UN LUGAR PARA ÉL DESCANSAR
Por Francis Frangipane
En el Reino, no hay grandes hombres de Dios, simplemente hombres humildes a quienes Dios ha escogido para usar grandemente. ¿Cómo sabemos cuándo somos humildes? Cuando Dios habla, temblamos. Dios está buscando un hombre (hombre/mujer) que tiemble a Su Palabra. Este hombre encontrará el Espíritu de Dios reposando sobre él (ella); y se convertirá en el lugar de habitación del Altísimo.
Entrando en el Sabbat de Reposo de Dios
“El cielo es mi trono y la tierra estrado de mis pies. ¿Donde está la casa que me habréis de edificar y donde el lugar de mi reposo?”
Isaias 66:1
Dios no pide nada más que nosotros. Nuestras preciosas iglesias, nuestros morbosos profesionalismos, todo es casi inútil para Dios. Él no desea lo que tenemos; Él desea lo que somos. Él busca crear en nuestros corazones un santuario para Él mismo, un lugar donde Él pueda descansar.
En las Escrituras, este reposo se llama “el Sabbat de reposo” (Heb. 4:9). Sin embargo, no se trata de guardar el Sabbat, porque los judíos guardaban el Sabbat, pero nunca entraron en el reposo de Dios. El libro de Hebreos es bien claro: Josué no les dio a los Israelitas descanso (reposo, véase versículos 7-8). Después de un largo periodo de guardar el Sabbat, las Escrituras continúan, “Por tanto, queda un reposo para el pueblo de Dios...” (v. 9).
La pregunta, entonces, es: “¿Qué es este Sabbat de reposo?” Exploremos Génesis en búsqueda de nuestra respuesta. “Y bendijo Dios al día séptimo, y lo santificó, porque en él reposó de toda la obra que había hecho en la creación.” (Génesis 2:3). Antes de que Dios descansara en este día, no había nada especial o santo en el séptimo día. Si el Señor hubiera reposado en el tercer día, ese día hubiese sido santo. El reposo no está en el (Sabbat) sábado, está en Dios. El reposo o descanso es una cualidad prevaleciente de Su totalidad.
Apocalipsis 4:6 describe el trono de Dios teniendo delante, como un “un mar de vidrio, semejante al cristal”. Un mar de vidrio es un mar sin olas ni ondas, un símbolo de la imperturbable tranquilidad de Dios. Vamos a captar este punto: el Sabbat no era una fuente de descanso para Dios; Él era la Fuente de descanso para el sábado. Como está escrito, “¿No has sabido, no has oído que el Dios eterno es Jehová, el cual creó los confines de la tierra? No desfallece ni se fatiga con cansancio...” (Isaías 40:28). Y así como el sábado se hizo santo cuando Dios reposó en él, así nosotros nos volvemos santos cuando abandonamos el pecado, a medida que la plenitud de Dios se deposita y reposa sobre nosotros.
En nuestro estudio, no estamos asociando el reposo de Dios meramente en el sentido de ser reedificados o rejuvenecidos, lo cual obviamente necesitamos y asociamos con el reposo humano. El reposo que buscamos no es un rejuvenecimiento de nuestra energía, es el intercambio de energía: nuestra vida para Dios, a través de la cual el vaso de nuestra humanidad es llenado de la presencia Divina y de toda la suficiencia de Cristo mismo.
Envueltos E Impregnados con Dios
La palabra Hebrea para reposo era “nuach”. Unas de las muchas definiciones eran: “descansar, permanecer, estar callado”. También indicaban “una envoltura y por lo tanto impregnación”, como cuando el espíritu de Elías “descansaba” en Eliseo, o cuando la sabiduría “descansa en el corazón de aquel que tiene entendimiento”. Dios no está buscando un lugar donde Él simplemente pueda terminar Sus trabajos con los hombres. Él busca una relación donde pueda “completamente envolver y así impregnar” cada dimensión de nuestras vidas; donde Él pueda "habitar con nosotros, permanecer y estar tranquilo dentro de nosotros”.
Cuando el reposo de Dios mora sobre nosotros, vivimos en unión con Jesús en la misma forma que Él vivió en unión con el Padre (vea Juan 10:14-15). La vida de pensamiento de Cristo era “completamente envuelta y así misma impregnada” con la Presencia de Dios. Él hizo solamente aquellas cosas que Él vio y oyó a Su Padre hacer. Él declaró, “el Padre, que mora en mí, Él hace las obras” (Juan 14:10). Ahí hay reposo porque es Cristo obrando a través de nosotros. ¡Es vanidad pensar que nosotros podemos hacer milagros, amar a nuestros enemigos, o hacer cualquiera de las obras de Dios sin tener a Jesucristo obrando a través nuestro!
Por esto es que Jesús dijo: “Venid a Mí… y Yo os haré descansar” (Mateo 11:28). En un barco envuelto en una tormenta en el mar de Galilea, los discípulos de Cristo, aterrorizados, vinieron a Él. Sus gritos eran gritos de hombres a punto de morir. Jesús reprendió la tempestad e inmediatamente el viento y el mar se “calmaron perfectamente” – tan calmados como Él mismo (Mateo 8:26). ¿Qué programa, qué grado de profesionalismo en el ministerio puede compararse con la vida y el poder que recibimos a través de Él?
Fíjese, nuestros esfuerzos, no importa lo mucho que le dediquemos, no pueden producir el descanso o la vida de Dios. Debemos venir a Él. Muchos líderes han trabajado ellos mismos casi hasta agotarse buscando servir a Dios. Si ellos dedicaran la mitad del tiempo con Él en oración y esperando ante Él, podrían encontrar Su acompañamiento sobrenatural obrando poderosamente en sus esfuerzos. Podrían convertirse en pasajeros en el vehículo de Su voluntad, un vehículo en el cual Él mismo es capitán y navegante.
Deje de Esforzarse por Hacer, Conozca , Entonces Obedezca
Para entrar en el reposo de Dios requiere que permanezcamos en una entrega total a Su voluntad, en perfecta confianza en Su poder. Aprendamos a descansar de nuestras obras “como Dios descansó de las Suyas” (Hebreos 4:10). Sin embargo, para entrar en el reposo de Dios se requiere diligencia (Vea Hebreos 4:11). “Descansar de nuestras labores” no significa que dejemos de trabajar; significa que nos abstengamos de las arduas obras de la carne y el pecado. Significa que hemos entrado en las obras eternas, las cuales Él hace a través de nosotros.
El desorden o alboroto causado por la incredulidad, es llevado al descanso por fe. La lucha, arraigada en la falta de perdón es removida por amor. Nuestros pensamientos de temor, Él toma control de ellos a través de la confianza; nuestras muchas preguntas son contestadas por Su sabiduría. Tal, es la mente que ha entrado en el reposo de Dios.
La iglesia necesita poseer el conocimiento de los caminos de Dios, porque es aquí que entramos en Su reposo (vea Hebreos 3:8-12). Ganamos tal conocimiento a través de la obediencia a la Palabra de Dios durante los conflictos. Mientras obedecemos a Dios a través de las pruebas de la vida, aprendemos a cómo tratar con situaciones de acuerdo a como lo haría Dios. Y en consecuencia, es de sumo valor oír lo que Dios nos está hablando y especialmente cuando la vida parece ser un desierto de aflicciones y pruebas.
Por lo cual, como dice el Espíritu Santo: “Si oyeres hoy Su Voz, no endurezcáis vuestros corazones, como en la provocación, en el día de la tentación en el desierto… A causa de lo cual me disgusté contra esa generación y dije: Siempre andan vagando en su corazón, y no han conocido Mis caminos, por tanto, juré en mi ira: No entrarán en Mi reposo” (Hebreos 3:7-8, 10-11).
El dice: “Siempre andan vagando en su corazón, y no han conocido Mis caminos… No entrarán en Mi reposo.” Entendamos: El conocer los caminos de Dios nos lleva a Su reposo.
Es necesario ver que no hay reposo en un corazón endurecido. No hay reposo cuando nos rebelamos contra Dios. Nuestro reposo viene al volvernos honestos acerca de nuestras necesidades y permitiendo a Cristo que nos cambie.
Por eso Jesús dijo: “Aprended de Mí… y hallaréis descanso para vuestras almas” (Mateo 11:29). ¡Para de pelear con Dios y aprende de Él! Permite que Su Palabra mate los tormentos de la naturaleza del pecado. Cesa de luchar, cesa de luchar en contra del Único Bendito. ¡Confía en Él! Porque eventualmente Su Palabra despojará las defensas de tu corazón! ¡Comprométete a tu entrega! Con el tiempo Él no usará más la adversidad para alcanzar tu corazón, porque te deleitarás en ser vulnerable a Él. Continúa rindiéndote diligentemente hasta que aún Su susurro traiga un temblor dulce a tu alma. Mucho más precioso que los hombres de cientos de naciones, es un hombre perfectamente entregado al Espíritu de Dios. Este hombre es el tabernáculo de Dios, al que Dios mira… y se siente satisfecho.
Él dice, “El cielo es Mi trono, y la tierra el estrado de Mis pies. ¿Dónde está la casa que me habréis de edificar y dónde el lugar de Mi reposo? Mi mano hizo todas estas cosas, y así todas estas cosas fueron” (Isaías 66:1-2). Sin embargo, increíblemente, un hombre con una cualidad de corazón captura la atención y la promesa de Dios. “Pero miraré a aquel que es pobre y humilde de espíritu y que tiembla a Mi palabra” (v.2).
Dios mira al hombre que tiembla cuando Él habla. Porque en él, el poder santo del Altísimo, sin esforzarse, habita en perfecta paz. Él ha aprendido los caminos de Dios; él se deleita en obediencia. Él ha escogido dar a Dios lo que Él pide: nada menos que todo lo que es él. A cambio, ese hombre se convierte en un lugar, un lugar santo, donde Dios mismo puede reposar.
Por Francis Frangipane
En el Reino, no hay grandes hombres de Dios, simplemente hombres humildes a quienes Dios ha escogido para usar grandemente. ¿Cómo sabemos cuándo somos humildes? Cuando Dios habla, temblamos. Dios está buscando un hombre (hombre/mujer) que tiemble a Su Palabra. Este hombre encontrará el Espíritu de Dios reposando sobre él (ella); y se convertirá en el lugar de habitación del Altísimo.
Entrando en el Sabbat de Reposo de Dios
“El cielo es mi trono y la tierra estrado de mis pies. ¿Donde está la casa que me habréis de edificar y donde el lugar de mi reposo?”
Isaias 66:1
Dios no pide nada más que nosotros. Nuestras preciosas iglesias, nuestros morbosos profesionalismos, todo es casi inútil para Dios. Él no desea lo que tenemos; Él desea lo que somos. Él busca crear en nuestros corazones un santuario para Él mismo, un lugar donde Él pueda descansar.
En las Escrituras, este reposo se llama “el Sabbat de reposo” (Heb. 4:9). Sin embargo, no se trata de guardar el Sabbat, porque los judíos guardaban el Sabbat, pero nunca entraron en el reposo de Dios. El libro de Hebreos es bien claro: Josué no les dio a los Israelitas descanso (reposo, véase versículos 7-8). Después de un largo periodo de guardar el Sabbat, las Escrituras continúan, “Por tanto, queda un reposo para el pueblo de Dios...” (v. 9).
La pregunta, entonces, es: “¿Qué es este Sabbat de reposo?” Exploremos Génesis en búsqueda de nuestra respuesta. “Y bendijo Dios al día séptimo, y lo santificó, porque en él reposó de toda la obra que había hecho en la creación.” (Génesis 2:3). Antes de que Dios descansara en este día, no había nada especial o santo en el séptimo día. Si el Señor hubiera reposado en el tercer día, ese día hubiese sido santo. El reposo no está en el (Sabbat) sábado, está en Dios. El reposo o descanso es una cualidad prevaleciente de Su totalidad.
Apocalipsis 4:6 describe el trono de Dios teniendo delante, como un “un mar de vidrio, semejante al cristal”. Un mar de vidrio es un mar sin olas ni ondas, un símbolo de la imperturbable tranquilidad de Dios. Vamos a captar este punto: el Sabbat no era una fuente de descanso para Dios; Él era la Fuente de descanso para el sábado. Como está escrito, “¿No has sabido, no has oído que el Dios eterno es Jehová, el cual creó los confines de la tierra? No desfallece ni se fatiga con cansancio...” (Isaías 40:28). Y así como el sábado se hizo santo cuando Dios reposó en él, así nosotros nos volvemos santos cuando abandonamos el pecado, a medida que la plenitud de Dios se deposita y reposa sobre nosotros.
En nuestro estudio, no estamos asociando el reposo de Dios meramente en el sentido de ser reedificados o rejuvenecidos, lo cual obviamente necesitamos y asociamos con el reposo humano. El reposo que buscamos no es un rejuvenecimiento de nuestra energía, es el intercambio de energía: nuestra vida para Dios, a través de la cual el vaso de nuestra humanidad es llenado de la presencia Divina y de toda la suficiencia de Cristo mismo.
Envueltos E Impregnados con Dios
La palabra Hebrea para reposo era “nuach”. Unas de las muchas definiciones eran: “descansar, permanecer, estar callado”. También indicaban “una envoltura y por lo tanto impregnación”, como cuando el espíritu de Elías “descansaba” en Eliseo, o cuando la sabiduría “descansa en el corazón de aquel que tiene entendimiento”. Dios no está buscando un lugar donde Él simplemente pueda terminar Sus trabajos con los hombres. Él busca una relación donde pueda “completamente envolver y así impregnar” cada dimensión de nuestras vidas; donde Él pueda "habitar con nosotros, permanecer y estar tranquilo dentro de nosotros”.
Cuando el reposo de Dios mora sobre nosotros, vivimos en unión con Jesús en la misma forma que Él vivió en unión con el Padre (vea Juan 10:14-15). La vida de pensamiento de Cristo era “completamente envuelta y así misma impregnada” con la Presencia de Dios. Él hizo solamente aquellas cosas que Él vio y oyó a Su Padre hacer. Él declaró, “el Padre, que mora en mí, Él hace las obras” (Juan 14:10). Ahí hay reposo porque es Cristo obrando a través de nosotros. ¡Es vanidad pensar que nosotros podemos hacer milagros, amar a nuestros enemigos, o hacer cualquiera de las obras de Dios sin tener a Jesucristo obrando a través nuestro!
Por esto es que Jesús dijo: “Venid a Mí… y Yo os haré descansar” (Mateo 11:28). En un barco envuelto en una tormenta en el mar de Galilea, los discípulos de Cristo, aterrorizados, vinieron a Él. Sus gritos eran gritos de hombres a punto de morir. Jesús reprendió la tempestad e inmediatamente el viento y el mar se “calmaron perfectamente” – tan calmados como Él mismo (Mateo 8:26). ¿Qué programa, qué grado de profesionalismo en el ministerio puede compararse con la vida y el poder que recibimos a través de Él?
Fíjese, nuestros esfuerzos, no importa lo mucho que le dediquemos, no pueden producir el descanso o la vida de Dios. Debemos venir a Él. Muchos líderes han trabajado ellos mismos casi hasta agotarse buscando servir a Dios. Si ellos dedicaran la mitad del tiempo con Él en oración y esperando ante Él, podrían encontrar Su acompañamiento sobrenatural obrando poderosamente en sus esfuerzos. Podrían convertirse en pasajeros en el vehículo de Su voluntad, un vehículo en el cual Él mismo es capitán y navegante.
Deje de Esforzarse por Hacer, Conozca , Entonces Obedezca
Para entrar en el reposo de Dios requiere que permanezcamos en una entrega total a Su voluntad, en perfecta confianza en Su poder. Aprendamos a descansar de nuestras obras “como Dios descansó de las Suyas” (Hebreos 4:10). Sin embargo, para entrar en el reposo de Dios se requiere diligencia (Vea Hebreos 4:11). “Descansar de nuestras labores” no significa que dejemos de trabajar; significa que nos abstengamos de las arduas obras de la carne y el pecado. Significa que hemos entrado en las obras eternas, las cuales Él hace a través de nosotros.
El desorden o alboroto causado por la incredulidad, es llevado al descanso por fe. La lucha, arraigada en la falta de perdón es removida por amor. Nuestros pensamientos de temor, Él toma control de ellos a través de la confianza; nuestras muchas preguntas son contestadas por Su sabiduría. Tal, es la mente que ha entrado en el reposo de Dios.
La iglesia necesita poseer el conocimiento de los caminos de Dios, porque es aquí que entramos en Su reposo (vea Hebreos 3:8-12). Ganamos tal conocimiento a través de la obediencia a la Palabra de Dios durante los conflictos. Mientras obedecemos a Dios a través de las pruebas de la vida, aprendemos a cómo tratar con situaciones de acuerdo a como lo haría Dios. Y en consecuencia, es de sumo valor oír lo que Dios nos está hablando y especialmente cuando la vida parece ser un desierto de aflicciones y pruebas.
Por lo cual, como dice el Espíritu Santo: “Si oyeres hoy Su Voz, no endurezcáis vuestros corazones, como en la provocación, en el día de la tentación en el desierto… A causa de lo cual me disgusté contra esa generación y dije: Siempre andan vagando en su corazón, y no han conocido Mis caminos, por tanto, juré en mi ira: No entrarán en Mi reposo” (Hebreos 3:7-8, 10-11).
El dice: “Siempre andan vagando en su corazón, y no han conocido Mis caminos… No entrarán en Mi reposo.” Entendamos: El conocer los caminos de Dios nos lleva a Su reposo.
Es necesario ver que no hay reposo en un corazón endurecido. No hay reposo cuando nos rebelamos contra Dios. Nuestro reposo viene al volvernos honestos acerca de nuestras necesidades y permitiendo a Cristo que nos cambie.
Por eso Jesús dijo: “Aprended de Mí… y hallaréis descanso para vuestras almas” (Mateo 11:29). ¡Para de pelear con Dios y aprende de Él! Permite que Su Palabra mate los tormentos de la naturaleza del pecado. Cesa de luchar, cesa de luchar en contra del Único Bendito. ¡Confía en Él! Porque eventualmente Su Palabra despojará las defensas de tu corazón! ¡Comprométete a tu entrega! Con el tiempo Él no usará más la adversidad para alcanzar tu corazón, porque te deleitarás en ser vulnerable a Él. Continúa rindiéndote diligentemente hasta que aún Su susurro traiga un temblor dulce a tu alma. Mucho más precioso que los hombres de cientos de naciones, es un hombre perfectamente entregado al Espíritu de Dios. Este hombre es el tabernáculo de Dios, al que Dios mira… y se siente satisfecho.
Él dice, “El cielo es Mi trono, y la tierra el estrado de Mis pies. ¿Dónde está la casa que me habréis de edificar y dónde el lugar de Mi reposo? Mi mano hizo todas estas cosas, y así todas estas cosas fueron” (Isaías 66:1-2). Sin embargo, increíblemente, un hombre con una cualidad de corazón captura la atención y la promesa de Dios. “Pero miraré a aquel que es pobre y humilde de espíritu y que tiembla a Mi palabra” (v.2).
Dios mira al hombre que tiembla cuando Él habla. Porque en él, el poder santo del Altísimo, sin esforzarse, habita en perfecta paz. Él ha aprendido los caminos de Dios; él se deleita en obediencia. Él ha escogido dar a Dios lo que Él pide: nada menos que todo lo que es él. A cambio, ese hombre se convierte en un lugar, un lugar santo, donde Dios mismo puede reposar.
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