EL CAMINAR CON DIOS
Por Francis Frangipane
http://www.frangipanehispano.org/
En los días venideros, muchos serán conmovidos por proclamaciones —unas falsas, otras verdaderas— de acontecimientos horribles anunciados para fechas específicas. Pero a nosotros no nos preparan para una «fecha » sino para una boda. Es la profundidad de nuestra relación con Cristo día tras día la que determina si caminaremos con Dios al final de la era.
La confianza que tenemos para enfrentar el mañana está arraigada en la calidad de nuestro caminar con Dios el día de hoy. Por lo tanto, a medida que estos días pasan, el camino del Señor se revelará como lo que es: una senda estrecha en la cual caminamos con Dios. Esta es una verdad incuestionable: la única manera de prepararnos para la Segunda Venida de Cristo es obedecer fielmente lo que Él nos mandó en su primera venida, y su primer mandamiento fue: «¡Sígueme!» (Juan 1:43).
Y seguir a Jesús significa que caminamos fielmente con Él a lo largo de nuestra vida. El hecho es que tenemos la expectativa de la cercanía del Señor, pero no sabemos cuándo regresará. Aunque creemos que está muy cerca el final de la era, tal vez puedan pasar muchos años antes de que se cumplan todas las profecías que no han sucedido todavía. No obstante, nuestra misión es seguir al Cordero y caminar con Él día tras día.
Si estudiamos Las Escrituras, vemos que, desde el principio, el Señor siempre proveyó lo que necesitaban quienes caminaban en Su presencia. Sin importar lo que ocurriera en el mundo, los siervos de Dios no fueron rehenes de los temores ni las ansiedades de sus tiempos. Su caminar con Dios los preparó para todas las circunstancias.
Jesús dijo que los días previos a Su regreso serían como los días de los tiempos de Noé. Dios no le dio a Noé una fecha específica del Diluvio. El Señor le dio dos cosas: una tarea, la cual era construir el arca, y tiempo para realizarla.
El Todopoderoso podía haber destruido la maldad en un abrir y cerrar de ojos. Sin embargo, la Biblia nos dice que «esperaba con paciencia mientras se construía el arca» (1 Pedro 3:20). La prioridad de Dios estaba enfocada no en lo que iba a ser destruido sino en lo que se construía.
Demasiados cristianos están tan concentrados en lo que el diablo hace que no pueden ver lo que Dios realiza. La atención del Señor está enfocada no en la intensificación del mal sino en la transformación de Su Iglesia a la semejanza de Cristo. Hay gracia que fluye en abundancia del corazón de Dios. En medio de las grandes tinieblas, el Señor se propuso enviar Su gloria y protección a Su pueblo.
Dios le dijo a Noé que construyera el arca. Cuando terminó la tarea, llegó el diluvio. Nosotros también tenemos una tarea, una visión de parte de Dios: edificar la casa del Señor y participar en la cosecha de las naciones. Jesús no dijo: cuando el mal empeore, comenzará la cosecha. Él dijo: «Tan pronto el grano está maduro … ha llegado el tiempo de la cosecha» (Marcos 9:29).
Ciertamente los altos planes de Dios no se afectarán por el aumento de la maldad. Uno diría que la justicia de Dios demanda que los malvados sean destruidos. Cierto, pero su naturaleza demanda que Sus buenos planes y promesas relativos a Su gloria en la Iglesia se cumplan primero.
Miremos otra vez a Noé. Él vivió en un tiempo cuando «la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón (del hombre) era de continuo solamente el mal». Su mundo, como el nuestro «se corrompió … delante de Dios, y estaba … lleno de violencia» (Génesis 6:5, 11 RVR-60).
No obstante, durante esos mismos días, «Noé halló gracia ante los ojos de Jehová» (v. 8 RVR-60). ¿Qué tenía este hombre de singular? ¿Cómo encontró la gracia preservadora de Dios en su vida? Las Escrituras nos dicen que «era un hombre justo y honrado entre su gente. Siempre anduvo fielmente con Dios» (v. 9).
Me encanta esta frase: caminó Noé con Dios. ¿Qué significa esto? Que permanecemos sumisos a su Palabra y atentos a Su presencia. Aunque no lo vemos, lo conocemos. Encontramos nuestro lugar seguro en el Todopoderoso. Nuestra paz proviene de Él, no de otras personas o lugares, o cosas.
El nombre Noé significa «descanso». Como siervo del Señor, Noé no sólo conocía su misión en la vida sino que había encontrado su lugar de descanso en Dios solamente. Paso a paso, día tras día vivió en la presencia del Señor. Caminó con Dios y mantuvo una relación íntima con Él.
Pero un profundo conocimiento de una persona no se logra de manera rápida. Toma tiempo penetrar a través del velo de lo desconocido hasta llegar a una relación duradera de amistad e intimidad. Por eso es que caminar con Dios es tan placentero para Él, porque crea una relación con el hombre probada a través del tiempo. Ya no nos controlan las opiniones, las críticas o la aprobación del mundo que nos rodea. Solamente a medida que nuestro caminar con Dios madura, comienza la intimidad con el Creador y se aumenta nuestra paz en relación con el futuro.
Piense en Abraham. Fue llamado el amigo de Dios (Isaías 41:8). Cuando llegó a los noventa y nueve años de edad, el Señor se le apareció y le dijo: «Yo soy el Dios Todopoderoso; anda delante de mí y sé perfecto» (Génesis 17:1 RVR-60). Caminar con Dios lleva a la pureza y a una íntima amistad con Él. Es la manera de llegar a ser perfecto.
Isaac y Jacob, los descendientes de Abraham, también caminaron con Dios (Génesis 48:15). El compañerismo de toda una vida entre el Todopoderoso y estos patriarcas estableció la norma para todos los que siguieran, desde los reyes y profetas de Israel hasta cada cristiano que camina con Dios el día de hoy.
Mi Propia Experiencia
No deberíamos ser tan duros con quienes erróneamente fijaron la fecha de un acontecimiento profético o aun de la Segunda Venida de Cristo. Generalmente es la sinceridad de estas personas la que confiere a sus profecías importancia regional o nacional. Yo mismo fui arrastrado a una experiencia similar a mediados de 1970.
Esos eran días cuando la amenaza de una guerra nuclear parecía surgir en todas partes. Muchos cristianos profetizaban el juicio de Dios sobre los Estados Unidos de América. En esos días, leí un artículo acerca de un inmenso cometa que debía aparecer el día de Navidad de 1975. Desconocido hasta entonces, el cometa recibió el nombre de Kohoutek por el apellido del astrónomo húngaro que lo descubrió. Las señales de los tiempos confirmaban mis temores, pero cuando leí en una publicación religiosa que Kohoutek significaba «el lobo que devora al cordero», tuve la certeza de que esta era una «señal de los cielos» que confirmaba que el fin estaba cerca.
Impulsado por mis convicciones interiores, comencé a advertir a cada una de las iglesias en la ciudad de Detroit — unas mil doscientas, más o menos— que el mundo llegaría a su fin en esa Navidad. Incluso, me ingenié la manera de hacerme invitar al programa de televisión más visto en Detroit, en donde previne a una audiencia de tres millones de personas sobre la inminente ira de Dios.
La Navidad llegó y pasó, y nada ocurrió. El cometa fue un fiasco astronómico producto de la exageración. Estuve tan seguro de mis reflexiones, y de manera temerosa impulsado por las señales de los tiempos, y no obstante tan erróneamente informado. Luego, a finales de enero, conocí a una dama que dominaba el idioma húngaro que, al pedirle que me tradujera la palabra Kohoutek, me dijo que significaba algo así como «agregar un tomate al guiso».
Dios sabía que mis motivos eran correctos, aunque mi conocimiento no. A raíz de esa humillante experiencia, comencé a investigar otros movimientos del «fin del mundo» en la historia de la Iglesia. En mi estudio, descubrí dos hechos significativos que ocurrieron en Europa. Numerosas personas se convencieron que el año 1666 vería el surgimiento del anticristo. Esta idea condujo a oleadas de fanatismo y temor que se esparcieron de un país a otro.
También leí un devocional que contenía una serie de cartas escritas por un hombre llamado el hermano Lawrence, un monje que servía a Cristo y lavaba platos en un monasterio. El sentido sencillo pero profundo de la presencia de Dios que acompañaba a este hermano hizo de su libro "The Practice of the Presence of God" [La práctica de la Presencia de Dios] un clásico cristiano que ha perdurado a través del tiempo. Pero lo que cambió mi vida fue que sus primeras cartas se escribieron en el año 1666, el tiempo cuando Europa estaba invadida de temor por el anticristo. En medio de todo el alboroto y de la agitación del mundo que lo rodeaba, por lo menos un alma disfrutaba la paz de Jesucristo.
El hermano Lawrence sirve como modelo para nuestra generación, porque cuando los terrores y la confusión del fin de la era se acrecienten, solamente en la presencia del Señor encontraremos un puerto seguro. Y para conocerlo realmente en ese tiempo porvenir, tenemos que caminar con Él ahora.
Enoc caminó con Dios
Uno de mis textos favoritos es Génesis 5:22-24. Dice: «Y caminó Enoc con Dios … trescientos años … y desapareció, porque le llevó Dios» (RVR-60). Y Hebreos 11:5 dice que, antes de que Dios lo llevara, «tuvo testimonio de haber agradado a Dios» (RVR-60).
Enoc caminó con Dios trescientos años. Cada día se levantaba para mirar al Señor, y caminaba fielmente con el Todopoderoso. Finalmente, agradó tanto a Dios que, sin pasar por la experiencia de la muerte, fue llevado a su hogar en el cielo.
Y así ocurre también con nosotros. Cuando fielmente caminamos con Dios, le producimos gran complacencia a nuestro Padre. Las Escrituras dicen que Enoc tuvo testimonio de que su vida fue agradable a Dios. El Señor le hizo saber a Enoc su complacencia. Conocer el agrado de Dios es probar el mismo néctar del cielo.
Sea lo que sea que ocurra en el futuro, el Dios del futuro camina con nosotros hoy. Y aunque no estamos en capacidad de ver el mañana, nuestra fidelidad a Cristo hoy es nuestra mejor seguridad respecto a lo que nos espera en el futuro.
Como la primera persona arrebatada por Cristo, Enoc establece la norma para todos los que Jesús llevará un día con Él. Sencillamente son los que, profundamente enamorados de Dios, caminan día a día con Él.
FUENTE:
Ministerio Francis Frangipane
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Un Lugar para Él descansar
Por Francis Frangipane
http://www.frangipanehispano.org/
En los días venideros, muchos serán conmovidos por proclamaciones —unas falsas, otras verdaderas— de acontecimientos horribles anunciados para fechas específicas. Pero a nosotros no nos preparan para una «fecha » sino para una boda. Es la profundidad de nuestra relación con Cristo día tras día la que determina si caminaremos con Dios al final de la era.
La confianza que tenemos para enfrentar el mañana está arraigada en la calidad de nuestro caminar con Dios el día de hoy. Por lo tanto, a medida que estos días pasan, el camino del Señor se revelará como lo que es: una senda estrecha en la cual caminamos con Dios. Esta es una verdad incuestionable: la única manera de prepararnos para la Segunda Venida de Cristo es obedecer fielmente lo que Él nos mandó en su primera venida, y su primer mandamiento fue: «¡Sígueme!» (Juan 1:43).
Y seguir a Jesús significa que caminamos fielmente con Él a lo largo de nuestra vida. El hecho es que tenemos la expectativa de la cercanía del Señor, pero no sabemos cuándo regresará. Aunque creemos que está muy cerca el final de la era, tal vez puedan pasar muchos años antes de que se cumplan todas las profecías que no han sucedido todavía. No obstante, nuestra misión es seguir al Cordero y caminar con Él día tras día.
Si estudiamos Las Escrituras, vemos que, desde el principio, el Señor siempre proveyó lo que necesitaban quienes caminaban en Su presencia. Sin importar lo que ocurriera en el mundo, los siervos de Dios no fueron rehenes de los temores ni las ansiedades de sus tiempos. Su caminar con Dios los preparó para todas las circunstancias.
Jesús dijo que los días previos a Su regreso serían como los días de los tiempos de Noé. Dios no le dio a Noé una fecha específica del Diluvio. El Señor le dio dos cosas: una tarea, la cual era construir el arca, y tiempo para realizarla.
El Todopoderoso podía haber destruido la maldad en un abrir y cerrar de ojos. Sin embargo, la Biblia nos dice que «esperaba con paciencia mientras se construía el arca» (1 Pedro 3:20). La prioridad de Dios estaba enfocada no en lo que iba a ser destruido sino en lo que se construía.
Demasiados cristianos están tan concentrados en lo que el diablo hace que no pueden ver lo que Dios realiza. La atención del Señor está enfocada no en la intensificación del mal sino en la transformación de Su Iglesia a la semejanza de Cristo. Hay gracia que fluye en abundancia del corazón de Dios. En medio de las grandes tinieblas, el Señor se propuso enviar Su gloria y protección a Su pueblo.
Dios le dijo a Noé que construyera el arca. Cuando terminó la tarea, llegó el diluvio. Nosotros también tenemos una tarea, una visión de parte de Dios: edificar la casa del Señor y participar en la cosecha de las naciones. Jesús no dijo: cuando el mal empeore, comenzará la cosecha. Él dijo: «Tan pronto el grano está maduro … ha llegado el tiempo de la cosecha» (Marcos 9:29).
Ciertamente los altos planes de Dios no se afectarán por el aumento de la maldad. Uno diría que la justicia de Dios demanda que los malvados sean destruidos. Cierto, pero su naturaleza demanda que Sus buenos planes y promesas relativos a Su gloria en la Iglesia se cumplan primero.
Miremos otra vez a Noé. Él vivió en un tiempo cuando «la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón (del hombre) era de continuo solamente el mal». Su mundo, como el nuestro «se corrompió … delante de Dios, y estaba … lleno de violencia» (Génesis 6:5, 11 RVR-60).
No obstante, durante esos mismos días, «Noé halló gracia ante los ojos de Jehová» (v. 8 RVR-60). ¿Qué tenía este hombre de singular? ¿Cómo encontró la gracia preservadora de Dios en su vida? Las Escrituras nos dicen que «era un hombre justo y honrado entre su gente. Siempre anduvo fielmente con Dios» (v. 9).
Me encanta esta frase: caminó Noé con Dios. ¿Qué significa esto? Que permanecemos sumisos a su Palabra y atentos a Su presencia. Aunque no lo vemos, lo conocemos. Encontramos nuestro lugar seguro en el Todopoderoso. Nuestra paz proviene de Él, no de otras personas o lugares, o cosas.
El nombre Noé significa «descanso». Como siervo del Señor, Noé no sólo conocía su misión en la vida sino que había encontrado su lugar de descanso en Dios solamente. Paso a paso, día tras día vivió en la presencia del Señor. Caminó con Dios y mantuvo una relación íntima con Él.
Pero un profundo conocimiento de una persona no se logra de manera rápida. Toma tiempo penetrar a través del velo de lo desconocido hasta llegar a una relación duradera de amistad e intimidad. Por eso es que caminar con Dios es tan placentero para Él, porque crea una relación con el hombre probada a través del tiempo. Ya no nos controlan las opiniones, las críticas o la aprobación del mundo que nos rodea. Solamente a medida que nuestro caminar con Dios madura, comienza la intimidad con el Creador y se aumenta nuestra paz en relación con el futuro.
Piense en Abraham. Fue llamado el amigo de Dios (Isaías 41:8). Cuando llegó a los noventa y nueve años de edad, el Señor se le apareció y le dijo: «Yo soy el Dios Todopoderoso; anda delante de mí y sé perfecto» (Génesis 17:1 RVR-60). Caminar con Dios lleva a la pureza y a una íntima amistad con Él. Es la manera de llegar a ser perfecto.
Isaac y Jacob, los descendientes de Abraham, también caminaron con Dios (Génesis 48:15). El compañerismo de toda una vida entre el Todopoderoso y estos patriarcas estableció la norma para todos los que siguieran, desde los reyes y profetas de Israel hasta cada cristiano que camina con Dios el día de hoy.
Mi Propia Experiencia
No deberíamos ser tan duros con quienes erróneamente fijaron la fecha de un acontecimiento profético o aun de la Segunda Venida de Cristo. Generalmente es la sinceridad de estas personas la que confiere a sus profecías importancia regional o nacional. Yo mismo fui arrastrado a una experiencia similar a mediados de 1970.
Esos eran días cuando la amenaza de una guerra nuclear parecía surgir en todas partes. Muchos cristianos profetizaban el juicio de Dios sobre los Estados Unidos de América. En esos días, leí un artículo acerca de un inmenso cometa que debía aparecer el día de Navidad de 1975. Desconocido hasta entonces, el cometa recibió el nombre de Kohoutek por el apellido del astrónomo húngaro que lo descubrió. Las señales de los tiempos confirmaban mis temores, pero cuando leí en una publicación religiosa que Kohoutek significaba «el lobo que devora al cordero», tuve la certeza de que esta era una «señal de los cielos» que confirmaba que el fin estaba cerca.
Impulsado por mis convicciones interiores, comencé a advertir a cada una de las iglesias en la ciudad de Detroit — unas mil doscientas, más o menos— que el mundo llegaría a su fin en esa Navidad. Incluso, me ingenié la manera de hacerme invitar al programa de televisión más visto en Detroit, en donde previne a una audiencia de tres millones de personas sobre la inminente ira de Dios.
La Navidad llegó y pasó, y nada ocurrió. El cometa fue un fiasco astronómico producto de la exageración. Estuve tan seguro de mis reflexiones, y de manera temerosa impulsado por las señales de los tiempos, y no obstante tan erróneamente informado. Luego, a finales de enero, conocí a una dama que dominaba el idioma húngaro que, al pedirle que me tradujera la palabra Kohoutek, me dijo que significaba algo así como «agregar un tomate al guiso».
Dios sabía que mis motivos eran correctos, aunque mi conocimiento no. A raíz de esa humillante experiencia, comencé a investigar otros movimientos del «fin del mundo» en la historia de la Iglesia. En mi estudio, descubrí dos hechos significativos que ocurrieron en Europa. Numerosas personas se convencieron que el año 1666 vería el surgimiento del anticristo. Esta idea condujo a oleadas de fanatismo y temor que se esparcieron de un país a otro.
También leí un devocional que contenía una serie de cartas escritas por un hombre llamado el hermano Lawrence, un monje que servía a Cristo y lavaba platos en un monasterio. El sentido sencillo pero profundo de la presencia de Dios que acompañaba a este hermano hizo de su libro "The Practice of the Presence of God" [La práctica de la Presencia de Dios] un clásico cristiano que ha perdurado a través del tiempo. Pero lo que cambió mi vida fue que sus primeras cartas se escribieron en el año 1666, el tiempo cuando Europa estaba invadida de temor por el anticristo. En medio de todo el alboroto y de la agitación del mundo que lo rodeaba, por lo menos un alma disfrutaba la paz de Jesucristo.
El hermano Lawrence sirve como modelo para nuestra generación, porque cuando los terrores y la confusión del fin de la era se acrecienten, solamente en la presencia del Señor encontraremos un puerto seguro. Y para conocerlo realmente en ese tiempo porvenir, tenemos que caminar con Él ahora.
Enoc caminó con Dios
Uno de mis textos favoritos es Génesis 5:22-24. Dice: «Y caminó Enoc con Dios … trescientos años … y desapareció, porque le llevó Dios» (RVR-60). Y Hebreos 11:5 dice que, antes de que Dios lo llevara, «tuvo testimonio de haber agradado a Dios» (RVR-60).
Enoc caminó con Dios trescientos años. Cada día se levantaba para mirar al Señor, y caminaba fielmente con el Todopoderoso. Finalmente, agradó tanto a Dios que, sin pasar por la experiencia de la muerte, fue llevado a su hogar en el cielo.
Y así ocurre también con nosotros. Cuando fielmente caminamos con Dios, le producimos gran complacencia a nuestro Padre. Las Escrituras dicen que Enoc tuvo testimonio de que su vida fue agradable a Dios. El Señor le hizo saber a Enoc su complacencia. Conocer el agrado de Dios es probar el mismo néctar del cielo.
Sea lo que sea que ocurra en el futuro, el Dios del futuro camina con nosotros hoy. Y aunque no estamos en capacidad de ver el mañana, nuestra fidelidad a Cristo hoy es nuestra mejor seguridad respecto a lo que nos espera en el futuro.
Como la primera persona arrebatada por Cristo, Enoc establece la norma para todos los que Jesús llevará un día con Él. Sencillamente son los que, profundamente enamorados de Dios, caminan día a día con Él.
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Ministerio Francis Frangipane
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