Moisés para que Su pueblo celebrara este evento, juntamente con el gozo y alegría que trae la cosecha (Lev. 23:15-21; Dt. 16:9-10).
Al igual que todas las demás Fiestas, el Pentecostés (Shavuot) también requiere de nuestra preparación mental, física y espiritual. Y Dios instruyó así a Moisés, para que el pueblo se preparara para este día especial, para esta cita divina y día señalado (kairós). Esta preparación implica purificarse tanto espiritual como físicamente (Éx. 19:10-11, 14).
Veamos el relato bíblico de este primer Pentecostés, en Éxodo 19:14-20:
"Y descendió Moisés del monte al pueblo, y santificó al pueblo; y lavaron sus vestidos. Y dijo al pueblo: Estad preparados para el tercer día; no toquéis mujer.
Aconteció que al tercer día, cuando vino la mañana, vinieron truenos y relámpagos, y espesa nube sobre el monte, y sonido de bocina muy fuerte; y se estremeció todo el pueblo que estaba en el campamento. Y Moisés sacó del campamento al pueblo para recibir a Dios; y se detuvieron al pie del monte. Todo el monte Sinaí humeaba, porque Jehová había descendido sobre él en fuego; y el humo subía como el humo de un horno, y todo el monte se estremecía en gran manera. El sonido de la bocina iba aumentando en extremo; Moisés hablaba, y Dios le respondía con voz tronante.
Y descendió Jehová sobre el monte Sinaí, sobre la cumbre del monte; y llamó Jehová a Moisés a la cumbre del monte, y Moisés subió".
Ésta fue la primera vez que el pueblo de Israel se encontró con el Dios Todopoderoso, el Dios de sus padres, de Abraham, Isaac y Jacob; y la primera vez que Dios manifestó Su voz por medio del sonido del shofar (bocina, trompeta). Y ese día Dios comenzó a darle sus enseñanzas y ordenanzas (Torah).
Y con esta historia nos encontramos con el Segundo significado de la Fiesta de Pentecostés:
2. Temer y honrar al Dios del Pacto, al Dios de nuestros padres de Abraham, Isaac y Jacob.
Esa fue la enseñanza y principio que Moisés extrajo de aquella primera experiencia portentosa y gloriosa del pueblo de Israel con el Dios de sus padres (Éx. 20:18-20). Él les dijo:
"No temáis; porque para probaros vino Dios, y para que su temor esté delante de vosotros, para que no pequéis".
Dios desplegó Su gloria, poder y majestad delante de Israel, pues quería marcar la mente y el alma de Su pueblo, para que le respetaran, honraran y obedecieran, para que no le abandonaran yéndose tras otros dioses e ídolos. Así le dijo Dios a Moisés:
"Así dirás a los hijos de Israel: Vosotros habéis visto que he hablado desde el cielo con vosotros. No hagáis conmigo dioses de plata, ni dioses de oro os haréis".
3. Recibir la revelación y el nuevo Pacto de Dios
Este tercer día, del tercer mes, del primer año del calendario dado por Dios a Su pueblo, Él les entregó una nueva revelación, esta vez escrita en tablas de piedra, e hizo con todos ellos un Cuarto pacto. El primer Pacto lo hizo con Adán y Eva (Gén. 1:26-31; 2:16-17); el Segundo lo hizo con Noé (Gén. 9:1-17); y el Tercero lo hizo con Abraham (Gén. 15:5-21), el cual ratificó con su descendencia: Isaac, su hijo (Gén. 26:1-6) y Jacob, su nieto (Gén. 28:10-22).
Ahora Dios, mediante Su siervo Moisés, hizo un Cuarto Pacto (Éx. 19:4-8; 20:1-17; 31:18), cuyas señales principales serían la circuncisión (ya dada a Abraham, Isaac y Jacob) y el día de reposo (Gén. 17:1-14; Éx. 31:12-17).
Y en este Primer Pentecostés Dios entregó también una nueva y más amplia revelación a Su pueblo representada en la Torah, que comúnmente se traduce como "la Ley", pero que en el idioma hebreo significa más bien "enseñanza o instrucción". La Torah es la representación de toda la Palabra de Dios y en ella Dios nos instruye a amarle, honrarle, respetarle y a obedecerle (Dt. 6:1-8:20; 10:12-11:32).
PENTECOSTÉS EN JERUSALÉN
Cincuenta días después de la última cena, cuando el Señor Jesucristo promulgó el Nuevo Pacto en Su sangre (Lc. 22:14-20), cuando llegó el día de la Fiesta de Pentecostés, Dios envió a Su Espírtu Santo para bautizar a todos los presentes en aquel aposento alto y darles el poder prometido para que fueran testigos del reino de Dios, tal y como el Maestro les prometió ( Lc. 24:49; Hch. 1:8; 2:1-4).
Al igual que en el Pentecostés del Sinaí, Dios desplegó señales ante Su pueblo, para que la experiencia quedara grabada en sus mentes y corazones. En esta oportunidad, el Espíritu Santo de Dios descendió sobre la iglesia con un estruendo celestial, "como de viento recio que soplaba", que llenó toda la casa; y también se les aparecieron lenguas como de fuego, que se asentaban sobre sus cabezas. ¡Y todos, todos, fueron llenos del Espíritu Santo! Y comenzaron a hablar nuevas lenguas (idiomas), que personas provenientes de otras naciones, presentes en la ciudad y que escucharon el estruendo celestial, pudieron comprender.
Para los que conocen cómo Dios opera a través de Su tiempo, específicamente a través de Sus Fiestas solemnes, podrán reconocer que no hubo ninguna casualidad, sino una perfecta coincidencia de tiempo, mensaje y propósito aquel día de Pentecostés, en Jerusalén: Dios, como en el pasado, estaba confirmando, con la poderosa presencia de Su Espíritu, el Nuevo Pacto en Su Hijo, nuestro Señor Jesucristo.
Él como el cordero pascual murió por nuestra redención y salvación; fue sin pecado como un pan sin levadura, consagrado completamente a la voluntad de Dios Padre; y como primicias de la resurrección, resucitó al tercer día para anunciar la vida y la esperanza que Dios solo puede dar. Y ahora, el día de Pentecostés, en el tercer mes, cuando se celebran la Fiesta de la Cosecha, las primicias de la cosecha del trigo, el Espíritu Santo confirma el Nuevo Pacto en Cristo Jesús y comienza a morar permanentemente en la Iglesia, para capacitarla en su misión de ser testigo de las buenas noticias del reino de Dios y hacer discípulos a todos aquellos que aceptan a Jesucristo como su Señor y Salvador personal.
4. Recibir la presencia y la llenura del Espíritu Santo de Dios.
Así que, la Fiesta de Pentecostés significa recibir al Espíritu Santo de Dios. Esperar en Él y ser llenados de Su gloriosa, amorosa, pero también poderosa presencia, para que como los primeros discípulos, podamos proclamar, con palabras y obras, las buenas nuevas de salvación y con señales y prodigios podamos confirmar que el Evangelio es poder de Dios, capaz de sanar, liberar, renovar y transformar la vida de todos aquellos que depositan su fe en la persona y obra de nuestro Señor Jesucristo.
En la Pascua, celebramos que por la sangre de nuestro Señor Jesucristo entramos al Nuevo Pacto; recordamos que en Cristo, por Su muerte y resurrección, somos redimidos y salvados eternamente para nuestro Dios. Pero en Pentecostés, también celebramos que por la presencia poderosa del Espíritu Santo somos hechos testigos del reino de Dios; recordamos que en Cristo y por el poder de Su Espíritu tenemos una misión que cumplir hasta lo último de la tierra, y hasta que el Señor venga (Lc. 24:49; Hch. 1:8; Mt. 28:18-20).
Así que, desde la perspectiva del Nuevo Pacto, sí, recibimos y entramos en el Nuevo Pacto en Cristo Jesús; pero también es necesario recordar que ese Nuevo Pacto es confirmado por la presencia del Espíritu Santo de Dios en nosotros. ¡Y ambos eventos y mensajes son importantes y necesarios para una correcta relación de Pacto con Dios! ¡Es importante y necesario recibir a Cristo, pero igualmente importante es necesario recibir el poder del Espíritu de Cristo! (Hch. 10:34-48; 19:1-7).
Es triste y lamentable, como algunos predicadores e iglesias hoy han eliminado prácticamente al Espíritu Santo del Evangelio de Jesucristo y en algunos casos hasta prohíben mencionar la palabra "Pentecostés" dentro de sus círculos religiosos. Predican de la persona y obra de Jesucristo, y dejan a un lado completamente a la persona y obra del Espíritu Santo, olvidándose que sin Él es imposible que podamos vivir vidas victoriosas y de poder para comunicar debidamente todo el Evangelio de Jesucristo, que es poder de Dios para salvación, el cual no consiste en meras palabras (Ro. 1:16-17; 1Cor. 2:1-5; 4:18-20).
5. Recibir el poder y la unción profética del Espíritu Santo de Dios.
El Señor Jesucristo, nuestro Maestro, a quien debemos seguir en Sus enseñanzas y modelo, nos enseñó claramente que Él enviaría a Su Espíritu sobre nosotros, sus discípulos, para investirnos de poder:
"He aquí, yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros; pero quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de poder desde lo alto" (Lc. 24:49).
"Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra" (Hch. 1:8).
El apóstol Pedro confirmó que la llegada poderosa del Espíritu Santo sobre la iglesia fue lo que los profetas del Antiguo Pacto habían anunciado siglos atrás:
"Mas esto es lo dicho por el profeta Joel:
Y en los postreros días, dice Dios, derramaré de mi Espíritu sobre toda carne, y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán; vuestros jóvenes verán visiones, y vuestros ancianos soñarán sueños; y de cierto sobre mis siervos y sobre mis siervas en aquellos días derramaré de mi Espíritu, y profetizarán.
Y daré prodigios arriba en el cielo, señales abajo en la tierra, sangre y fuego y vapor de humo; el sol se convertirá en tinieblas, y la luna en sangre, antes que venga el día del Señor, grande y manifiesto; y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo" (Hch. 2:16-21; Jl. 2:28-32).
Y el deseo del apóstol Pablo era que la fe de los discípulos de Jesucristo estuviera basada en la predicación poderosa del Evangelio de Jesucristo:
"Así que, hermanos, cuando fui a vosotros para anunciaros el testimonio de Dios, no fui con excelencia de palabras o de sabiduría. Pues me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a éste crucificado. Y estuve entre vosotros con debilidad, y mucho temor y temblor; y ni mi palabra ni mi predicación fue con palabras persuasivas de humana sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de poder, para que vuestra fe no esté fundada en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios" (1Cor. 2:1-5).
Este es nuestro fundamento, el fundamento sobre el cual está basado el verdadero Evangelio de Jesucristo, el Evangelio del reino de Dios: las enseñanzas de Jesucristo, los apóstoles y los profetas. Es una total falacia y falsedad decir que se es fiel al Evangelio de Jesucristo sin una clara manifestación del poder del Espíritu Santo. Jesús, los apóstoles y los profetas lo dejaron bien claro: el Evangelio es poder, si en nuestra proclamación no hay una clara manifestación del poder del Espíritu Santo, eso es un mero mensaje religioso humano, no es el Evangelio que predicaron Jesús y Sus discípulos. Los promotores de la falsa profecía griega, racional, lógica y humanista, son los que tratan de proclamar un Evangelio sin Espíritu Santo, sin poder ni fuego de lo Alto.
Así que, la Fiesta de Pentecostés nos recuerda que el Señor Jesucristo envió a Su Espíritu Santo, para que viviéramos en el poder del Espíritu, proclamáramos Su Evangelio en el poder del Espíritu, y fuéramos testigos de Su reino hasta lo último de la tierra por el poder del Espíritu; de manera que seamos la iglesia apostólica y profética que Él desea y que avanza contra toda fuerza de las tinieblas, contra toda mentira y engaño, de manera que ni las puertas de la muerte puedan detenerla.
CONCLUSIÓN:
Por lo tanto, celebremos la Fiesta de Pentecostés recordando su verdadero mensaje y toda la riqueza y poder de su significado, para la iglesia de Jesucristo:
1. Que es un tiempo oportuno para conocer y aprender la importancia de contar el tiempo de Dios (ciclos, fiestas y estaciones), para esperar y encontrarnos con Él, para disfrutar de Su favor y bendición.
2. Que debemos seguir aprendiendo a temer y a honrar al Dios del Pacto, al Dios de nuestros padres de Abraham, Isaac y Jacob.
3. Que es un tiempo oportuno para recibir revelación y mayor entendimiento del Nuevo Pacto de Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro.
4. Que es un tiempo oportuno para recibir más de la presencia y de la llenura del Espíritu Santo de Dios en nuestras vidas.
5. Que es un tiempo oportuno para recibir más del poder y de la unción profética del Espíritu Santo de Dios, para que seamos testigos del reino de Dios y fieles mensajeros del Evangelio de Jesucristo.
Aprendiendo, comprendiendo y viviendo el mensaje y los significados de la Fiesta de Pentecostés, cada día seremos edificados más y más como Casa espiritual, como Templo del Espíritu Santo.
ª Según la Nueva Biblia de Estudio Scofield, comentario bíblico de Génesis 8:14, 2001, por Holman Bible Publishers. Otros estudios dan una cuenta de 386 días, el número de días de un año bisiesto.
FUENTES CITADAS O CONSULTADAS:
Siván
Shavuot
La Nueva Biblia de Estudios Scofield, 2001, Holman Bible Publishers
El Diluvio
La Fiesta de Shavuot (Pentecostés)
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6 comentarios:
Muy buen artículo tanto por la información como por la revelación, Dios les bendiga
Mi estimado, Dios siga bendiciendo su vida y ministerio. Fue de mucha ayuda para mi este estudio: El significado de la fiesta del Pentecostes.¡Adelante en el Señor!
EXCELENTE DIOS TE BENDIGA SIERVO
Querido hermano, como me ha enriquecido este estudio de la fiesta del pentecostes, aprendí un monton, es muy cierto todo esto, pero también muy lamentable que no se enseñe en una gran mayoría de congregaciónes evangélicas, Dios nos ayude. Tengo también un intersante estudio integral de profecía bíblica donde desarrollo el tema de Las Setenta Semanas del profeta Daniel y la manifestación del anticristo y el contexto de las fiestas del Señor, donde explico que la septuágésima semana es un período de siete años donde primero, Dios confirma el pacto de con los judíos (con muchos), conociendose como la semana de la pascua, la cual no mueve el reloj profético, pero sí está establecida en el marco de las fechas exigidas por la ley para la pascua, y la semana de la fiesta soleme de los tabernáculos que también tuvo su comienzo el 15 de Tishri (séptimo mes)del año 5776 (28 de septiembre del 2015)la cual sí activó el reloj profético de la septuagésima semana cuando la luna de sangre se mostró ese día. le recomiendo que lo revise, le será de mucho provecho, como a mi su maravilloso estudio. Dios le bendiga ricamente. Amén. https://antoniojsepulveda.blogspot.com/ Revelando Los Misterios del Apocalipsis.
Dios les bendiga, gracias por compartir...muy importante informacion para crecer mas en la palabra de Dios.
Vamos a actuar en el poder del Espíritu Santo para honrar y engrandecer el nombre de Dios y las personas sean testigos de su poder y soberanía. Wow *-*. Fe. Amén.
wp: berejes
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