LIBRE DE LAS HERIDAS EMOCIONALES DEL PASADO
Por Dr. Neil Anderson
Mira tu pasado a la luz de lo que eres en Cristo.
¿Cómo quiere Dios que resuelvas las experiencias del pasado?
La víctima puede decir: --"No puedo perdonarlos. No sabes cuánto daño me han hecho"--. El problema es que todavía te están dañando. ¿Cómo detener el dolor? El perdón es lo que nos libera del pasado. Lo que se gana con el perdón es la libertad. No sanas para perdonar. Perdonas para sanar. Perdonar es dejar en libertad al cautivo y luego entender que tú mismo eras el cautivo. No perdonas a los demás para el bien de ellos; lo haces por tu bien. Quizás los que tú perdones nunca se den cuenta que has decidido dejarlos fuera de tu anzuelo. El perdón es la fragancia que queda en el pie que pisó la violeta.
A continuación hay doce pasos que puedes usar en el proceso de perdonar de corazón a los demás. Si sigues estos doce pasos podrás desencadenarte del pasado y seguir adelante con tu vida:
1. Pide al Señor que te revele a qué personas tienes que perdonar. Luego escribe en una hoja los nombres de quienes te han ofendido. De los centenares de personas que han hecho esta lista en mi oficina de consejería, 95% puso al papá y a la mamá como números uno y dos. Tres de cada cuatro nombres que ocupan el primer lugar en la mayoría de las listas son familiares cercanos. Al hacer la lista las dos personas olvidadas son Dios y tú mismo. Respecto de tu relación con Dios, solo Él puede perdonar tus pecados, y Él nunca ha pecado. No siempre hemos aceptado su perdón, y a veces tenemos amargura contra Dios porque hemos tenido falsas expectativas de ÉL. Tenemos que liberar a Dios de esas falsas expectativas y recibir el perdón de Dios.
2. Reconoce el daño y el odio. Mientras elaboras la lista de personas que necesitas perdonar, declara específicamente qué les perdonas (por ejemplo, rechazo, falta de amor, injusticia, falta de equidad, abuso físico, verbal, sexual o emocional, traición, abandono, etcétera). Además, declara cómo te hicieron sentir las ofensas. Recuerda: no es pecado reconocer la realidad de tus emociones. Dios sabe exactamente cómo te sientes, sea que lo reconozcas o no. Si sepultas tus sentimientos eludirás la posibilidad de perdón. Debes perdonar de todo corazón.
3. Comprende el significado de la cruz. La cruz de Cristo hace que el perdón sea legal y moralmente justo. Jesús cargó con el pecado del mundo, incluidos los tuyos y los de las personas que te han ofendido, y lo hizo de una vez para siempre (Hebreos 10:10). El corazón clama: "No es justo. ¿Dónde está la justicia?" Está en la cruz.
4. Decide que llevarás la carga del pecado de cada persona (Gálatas 6:1, 2). Esto significa que no te vengarás en el futuro utilizando contra ellos la información que tienes acerca de su pecado (proverbios 17:9; Lucas 6:27-34). Todo verdadero perdón es substitutivo, como lo fue el perdón de Cristo para nosotros. Eso no significa que toleras el pecado o te niegues a testificar en un tribunal. Quizás debas hacer eso para que prevalezca la justicia. Asegúrate primero que has perdonado a esa persona de todo corazón.
5. Decide perdonar. El perdón es una crisis de la voluntad, una decisión consciente de sacar a la otra persona del anzuelo y liberarte del pasado. Quizás no sientas deseos de hacerlo, pero es bueno por tu bien. Si Dios dice que perdones de corazón, ten por seguro que Él te ayudará. La otra persona puede estar en el error y estar sujeta a la disciplina de la iglesia o bajo una acción legal. Esa no es tu preocupación principal. Tu primera preocupación es recibir la libertad de tu pasado y detener el dolor. Haz esta decisión ahora; tus sentimientos de perdón vendrán con el tiempo.
6. Presenta tu lista a Dios y ora como sigue: "Perdono a (nombre) por (lista de las ofensas y cómo te sentiste)". No pases a la siguiente persona de la lista hasta que hayas recordado y presentado específicamente cada dolor. Eso incluye todo pecado de comisión o de omisión. Si has sentido amargura contra esa persona por algún tiempo, debes buscar un consejero cristiano o un amigo de confianza para que te ayude en el proceso. No digas: "Quiero perdonar de esta manera" o "que el Señor me ayude a perdonar de esta o aquella manera". Eso es eludir tu responsabilidad y decisión de perdonar.
7. Destruye la lista. ¡Ahora eres libre! No digas a los ofensores lo que hiciste. La necesidad de perdonar a los demás es un asunto entre tú y Dios solamente. La persona a quien necesitas perdonar podría ya estar muerta. El perdón podría conducirte a la reconciliación con algunos, pero que ello ocurra no depende enteramente de ti. Tu libertad en Cristo no puede depender de terceros a quienes no tienes el derecho ni la capacidad de controlar.
8. No esperes que tu decisión de perdonar resulte en cambios importantes en la otra persona. Más bien ora por ellos (Mateo 5:44) para que también encuentren la libertad de perdonar (2 Corintios 2:7).
Si observamos la historia de Marcos 8:22-26, a veces podemos ser ciegos también en nuestras relaciones, y mientras recibimos sanidad, podemos llegar a ver a los demás como “árboles”, como obstáculos en nuestro camino; así que, necesitamos un “Segundo toque de Dios”, para que podamos ser completamente sanos y ver a los demás como son, como personas o hijos de Dios, tan necesitadas, como nosotros mismos, del amor y la gracia de Dios.
El Señor nos ve a todos como peces y Dios es completamente capaz de limpiar su propio pescado.
FUENTE: Extracto del libro "Victoria sobre la Oscuridad", por Dr. Neil Anderson.
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¡Se libre del Enojo!
¡Se libre del Pasado!
La importancia del Perdón
Perdónense unos a otros
Comunicación en el matrimonio IV
Comunicándonos en amor I
Por Dr. Neil Anderson
Mira tu pasado a la luz de lo que eres en Cristo.
¿Cómo quiere Dios que resuelvas las experiencias del pasado?
De dos maneras. Primero, comprende que ya no eres producto de tu pasado. Eres nueva criatura en Cristo: un producto de Cristo en la cruz. Tienes el privilegio de evaluar tu experiencia del pasado a la luz de lo que eres hoy, en oposición a lo que eras entonces. La intensidad de la emoción primaria fue establecida por la percepción de los hechos en el momento que ocurrieron. Las personas no son esclavas de los traumas del pasado. Son esclavos de las mentiras que han creído acerca de sí, acerca de Dios y del modo de vivir como resultado del trauma. Por eso la verdad te hace libre (véase Juan 8:31, 32).
Como cristiano, eres literalmente una nueva criatura en Cristo. Las cosas viejas, incluidos los traumas del pasado, pasaron (2 Corintios 5:17). Tu viejo hombre "en Adán", pasó; la nueva criatura "en Cristo" ha llegado para quedarse. Todos hemos sido víctimas, pero si seguimos siendo víctimas depende de nosotros. Las emociones primarias están arraigadas en mentiras que creímos en el pasado. Ahora podemos ser transformados por la renovación de nuestro entendimiento (Romanos. 12:2). Los moldes carnales aún están incrustados en nuestra mente cuando llegamos a ser nueva criatura en Cristo, pero nosotros podemos crucificar la carne y decidirnos por andar en el Espíritu (Gálatas 5:22-25).
Ahora que estás en Cristo puedes considerar los hechos del pasado desde la perspectiva de lo que eres en el presente. Quizás te preguntes: "¿Dónde estaba Dios cuando ocurría todo eso?" El Dios omnipresente estaba allí y envió a Su Hijo para redimirte de tu pasado. Lo cierto es que Él está en tu vida ahora para liberarte de tu pasado. Eso es el Evangelio, las buenas nuevas que Cristo vino a liberar a los cautivos. La percepción de aquellos sucesos desde la perspectiva de tu nueva identidad en Cristo es lo que inicia el proceso de curación de las emociones dañadas.
Una apreciada misionera cristiana que conozco sufría con su pasado porque descubrió con horror que su padre practicaba la homosexualidad. Le pregunté: -Ahora que sabes eso acerca de tu padre, ¿cómo afecta tu herencia? Ella comenzó a responder con referencia a su herencia natural, luego se detuvo abruptamente. Repentinamente comprendió que nada había cambiado en su verdadera herencia en Cristo. Sabido esto, ella pudo enfrentar los problemas de su familia terrenal sin ser emocionalmente abrumada por ellos. Su alivio vino cuando comprendió el grado de seguridad que disfrutaba en su relación con Dios, su verdadero Padre. Las emociones resultantes reflejaban la realidad porque ella creyó de sí misma lo que correspondía a la verdad.
Perdona a los que te han perjudicado en el pasado.
El segundo paso para resolver los conflictos pasados es perdonar a los que te han ofendido. Después de animar a Cindy para tratar el trauma emocional de la violación, le dije:
---- Cindy, es necesario que perdones al hombre que te violó.
Su respuesta, típica de muchos creyentes que han sufrido dolores físicos, sexuales o emocionales de parte de otros, fue.
--- ¿Por qué debo perdonarlo? Parece que no entiendes todo el daño que me hizo.
Quizás te hagas la misma pregunta. ¿Por qué debo perdonar a los que me han dañado en el pasado?
Primero, Dios requiere el perdón. Después de decir Amén en el Padre Nuestro -que incluía una petición del perdón de Dios -- Jesús comentó: "Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; mas si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas" (Mateo 6:14,15). Nuestra relación con los demás debemos basarlas en los mismos criterios en que Dios basa su relación con nosotros: amor, aceptación y perdón (Mateo 18:21-35).
Segundo, el perdón es necesario para las trampas de Satanás. En mis consejerías he descubierto que la falta de perdón es la avenida principal que Satanás usa para entrar en la vida del creyente.
Pablo nos exhorta que perdonemos "para que Satanás no gane ventaja alguna sobre nosotros; pues no ignoramos sus maquinaciones" (2 Corintios 2:11). He tenido el privilegio de ayudar a encontrar la libertad en Cristo a personas de todo el mundo. En cada caso, el perdón era un problema y en muchos casos era el tema que había que resolver.
Tercero, el perdón se requiere de todos los creyentes que desean ser como Cristo. Pablo escribe:
"Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia. Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo” (Efesios 4:31,32).
¿En qué consiste el perdón?
Perdonar no es olvidar. El olvido puede ser un subproducto del perdón a largo plazo, pero no es el medio para perdonar. Cuando Dios dice que no se acordará más de nuestros pecados (Hebreos 10:17), no dice: "Olvidaré". Él es omnisciente, no puede olvidar. Más bien, nunca usará el pasado contra nosotros. Lo apartará de nosotros cuan lejos está el oriente del occidente (Salmo 103:12).
El perdón no significa que debes tolerar el pecado. Una joven esposa y madre que asistió a una de mis conferencias me dijo que trataba de perdonar a su madre por la continua manipulación y condenación. Con lágrimas continuó: --Supongo que esta noche la puedo perdonar, pero, ¿qué debo hacer cuando la vea la próxima semana? Ella no cambia. Sin duda tratará de interponerse entre mí y mi familia como siempre lo hace. ¿Tengo que dejar que ella siga arruinando mi vida?
No, perdonar no significa que debas constituirte en el limpia pies de los continuos pecados de esa persona. La estimulé para que se confrontara con su madre con firmeza, pero con amor, y le dijera que ya no iba a tolerar la manipulación destructiva. Es bueno perdonar los pecados del pasado a los demás, y al mismo tiempo ponerse en guardia contra los pecados futuros. Perdonar no busca la venganza ni demanda el pago por las ofensas sufridas. --"Quieres decir que debo descolgarlos"--, preguntas. Sí, descuélgalos de tu anzuelo, entendiendo que Dios no los descolgará del suyo. Puedes sentirte como que estás haciendo justicia, pero no eres un juez imparcial, Dios es el juez justo que finalmente hará todo en forma justa. "Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor” (Romanos 12:19). --"Pero, ¿dónde está la justicia?"-- preguntan las víctimas. En la crucifixión de Cristo. Cristo murió una vez para siempre (Romanos 6:1O). Murió por nuestros pecados, por los tuyos, por los de ella, por los míos.
Perdonar es resolverse a vivir con las consecuencias de los pecados de los demás. En realidad, tendrás que vivir con las consecuencias de los pecados del ofensor sea que lo perdones o no. Por ejemplo, supón que alguien en la iglesia te dice: "He hecho comentarios en tu contra por todo el pueblo. ¿Me perdonas?". No puedes recoger esos cometarios, como no puedes volver a meter la pasta de dientes en el tubo. Tendrás que vivir con las consecuencias del pecado de otros. Todos vivimos con las consecuencias del pecado de Adán. La única opción real es vivir con sus consecuencias en amarga esclavitud o en la libertad del perdón.
Doce pasos hacia el perdón:
Como cristiano, eres literalmente una nueva criatura en Cristo. Las cosas viejas, incluidos los traumas del pasado, pasaron (2 Corintios 5:17). Tu viejo hombre "en Adán", pasó; la nueva criatura "en Cristo" ha llegado para quedarse. Todos hemos sido víctimas, pero si seguimos siendo víctimas depende de nosotros. Las emociones primarias están arraigadas en mentiras que creímos en el pasado. Ahora podemos ser transformados por la renovación de nuestro entendimiento (Romanos. 12:2). Los moldes carnales aún están incrustados en nuestra mente cuando llegamos a ser nueva criatura en Cristo, pero nosotros podemos crucificar la carne y decidirnos por andar en el Espíritu (Gálatas 5:22-25).
Ahora que estás en Cristo puedes considerar los hechos del pasado desde la perspectiva de lo que eres en el presente. Quizás te preguntes: "¿Dónde estaba Dios cuando ocurría todo eso?" El Dios omnipresente estaba allí y envió a Su Hijo para redimirte de tu pasado. Lo cierto es que Él está en tu vida ahora para liberarte de tu pasado. Eso es el Evangelio, las buenas nuevas que Cristo vino a liberar a los cautivos. La percepción de aquellos sucesos desde la perspectiva de tu nueva identidad en Cristo es lo que inicia el proceso de curación de las emociones dañadas.
Una apreciada misionera cristiana que conozco sufría con su pasado porque descubrió con horror que su padre practicaba la homosexualidad. Le pregunté: -Ahora que sabes eso acerca de tu padre, ¿cómo afecta tu herencia? Ella comenzó a responder con referencia a su herencia natural, luego se detuvo abruptamente. Repentinamente comprendió que nada había cambiado en su verdadera herencia en Cristo. Sabido esto, ella pudo enfrentar los problemas de su familia terrenal sin ser emocionalmente abrumada por ellos. Su alivio vino cuando comprendió el grado de seguridad que disfrutaba en su relación con Dios, su verdadero Padre. Las emociones resultantes reflejaban la realidad porque ella creyó de sí misma lo que correspondía a la verdad.
Perdona a los que te han perjudicado en el pasado.
El segundo paso para resolver los conflictos pasados es perdonar a los que te han ofendido. Después de animar a Cindy para tratar el trauma emocional de la violación, le dije:
---- Cindy, es necesario que perdones al hombre que te violó.
Su respuesta, típica de muchos creyentes que han sufrido dolores físicos, sexuales o emocionales de parte de otros, fue.
--- ¿Por qué debo perdonarlo? Parece que no entiendes todo el daño que me hizo.
Quizás te hagas la misma pregunta. ¿Por qué debo perdonar a los que me han dañado en el pasado?
Primero, Dios requiere el perdón. Después de decir Amén en el Padre Nuestro -que incluía una petición del perdón de Dios -- Jesús comentó: "Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; mas si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas" (Mateo 6:14,15). Nuestra relación con los demás debemos basarlas en los mismos criterios en que Dios basa su relación con nosotros: amor, aceptación y perdón (Mateo 18:21-35).
Segundo, el perdón es necesario para las trampas de Satanás. En mis consejerías he descubierto que la falta de perdón es la avenida principal que Satanás usa para entrar en la vida del creyente.
Pablo nos exhorta que perdonemos "para que Satanás no gane ventaja alguna sobre nosotros; pues no ignoramos sus maquinaciones" (2 Corintios 2:11). He tenido el privilegio de ayudar a encontrar la libertad en Cristo a personas de todo el mundo. En cada caso, el perdón era un problema y en muchos casos era el tema que había que resolver.
Tercero, el perdón se requiere de todos los creyentes que desean ser como Cristo. Pablo escribe:
"Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia. Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo” (Efesios 4:31,32).
¿En qué consiste el perdón?
Perdonar no es olvidar. El olvido puede ser un subproducto del perdón a largo plazo, pero no es el medio para perdonar. Cuando Dios dice que no se acordará más de nuestros pecados (Hebreos 10:17), no dice: "Olvidaré". Él es omnisciente, no puede olvidar. Más bien, nunca usará el pasado contra nosotros. Lo apartará de nosotros cuan lejos está el oriente del occidente (Salmo 103:12).
El perdón no significa que debes tolerar el pecado. Una joven esposa y madre que asistió a una de mis conferencias me dijo que trataba de perdonar a su madre por la continua manipulación y condenación. Con lágrimas continuó: --Supongo que esta noche la puedo perdonar, pero, ¿qué debo hacer cuando la vea la próxima semana? Ella no cambia. Sin duda tratará de interponerse entre mí y mi familia como siempre lo hace. ¿Tengo que dejar que ella siga arruinando mi vida?
No, perdonar no significa que debas constituirte en el limpia pies de los continuos pecados de esa persona. La estimulé para que se confrontara con su madre con firmeza, pero con amor, y le dijera que ya no iba a tolerar la manipulación destructiva. Es bueno perdonar los pecados del pasado a los demás, y al mismo tiempo ponerse en guardia contra los pecados futuros. Perdonar no busca la venganza ni demanda el pago por las ofensas sufridas. --"Quieres decir que debo descolgarlos"--, preguntas. Sí, descuélgalos de tu anzuelo, entendiendo que Dios no los descolgará del suyo. Puedes sentirte como que estás haciendo justicia, pero no eres un juez imparcial, Dios es el juez justo que finalmente hará todo en forma justa. "Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor” (Romanos 12:19). --"Pero, ¿dónde está la justicia?"-- preguntan las víctimas. En la crucifixión de Cristo. Cristo murió una vez para siempre (Romanos 6:1O). Murió por nuestros pecados, por los tuyos, por los de ella, por los míos.
Perdonar es resolverse a vivir con las consecuencias de los pecados de los demás. En realidad, tendrás que vivir con las consecuencias de los pecados del ofensor sea que lo perdones o no. Por ejemplo, supón que alguien en la iglesia te dice: "He hecho comentarios en tu contra por todo el pueblo. ¿Me perdonas?". No puedes recoger esos cometarios, como no puedes volver a meter la pasta de dientes en el tubo. Tendrás que vivir con las consecuencias del pecado de otros. Todos vivimos con las consecuencias del pecado de Adán. La única opción real es vivir con sus consecuencias en amarga esclavitud o en la libertad del perdón.
Doce pasos hacia el perdón:
La víctima puede decir: --"No puedo perdonarlos. No sabes cuánto daño me han hecho"--. El problema es que todavía te están dañando. ¿Cómo detener el dolor? El perdón es lo que nos libera del pasado. Lo que se gana con el perdón es la libertad. No sanas para perdonar. Perdonas para sanar. Perdonar es dejar en libertad al cautivo y luego entender que tú mismo eras el cautivo. No perdonas a los demás para el bien de ellos; lo haces por tu bien. Quizás los que tú perdones nunca se den cuenta que has decidido dejarlos fuera de tu anzuelo. El perdón es la fragancia que queda en el pie que pisó la violeta.
A continuación hay doce pasos que puedes usar en el proceso de perdonar de corazón a los demás. Si sigues estos doce pasos podrás desencadenarte del pasado y seguir adelante con tu vida:
1. Pide al Señor que te revele a qué personas tienes que perdonar. Luego escribe en una hoja los nombres de quienes te han ofendido. De los centenares de personas que han hecho esta lista en mi oficina de consejería, 95% puso al papá y a la mamá como números uno y dos. Tres de cada cuatro nombres que ocupan el primer lugar en la mayoría de las listas son familiares cercanos. Al hacer la lista las dos personas olvidadas son Dios y tú mismo. Respecto de tu relación con Dios, solo Él puede perdonar tus pecados, y Él nunca ha pecado. No siempre hemos aceptado su perdón, y a veces tenemos amargura contra Dios porque hemos tenido falsas expectativas de ÉL. Tenemos que liberar a Dios de esas falsas expectativas y recibir el perdón de Dios.
2. Reconoce el daño y el odio. Mientras elaboras la lista de personas que necesitas perdonar, declara específicamente qué les perdonas (por ejemplo, rechazo, falta de amor, injusticia, falta de equidad, abuso físico, verbal, sexual o emocional, traición, abandono, etcétera). Además, declara cómo te hicieron sentir las ofensas. Recuerda: no es pecado reconocer la realidad de tus emociones. Dios sabe exactamente cómo te sientes, sea que lo reconozcas o no. Si sepultas tus sentimientos eludirás la posibilidad de perdón. Debes perdonar de todo corazón.
3. Comprende el significado de la cruz. La cruz de Cristo hace que el perdón sea legal y moralmente justo. Jesús cargó con el pecado del mundo, incluidos los tuyos y los de las personas que te han ofendido, y lo hizo de una vez para siempre (Hebreos 10:10). El corazón clama: "No es justo. ¿Dónde está la justicia?" Está en la cruz.
4. Decide que llevarás la carga del pecado de cada persona (Gálatas 6:1, 2). Esto significa que no te vengarás en el futuro utilizando contra ellos la información que tienes acerca de su pecado (proverbios 17:9; Lucas 6:27-34). Todo verdadero perdón es substitutivo, como lo fue el perdón de Cristo para nosotros. Eso no significa que toleras el pecado o te niegues a testificar en un tribunal. Quizás debas hacer eso para que prevalezca la justicia. Asegúrate primero que has perdonado a esa persona de todo corazón.
5. Decide perdonar. El perdón es una crisis de la voluntad, una decisión consciente de sacar a la otra persona del anzuelo y liberarte del pasado. Quizás no sientas deseos de hacerlo, pero es bueno por tu bien. Si Dios dice que perdones de corazón, ten por seguro que Él te ayudará. La otra persona puede estar en el error y estar sujeta a la disciplina de la iglesia o bajo una acción legal. Esa no es tu preocupación principal. Tu primera preocupación es recibir la libertad de tu pasado y detener el dolor. Haz esta decisión ahora; tus sentimientos de perdón vendrán con el tiempo.
6. Presenta tu lista a Dios y ora como sigue: "Perdono a (nombre) por (lista de las ofensas y cómo te sentiste)". No pases a la siguiente persona de la lista hasta que hayas recordado y presentado específicamente cada dolor. Eso incluye todo pecado de comisión o de omisión. Si has sentido amargura contra esa persona por algún tiempo, debes buscar un consejero cristiano o un amigo de confianza para que te ayude en el proceso. No digas: "Quiero perdonar de esta manera" o "que el Señor me ayude a perdonar de esta o aquella manera". Eso es eludir tu responsabilidad y decisión de perdonar.
7. Destruye la lista. ¡Ahora eres libre! No digas a los ofensores lo que hiciste. La necesidad de perdonar a los demás es un asunto entre tú y Dios solamente. La persona a quien necesitas perdonar podría ya estar muerta. El perdón podría conducirte a la reconciliación con algunos, pero que ello ocurra no depende enteramente de ti. Tu libertad en Cristo no puede depender de terceros a quienes no tienes el derecho ni la capacidad de controlar.
8. No esperes que tu decisión de perdonar resulte en cambios importantes en la otra persona. Más bien ora por ellos (Mateo 5:44) para que también encuentren la libertad de perdonar (2 Corintios 2:7).
9. Trata de entender a las personas que has perdonado, pero no racionalices su conducta. Eso podría llevar a un perdón incompleto. Por ejemplo, no digas: "Perdono a mi padre porque sé que él realmente no tenía esa intención". Eso sería excusarlo y eludir tu dolor y la necesidad de perdonarlo de corazón.
10. Espera resultados positivos del perdón en ti. Con el tiempo aprenderás a pensar en las personas sin que te despierten emociones primarias. Eso no significa que te gustarán los que son abusivos. Significa que estás libre de ellos. Los antiguos sentimientos pueden tratar de reciclarse. Cuando eso ocurre, detente y da gracias a Dios por su provisión y no vuelvas a acoger las antiguas ofensas. Ya las trataste; déjalas ir.
11. Da gracias a Dios por las lecciones aprendidas y la madurez alcanzada como resultado de las ofensas y por su decisión de perdonar a los ofensores (Romanos 8:28, 29).
12. Acepta la parte de culpa que te corresponde por las ofensas sufridas. Confiesa tu falta ante Dios y a los demás (1 Juan 1:9) y comprende que si hay alguien que tiene algo contra ti, debes ir ante esa persona y reconciliarte (Mateo 5:23-26).
Siempre necesitaremos un “Segundo toque de Dios”.
10. Espera resultados positivos del perdón en ti. Con el tiempo aprenderás a pensar en las personas sin que te despierten emociones primarias. Eso no significa que te gustarán los que son abusivos. Significa que estás libre de ellos. Los antiguos sentimientos pueden tratar de reciclarse. Cuando eso ocurre, detente y da gracias a Dios por su provisión y no vuelvas a acoger las antiguas ofensas. Ya las trataste; déjalas ir.
11. Da gracias a Dios por las lecciones aprendidas y la madurez alcanzada como resultado de las ofensas y por su decisión de perdonar a los ofensores (Romanos 8:28, 29).
12. Acepta la parte de culpa que te corresponde por las ofensas sufridas. Confiesa tu falta ante Dios y a los demás (1 Juan 1:9) y comprende que si hay alguien que tiene algo contra ti, debes ir ante esa persona y reconciliarte (Mateo 5:23-26).
Siempre necesitaremos un “Segundo toque de Dios”.
Si observamos la historia de Marcos 8:22-26, a veces podemos ser ciegos también en nuestras relaciones, y mientras recibimos sanidad, podemos llegar a ver a los demás como “árboles”, como obstáculos en nuestro camino; así que, necesitamos un “Segundo toque de Dios”, para que podamos ser completamente sanos y ver a los demás como son, como personas o hijos de Dios, tan necesitadas, como nosotros mismos, del amor y la gracia de Dios.
El Señor nos ve a todos como peces y Dios es completamente capaz de limpiar su propio pescado.
FUENTE: Extracto del libro "Victoria sobre la Oscuridad", por Dr. Neil Anderson.
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