CONFÍA MÁS Y PREOCÚPATE MENOS Parte II
Por Max Lucado
Traducido por Dr. Daniel Guerrero
INTRODUCCIÓN
En la primera parte vimos que la ansiedad "es como un viaje interminable en una montaña rusa fuera de control... usted es un pasajero permanente... atado al cinturón de seguridad, encadenado a su asiento. El vehículo amenazante te oprime en las esquinas abruptas. Y te impulsa hasta cumbres imposibles. Te impulsa, estrellándose en valles increíbles. Estás atrapado. Cuanto más te preocupas, más impotente te sientes. Dios sabía que la ansiedad te puede hacer esto. Es por eso que Él dijo no te preocupes... ven a mí y descansa... en otras palabras, confía en mí. Es la única manera de pisar el freno y llevar la ansiedad a su fin".
Ahora continuemos con la Segunda parte de este mensaje...
EL SILENCIO DE DIOS, NUESTRAS PREGUNTAS
Él era un hijo del desierto. Cara curtida. De piel bronceada. Ropa de pieles de animales. Lo que él poseía cabía en una bolsa. Sus paredes eran las montañas y su techo las estrellas. Pero ya no. Su frontera ahora está amurallada, su horizonte oculto. Las estrellas son los recuerdos. El aire fresco es casi olvidado. Y el hedor continuo de la mazmorra le recuerda al hijo del desierto que ahora es un cautivo del rey (Mt. 14:1-12).
En el libro de nadie, Juan el Bautista se merece un trato mejor que esto. Después de todo, ¿no es él el precursor de Cristo? ¿No es un pariente del Mesías? Por lo menos, ¿no era él la voz valiente del arrepentimiento? Pero más recientemente, esa voz, en lugar de abrir la puerta de la renovación, ha abierto la puerta de su propia celda en una prisión.
Los problemas de Juan comenzaron cuando él llamó a un rey mientras caminaba por la alfombra. En un viaje a Roma, el rey Herodes sucumbió a las tentaciones de la esposa de su hermano, Herodías. Y allá decidió que Herodías estaba mejor casada con él; entonces Herodes se divorció de su esposa y trajo a su cuñada a su casa.
Los columnistas de chismes estaban fascinados, pero Juan el Bautista se enfureció. Se abalanzó sobre Herodes como un escorpión del desierto, denunciando su matrimonio como lo que era: un adulterio. Herodes pudo haber dejado que Juan se saliera con la suya. Pero no Herodías. Esta vaporosa seductora no iba a dejar que su ascenso social fuera expuesto de esa manera. Ella le pidió a Herodes que sacara a Juan del circuito de discursos y lo arrojara al calabozo. Herodes quedó sumiso y sin habla mientras ella le susurraba y lo seducía. Entonces Herodes dio la aprobación. Pero eso no era suficiente para esta amante. Ella contaba con las curvas de su hija ante el rey y sus generales, en una despedida de soltero. Herodes, quien era tan fácil de engañar, de la misma manera se levantó, y se comprometió a hacer cualquier cosa por esa "jovencita cosa" en ligueros y corset...
- "¿Cualquier cosa?"
- "Lo que sea", le caía la baba a Herodes.
Ella habló con su madre, que estaba esperando en los atrios, y luego regresó con su petición.
- "Yo quiero a Juan el Bautista".
- "¿Quieres una cita con el profeta?" -replicó Herodes.
- "Quiero su cabeza", dijo la bailarina. Y entonces, tranquilizada por un movimiento de cabeza de su madre, ella agregó, "En bandeja de plata, si no te importa".
Herodes miró los rostros a su alrededor. Sabía que no era justo, pero también sabía que todo el mundo lo estaba mirando. Y él había prometido "cualquier cosa". Aunque él personalmente no tenía nada contra el predicador criollo, valoraba las encuestas de opinión mucho más de lo que él valoraba la vida de Juan. Después de todo, ¿qué es más importante, salvar la cara o salvar el cuello de un profeta excéntrico?
La historia apesta de iniquidad. Juan muere por causa de la lujuria de Herodes. Lo bueno es asesinado mientras lo malo sonríe. Un hombre de Dios ha sido asesinado mientras un hombre de pasión le está guiñando un ojo a su sobrina.
¿Es así como Dios recompensa a su ungido? ¿Es así como Él honra Sus fieles? ¿Es así como Dios corona a Sus elegidos? ¿Con un oscuro calabozo y una brillante espada? La inconsistencia fue demasiado para Juan que lo abrumó. Incluso antes de que Herodes llegara a su veredicto, Juan ya estaba hilvanando sus preguntas. Sus preocupaciones fueron superadas únicamente por el número de veces que él se paseaba por su celda cavilando. Cuando tuvo la oportunidad de enviarle un mensaje a Jesús, le envió una desesperada pregunta:
"Cuando Juan escuchó en la prisión los hechos de Cristo, le envió dos de sus discípulos a preguntarle: -'¿Eres tú el que había de venir, o debemos esperar a otro?'" (Mt. 11:3-4)
Tenga en cuenta lo que motivó la pregunta de Juan. No era sólo el calabozo o incluso la muerte. Era el problema de las expectativas insatisfechas -el hecho de que Juan estaba en serios problemas y Jesús estaba por allí tranquilo haciendo todo de manera habitual. ¿Es esto lo que el Mesías hace cuando llegan los problemas? ¿Es esto lo que Dios hace cuando sus seguidores están en un aprieto?
El silencio de Jesús fue suficiente para cincelar una grieta en la represa de las creencias de Juan. "¿Eres tú el Ungido esperado? ¿O he estado siguiendo al Señor equivocado?". Si la Biblia hubiera sido escrita por una agencia de relaciones públicas, ya habrían eliminado ese versículo. No es una buena estrategia de relaciones públicas admitir que uno de los miembros del gabinete tiene dudas sobre el presidente... No deje salir historias como esas si usted está tratando de presentar un frente unido. Pero las Escrituras no fueron escritas por los agentes de publicidad e imagen; sino que se inspiran en un Dios eterno que sabía que, a partir de entonces, cada discípulo pasaría un tiempo en el calabozo de la duda. Y aunque las circunstancias pueden haber cambiado, las preguntas no.
Se les pide que, en cualquier momento, los fieles sufran las consecuencias de los infieles. Cada vez que una persona da un paso en la dirección correcta, es sólo para que sus pies sean golpeados debajo de ellos; cada vez que una persona hace una buena acción, sufre malos resultados; cada vez que una persona toma una posición, es sólo para que termine de bruces... Las preguntas caen como la lluvia:
"Si Dios es tan bueno, ¿por qué sufro tanto?"
"Si Dios está realmente allí, ¿por qué estoy yo aquí?"
"¿Qué he hecho yo para merecer esto?"
"¿Dios se sobrepasó esta vez?"
"¿Por qué los justos son perseguidos?"
En su libro La decepción con Dios, Philip Yancey cita una carta que articula el problema de las expectativas no satisfechas en toda su insoportable realidad. Meg Woodson perdió sus dos hijos por fibrosis quística y luego, la muerte de su hija a la edad de veintitrés años fue especialmente traumática. Las siguientes palabras hablan de su dolor y la duda mientras luchaba por hacer frente a lo que le sucedió:
"Yo estaba sentado al lado de su cama un par de días antes de su muerte, cuando de repente ella comenzó a gritar. Nunca olvidaré esos chillones, punzantes, y primitivos gritos... Es contra de este telón de fondo de seres humanos cayéndose a pedazos... es que Dios, habiendo podido ayudarla, miró hacia abajo a una joven mujer consagrada a Él, dispuesta a morir por Él para darle gloria; y Él decidió sentarse en Sus manos y dejó que su muerte llenara las listas de terror de muertes por fibrosis quística (Philip Yancey, "Decepcionado con Dios/Disappointment with God", Grand Rapids, Mi., Zondervan, 1988), 158.).
¿Dios a veces se sienta en Sus manos? ¿Dios a veces opta por no hacer nada? ¿Dios a veces opta por el silencio, incluso cuando estoy gritando más fuerte?
Hace algún tiempo, me llevé a mi familia a la tienda de bicicletas para comprar una bicicleta para una niña de cinco años de edad, Jenna. Ella escogió una brillante "Starlett", con un asiento banana y ruedas de entrenamiento. Y Andrea, de tres años, decidió que quería una también.
Le expliqué a Andrea que ella era demasiado pequeña. Le dije que seguía teniendo problemas con un triciclo y ella era demasiado pequeña para un vehículo de dos ruedas. No tuve suerte, ella todavía quería una bicicleta. Le expliqué que cuando ella fuera un poco mayor, ella tendría una bicicleta también. Ella sólo me miró. Traté de decirle que una bici grande traería más dolor que placer, más rasguños que emociones. Volvió la cabeza y no dijo nada. Finalmente yo suspiré y le dije que esta vez su papá sabía qué era lo mejor para ella. ¿Su respuesta? Ella gritó en voz alta lo suficiente como para que todos en la tienda pudieran oírla: -"¡Entonces quiero un nuevo papá!". Aunque las palabras eran de boca de un niño, movieron los sentimientos de un adulto.
La frustración exige un cambio en el mando. Cuando no estamos de acuerdo con el que lleva la voz cantante, nuestra reacción suele ser la misma que la de Andrea, -lo mismo que Juan. "¿Él es el más adecuado para este trabajo?" O, como lo expresó Juan, "¿Eres el Ungido esperado? ¿O hay que esperar a otro?"
Andrea, con su capacidad de razonamiento de tres años de edad, no podía creer que una nueva bicicleta no pudiera ser lo más ideal para ella. Desde su punto de vista, sería la fuente de la eterna bienaventuranza. Y desde su punto de vista, el único que podía conceder esa bienaventuranza estaba "sentado sobre sus manos". Así Juan, no podía creer que cualquier cosa menos que su liberación podría ser lo mejor en el interés de todos los involucrados. En su opinión, ya era hora de ejercer un poco de justicia y obtener algún tipo de acción. Pero Aquel que tenía el poder estaba "sentado sobre sus manos". No puedo creer que Dios se sentara en silencio, mientras un misionero es expulsado de un país extranjero; o un cristiano pierde una promoción a causa de sus creencias; o ante una esposa fiel que es maltratada por un marido infiel. Estos son sólo tres de los muchos temas que han hecho su camino en mi lista de oración -de todas las oraciones que parecen haber quedado sin respuesta...
Regla general: Las nubes de la duda se crean cuando el aire cálido y húmedo de nuestras expectativas se encuentra con el aire frío del silencio de Dios. Si usted ha oído el silencio de Dios, si te has quedado varado en el calabozo de la duda, entonces entiende esto: Tal vez no es que Dios está en silencio. Tal vez, como Juan, has estado escuchando la respuesta equivocada. Juan había estado escuchando una respuesta a sus problemas terrenales, mientras Jesús estaba ocupado resolviendo sus asuntos celestiales. Esto es digno de recordar la próxima vez que escuches el silencio de Dios. Si has pedido por tu pareja (esposo o esposa), pero todavía estás durmiendo sola... si usted ha pedido por un hijo, pero su vientre sigue estéril... si ha pedido por sanidad, pero sigue sufriendo todavía... no creo que Dios no nos escucha. Él lo está haciendo. Y es más, Él aún está respondiendo peticiones que ni siquiera tú estás haciendo.
Santa Teresa de Avila era lo suficientemente perspicaz para orar: "No me castigues por concederme lo que yo deseo o quiero pedir" (Citado en "A Guide to Prayer for Ministers and Other Servants", pág. 345).
Y el apóstol Pablo fue lo suficientemente honesto para escribir: "nosotros no sabemos qué quiere Dios que le pidamos en oración" (Ro. 8:26 NTV).
El hecho es que Juan no estaba pidiendo demasiado, lo que estaba era pidiendo demasiado poco. Él le estaba pidiendo al Padre que resolviera lo temporal, mientras que Jesús estaba ocupado resolviendo lo eterno. Juan estaba pidiendo un favor inmediato, mientras Jesús estaba orquestando la solución eterna. ¿Eso quiere decir que Jesús no se preocupa por la injusticia? ¡Claro sí! Él se preocupa por las persecuciones. Él se preocupa por las desigualdades, el hambre y el prejuicio. Y Él sabe lo que se siente el ser castigado por algo que Él no hizo. Él conoce perfectamente bien el significado de la frase: "No es justo".
Porque no era justo que la gente escupiera en los ojos de Aquel que había llorado por ellos. No era justo que los soldados arrancaran trozos de carne de la espalda de su Dios. No era justo que los clavos traspasaran las manos de Aquel que formó la tierra. Y tampoco era justo que el Hijo de Dios se viera obligado a escuchar el silencio de Dios. No estaba bien, no era justo, pero sucedió.
Porque mientras Jesús estaba en la cruz, "Dios se sentó sobre Sus manos". Le dio Su espalda. Hizo caso omiso a los gritos de Su Hijo inocente. Se sentó en silencio mientras los pecados del mundo fueron colocados sobre Su Hijo. Y Él no hizo nada mientras un llanto, un millón de veces más sangriento que el de Juan, resonó en el cielo negro, clamando: -"¡Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?" (Mt. 27:46).
¿Estaba bien? No.
¿Era justo? No.
¿Fue amor? Sí.
"Las nubes de la duda se crean cuando el aire cálido y húmedo de nuestras expectativas se encuentra con el aire frío del silencio de Dios".
En un mundo de injusticia, Dios de una vez por todas, inclinó la balanza a favor de la esperanza. Y lo hizo al "sentarse sobre Sus manos", para que pudiéramos conocer el reino de Dios.
Si desea continuar con la Tercera parte de este mensaje, haga click aquí.
FUENTE:
Por Max Lucado
Traducido por Dr. Daniel Guerrero
INTRODUCCIÓN
En la primera parte vimos que la ansiedad "es como un viaje interminable en una montaña rusa fuera de control... usted es un pasajero permanente... atado al cinturón de seguridad, encadenado a su asiento. El vehículo amenazante te oprime en las esquinas abruptas. Y te impulsa hasta cumbres imposibles. Te impulsa, estrellándose en valles increíbles. Estás atrapado. Cuanto más te preocupas, más impotente te sientes. Dios sabía que la ansiedad te puede hacer esto. Es por eso que Él dijo no te preocupes... ven a mí y descansa... en otras palabras, confía en mí. Es la única manera de pisar el freno y llevar la ansiedad a su fin".
Ahora continuemos con la Segunda parte de este mensaje...
EL SILENCIO DE DIOS, NUESTRAS PREGUNTAS
En el libro de nadie, Juan el Bautista se merece un trato mejor que esto. Después de todo, ¿no es él el precursor de Cristo? ¿No es un pariente del Mesías? Por lo menos, ¿no era él la voz valiente del arrepentimiento? Pero más recientemente, esa voz, en lugar de abrir la puerta de la renovación, ha abierto la puerta de su propia celda en una prisión.
Los problemas de Juan comenzaron cuando él llamó a un rey mientras caminaba por la alfombra. En un viaje a Roma, el rey Herodes sucumbió a las tentaciones de la esposa de su hermano, Herodías. Y allá decidió que Herodías estaba mejor casada con él; entonces Herodes se divorció de su esposa y trajo a su cuñada a su casa.
Los columnistas de chismes estaban fascinados, pero Juan el Bautista se enfureció. Se abalanzó sobre Herodes como un escorpión del desierto, denunciando su matrimonio como lo que era: un adulterio. Herodes pudo haber dejado que Juan se saliera con la suya. Pero no Herodías. Esta vaporosa seductora no iba a dejar que su ascenso social fuera expuesto de esa manera. Ella le pidió a Herodes que sacara a Juan del circuito de discursos y lo arrojara al calabozo. Herodes quedó sumiso y sin habla mientras ella le susurraba y lo seducía. Entonces Herodes dio la aprobación. Pero eso no era suficiente para esta amante. Ella contaba con las curvas de su hija ante el rey y sus generales, en una despedida de soltero. Herodes, quien era tan fácil de engañar, de la misma manera se levantó, y se comprometió a hacer cualquier cosa por esa "jovencita cosa" en ligueros y corset...
- "¿Cualquier cosa?"
- "Lo que sea", le caía la baba a Herodes.
Ella habló con su madre, que estaba esperando en los atrios, y luego regresó con su petición.
- "Yo quiero a Juan el Bautista".
- "¿Quieres una cita con el profeta?" -replicó Herodes.
- "Quiero su cabeza", dijo la bailarina. Y entonces, tranquilizada por un movimiento de cabeza de su madre, ella agregó, "En bandeja de plata, si no te importa".
Herodes miró los rostros a su alrededor. Sabía que no era justo, pero también sabía que todo el mundo lo estaba mirando. Y él había prometido "cualquier cosa". Aunque él personalmente no tenía nada contra el predicador criollo, valoraba las encuestas de opinión mucho más de lo que él valoraba la vida de Juan. Después de todo, ¿qué es más importante, salvar la cara o salvar el cuello de un profeta excéntrico?
La historia apesta de iniquidad. Juan muere por causa de la lujuria de Herodes. Lo bueno es asesinado mientras lo malo sonríe. Un hombre de Dios ha sido asesinado mientras un hombre de pasión le está guiñando un ojo a su sobrina.
¿Es así como Dios recompensa a su ungido? ¿Es así como Él honra Sus fieles? ¿Es así como Dios corona a Sus elegidos? ¿Con un oscuro calabozo y una brillante espada? La inconsistencia fue demasiado para Juan que lo abrumó. Incluso antes de que Herodes llegara a su veredicto, Juan ya estaba hilvanando sus preguntas. Sus preocupaciones fueron superadas únicamente por el número de veces que él se paseaba por su celda cavilando. Cuando tuvo la oportunidad de enviarle un mensaje a Jesús, le envió una desesperada pregunta:
"Cuando Juan escuchó en la prisión los hechos de Cristo, le envió dos de sus discípulos a preguntarle: -'¿Eres tú el que había de venir, o debemos esperar a otro?'" (Mt. 11:3-4)
Tenga en cuenta lo que motivó la pregunta de Juan. No era sólo el calabozo o incluso la muerte. Era el problema de las expectativas insatisfechas -el hecho de que Juan estaba en serios problemas y Jesús estaba por allí tranquilo haciendo todo de manera habitual. ¿Es esto lo que el Mesías hace cuando llegan los problemas? ¿Es esto lo que Dios hace cuando sus seguidores están en un aprieto?
El silencio de Jesús fue suficiente para cincelar una grieta en la represa de las creencias de Juan. "¿Eres tú el Ungido esperado? ¿O he estado siguiendo al Señor equivocado?". Si la Biblia hubiera sido escrita por una agencia de relaciones públicas, ya habrían eliminado ese versículo. No es una buena estrategia de relaciones públicas admitir que uno de los miembros del gabinete tiene dudas sobre el presidente... No deje salir historias como esas si usted está tratando de presentar un frente unido. Pero las Escrituras no fueron escritas por los agentes de publicidad e imagen; sino que se inspiran en un Dios eterno que sabía que, a partir de entonces, cada discípulo pasaría un tiempo en el calabozo de la duda. Y aunque las circunstancias pueden haber cambiado, las preguntas no.
Se les pide que, en cualquier momento, los fieles sufran las consecuencias de los infieles. Cada vez que una persona da un paso en la dirección correcta, es sólo para que sus pies sean golpeados debajo de ellos; cada vez que una persona hace una buena acción, sufre malos resultados; cada vez que una persona toma una posición, es sólo para que termine de bruces... Las preguntas caen como la lluvia:
"Si Dios es tan bueno, ¿por qué sufro tanto?"
"Si Dios está realmente allí, ¿por qué estoy yo aquí?"
"¿Qué he hecho yo para merecer esto?"
"¿Dios se sobrepasó esta vez?"
"¿Por qué los justos son perseguidos?"
En su libro La decepción con Dios, Philip Yancey cita una carta que articula el problema de las expectativas no satisfechas en toda su insoportable realidad. Meg Woodson perdió sus dos hijos por fibrosis quística y luego, la muerte de su hija a la edad de veintitrés años fue especialmente traumática. Las siguientes palabras hablan de su dolor y la duda mientras luchaba por hacer frente a lo que le sucedió:
"Yo estaba sentado al lado de su cama un par de días antes de su muerte, cuando de repente ella comenzó a gritar. Nunca olvidaré esos chillones, punzantes, y primitivos gritos... Es contra de este telón de fondo de seres humanos cayéndose a pedazos... es que Dios, habiendo podido ayudarla, miró hacia abajo a una joven mujer consagrada a Él, dispuesta a morir por Él para darle gloria; y Él decidió sentarse en Sus manos y dejó que su muerte llenara las listas de terror de muertes por fibrosis quística (Philip Yancey, "Decepcionado con Dios/Disappointment with God", Grand Rapids, Mi., Zondervan, 1988), 158.).
¿Dios a veces se sienta en Sus manos? ¿Dios a veces opta por no hacer nada? ¿Dios a veces opta por el silencio, incluso cuando estoy gritando más fuerte?
Hace algún tiempo, me llevé a mi familia a la tienda de bicicletas para comprar una bicicleta para una niña de cinco años de edad, Jenna. Ella escogió una brillante "Starlett", con un asiento banana y ruedas de entrenamiento. Y Andrea, de tres años, decidió que quería una también.
Le expliqué a Andrea que ella era demasiado pequeña. Le dije que seguía teniendo problemas con un triciclo y ella era demasiado pequeña para un vehículo de dos ruedas. No tuve suerte, ella todavía quería una bicicleta. Le expliqué que cuando ella fuera un poco mayor, ella tendría una bicicleta también. Ella sólo me miró. Traté de decirle que una bici grande traería más dolor que placer, más rasguños que emociones. Volvió la cabeza y no dijo nada. Finalmente yo suspiré y le dije que esta vez su papá sabía qué era lo mejor para ella. ¿Su respuesta? Ella gritó en voz alta lo suficiente como para que todos en la tienda pudieran oírla: -"¡Entonces quiero un nuevo papá!". Aunque las palabras eran de boca de un niño, movieron los sentimientos de un adulto.
La frustración exige un cambio en el mando. Cuando no estamos de acuerdo con el que lleva la voz cantante, nuestra reacción suele ser la misma que la de Andrea, -lo mismo que Juan. "¿Él es el más adecuado para este trabajo?" O, como lo expresó Juan, "¿Eres el Ungido esperado? ¿O hay que esperar a otro?"
Andrea, con su capacidad de razonamiento de tres años de edad, no podía creer que una nueva bicicleta no pudiera ser lo más ideal para ella. Desde su punto de vista, sería la fuente de la eterna bienaventuranza. Y desde su punto de vista, el único que podía conceder esa bienaventuranza estaba "sentado sobre sus manos". Así Juan, no podía creer que cualquier cosa menos que su liberación podría ser lo mejor en el interés de todos los involucrados. En su opinión, ya era hora de ejercer un poco de justicia y obtener algún tipo de acción. Pero Aquel que tenía el poder estaba "sentado sobre sus manos". No puedo creer que Dios se sentara en silencio, mientras un misionero es expulsado de un país extranjero; o un cristiano pierde una promoción a causa de sus creencias; o ante una esposa fiel que es maltratada por un marido infiel. Estos son sólo tres de los muchos temas que han hecho su camino en mi lista de oración -de todas las oraciones que parecen haber quedado sin respuesta...
Regla general: Las nubes de la duda se crean cuando el aire cálido y húmedo de nuestras expectativas se encuentra con el aire frío del silencio de Dios. Si usted ha oído el silencio de Dios, si te has quedado varado en el calabozo de la duda, entonces entiende esto: Tal vez no es que Dios está en silencio. Tal vez, como Juan, has estado escuchando la respuesta equivocada. Juan había estado escuchando una respuesta a sus problemas terrenales, mientras Jesús estaba ocupado resolviendo sus asuntos celestiales. Esto es digno de recordar la próxima vez que escuches el silencio de Dios. Si has pedido por tu pareja (esposo o esposa), pero todavía estás durmiendo sola... si usted ha pedido por un hijo, pero su vientre sigue estéril... si ha pedido por sanidad, pero sigue sufriendo todavía... no creo que Dios no nos escucha. Él lo está haciendo. Y es más, Él aún está respondiendo peticiones que ni siquiera tú estás haciendo.
Santa Teresa de Avila era lo suficientemente perspicaz para orar: "No me castigues por concederme lo que yo deseo o quiero pedir" (Citado en "A Guide to Prayer for Ministers and Other Servants", pág. 345).
Y el apóstol Pablo fue lo suficientemente honesto para escribir: "nosotros no sabemos qué quiere Dios que le pidamos en oración" (Ro. 8:26 NTV).
El hecho es que Juan no estaba pidiendo demasiado, lo que estaba era pidiendo demasiado poco. Él le estaba pidiendo al Padre que resolviera lo temporal, mientras que Jesús estaba ocupado resolviendo lo eterno. Juan estaba pidiendo un favor inmediato, mientras Jesús estaba orquestando la solución eterna. ¿Eso quiere decir que Jesús no se preocupa por la injusticia? ¡Claro sí! Él se preocupa por las persecuciones. Él se preocupa por las desigualdades, el hambre y el prejuicio. Y Él sabe lo que se siente el ser castigado por algo que Él no hizo. Él conoce perfectamente bien el significado de la frase: "No es justo".
Porque no era justo que la gente escupiera en los ojos de Aquel que había llorado por ellos. No era justo que los soldados arrancaran trozos de carne de la espalda de su Dios. No era justo que los clavos traspasaran las manos de Aquel que formó la tierra. Y tampoco era justo que el Hijo de Dios se viera obligado a escuchar el silencio de Dios. No estaba bien, no era justo, pero sucedió.
Porque mientras Jesús estaba en la cruz, "Dios se sentó sobre Sus manos". Le dio Su espalda. Hizo caso omiso a los gritos de Su Hijo inocente. Se sentó en silencio mientras los pecados del mundo fueron colocados sobre Su Hijo. Y Él no hizo nada mientras un llanto, un millón de veces más sangriento que el de Juan, resonó en el cielo negro, clamando: -"¡Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?" (Mt. 27:46).
¿Estaba bien? No.
¿Era justo? No.
¿Fue amor? Sí.
"Las nubes de la duda se crean cuando el aire cálido y húmedo de nuestras expectativas se encuentra con el aire frío del silencio de Dios".
En un mundo de injusticia, Dios de una vez por todas, inclinó la balanza a favor de la esperanza. Y lo hizo al "sentarse sobre Sus manos", para que pudiéramos conocer el reino de Dios.
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