LAS FIESTAS Y EL CRECIMIENTO Parte II*
Por apóstol Daniel Guerrero
"Mas el Dios de toda gracia, que nos llamó a su gloria eterna en Jesucristo, después que hayáis padecido un poco de tiempo, él mismo os perfeccione, afirme, fortalezca y establezca. A él sea la gloria y el imperio por los siglos de los siglos. Amén" (1 Pedro 5:10-11)
INTRODUCCIÓN
En la Primera parte de este mensaje vimos que Dios desea que sus hijos crezcan, sean fructíferos y experimenten todas las bendiciones, herencia y riqueza que Él ha preparado.
Hemos visto que el apóstol Pedro nos enseña que todo proceso de crecimiento experimenta cierto grado de sufrimiento, de padecimiento y prueba. Dios permite esto para que nuestra fe, amor y obediencia crezcan fuertes y saludables.
Hemos visto también, en esta primera entrega, las dos primeras acciones que Dios opera en nosotros para que crezcamos en Él:
1. Nos perfecciona, es decir: nos repara, nos completa y nos restaura, para que podamos crecer hacia todo el potencial de lo que somos en Cristo y podemos hacer en el poder de Su Santo Espíritu. Este proceso de perfeccionamiento implica actos de liberación, purificación y alineamiento en nuestra mente, en nuestra vida, de manera que disfrutemos de todo lo que Dios tiene preparado para nosotros, Sus hijos.
2. Nos afirma, es decir: nos ayuda a fijar nuestra mente, deseos y decisiones a Su voluntad, a Su Reino y justicia, de manera que Él sea el primero en todo y no permitamos ningún tipo de idolatría en nuestra mente o corazón.
Si quiere comenzar leyendo la Primera parte de este mensaje, haga click aquí.
Ahora veamos en esta segunda entrega las otras acciones que el Señor opera en nosotros para que crezcamos en nuestro amor, fe y obediencia a Él.
EL SEÑOR NOS FORTALECE
FORTALECER (sthsenóo 4599): fortalecer, confirmar (conocimiento y poder espiritual); --fortalecer. El sustantivo es sthsénos: vigor corporal, fuerza física.
Igualmente un buen y sano crecimiento requiere fuerza, vigor, motivación, de manera que se mantenga en el tiempo y el espacio. Las dos Fiestas que apuntan a esta verdad es la de las Semanas (Cosecha) y la de las Trompetas.
LAS SEMANAS O PENTECOSTÉS, esta Fiesta se celebraba después de siete (7) semanas (49 más 1 día), a partir de la Fiesta de las Primicias; y celebraba la Fiesta de la segunda cosecha, es decir de la cosecha del trigo, que por lo regular se daba en el tercer mes del año. Esta Fiesta nos indica que Dios desea que Su pueblo sea fructífero.
Tanto los eventos como los números que lo rodean así lo indican: Dios quiere que llevemos fruto, que tengamos vidas fructíferas, productivas. Tres (3) son las Fiestas de cosecha; la primera en el décimo séptimo (17: 7+10) día del primer (1) mes (cebada); la segunda (2) en el tercer (3) día del tercer (3) mes, la cosecha del trigo; y la tercera (3) en el décimo cuarto (14: 7x2) día del séptimo (7) mes, la cosecha de los árboles. Y estas 3 cosechas se daban en un ciclo de 7 meses. Para que pueda entender mejor el concepto de la importancia de los números en relación con la voluntad y el diseño de Dios, le invito a leer el mensaje "Los números y el Tiempo de Dios", así como "Las estaciones de la vida" .
En la Biblia, cuando Dios quiere enfatizar algo o dar testimonio de algo lo señala o repite tres veces; p.e. su santidad, cada vez que los ángeles lo proclaman dicen que Él es santo, santo, santo. Así mismo, aquí vemos que Él declaró a través de Sus Fiestas que desea un pueblo fructífero, productivo, y por eso estableció tres Fiestas de cosecha. Y esto está en completa sintonía con lo que Él le mandó al hombre y a la mujer al comienzo de la creación, cuando les mandó: "Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra" (Gén. 1:28); y con lo que el mismo Maestro nos enseña en el Evangelio de Juan, en el capítulo 15, versículo 8: "En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos".
Hay mucha distorsión sobre el significado de Pentecostés, al punto que ha llegado a ser sinónimo de libertinaje espiritual, expresiones extremas emocionales, de abuso y manipulación mental y espiritual. Todo eso está lejos del verdadero significado de Pentecostés, tanto del primero como del segundo. Pentecostés es sencillamente Cosecha, la cosecha del pueblo especial de Dios llamado a ser un pueblo apostólico y profético. Y eso lo vemos claramente tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. Pentecostés es la presencia poderosa de Dios para que Su pueblo lleve fruto, que glorifique Su santo Nombre.
El primer Pentecostés, la primera vez que se celebró esta Fiesta, aconteció cuando después de tres (3) meses, al tercer (3) día, Dios convocó al pueblo de Israel a encontrarse con Él en el monte Sinaí (Éx. 19:1-3, 10-19). Fue la primera gran asamblea, después que Israel salió de Egipto. Y descendió Dios sobre el monte ese día con humo, relámpagos, fuego y el sonido de una trompeta. Ese día, Israel fue comisionado por Dios como su "especial tesoro, sobre todos los pueblos de la tierra" y "un reino de sacerdotes y gente santa" (Éx. 19:5-6), para cumplir la palabra dada a Abraham de ser "bendición a todas las familias de la tierra" (Gén. 12:3).
El segundo Pentecostés, el cual aconteció al tercer (3) mes, después de la Pascua en la que Jesucristo había muerto, Sus discípulos estaban reunidos en oración y ayuno en un aposento alto, en la ciudad de Jerusalén. Y Dios descendió por medio de Su Santo Espíritu, con un estruendo, como un viento fuerte que soplaba que llenó toda la casa donde estaban reunidos; y se les aparecieron lenguas como fuego sobre cada uno de ellos y comenzaron a hablar en otras lenguas (idiomas). Ese día todos fueron llenos del Espíritu Santo y hablando en lenguas proclamaban las maravillas de Dios. Y el apóstol Pedro predicó el Evangelio a la multitud reunida, y creyeron y fueron bautizados ese mismo día como tres mil personas.
Ambos eventos representaron la inauguración de un nuevo tiempo, en el cual Dios se hizo presente para impulsar y capacitar a Su pueblo, para que ejecute la misión de ser bendición y bendecir a todas las naciones, hasta lo último de la tierra (Is. 49:6; Lc. 24:45-49; Hch. 1:8; 2:1-4).
Así que Dios nos fortalece por medio de Su Santo Espíritu para que:
1. Podamos sembrar y cosechar, es decir seamos fructíferos (2Cor. 9:6-11).
2. Podamos permanecer en Su presencia, unidos a Él y así ser fructíferos (Jn. 15:5-8).
3. Podamos buscar Su rostro y encontrar más de Él, y ser llenos de Su Espíritu (Lc. 11:9-13)
Sólo la presencia del Espíritu Santo de Dios nos puede fortalecer, para que el carácter de Cristo se manifieste en nosotros (Gál. 5:16-25) y para que en Su poder podamos ser Sus testigos, hacer discípulos y mostrar las obras del Señor a través de nosotros (Jn. 15:5; Hch. 1:8).
LAS TROMPETAS, esta Fiesta se celebra en el primer día (luna llena) del séptimo mes del calendario religioso; pero a su vez marca el primer día del calendario civil y por eso se le llama a ese día y su celebración "Rosh Ha-Shaná" (Cabeza del año). En ese día se hace sonar por todo el territorio de Israel las trompetas o shofarim (plural de shofar).
A través de esta Fiesta, Dios nos llama a reflexión, nos llama a "escuchar Su voz" (Éx. 19:5-6; Sal. 95:6-11) y a evaluar nuestras vidas, para ver si caminamos en libertad mental y espiritual; si hemos dejado que nuestro corazón se contamine con cualquier tipo de "levadura"; si tenemos a Dios en el primer lugar del trono de nuestro corazón; y si estamos llevando fruto conforme a Su voluntad y Sus planes para nuestra vida.
Las Trompetas representan en nuestro proceso de crecimiento:
1. Un llamado a escuchar a Dios, a prestar atención a Su voluntad, a Su plan para nuestra vida.
2. Un llamado a volvernos a Dios, a arrepentirnos de nuestras malas decisiones y acciones.
3. Un llamado a proclamar a Dios, como Su pueblo, como sacerdotes reales entre las naciones.
Es muy triste ver que en la mayoría de los programas de discipulado en muchas iglesias, las personas se estancan en los rudimentos del Evangelio (la confesión-el perdón de pecados-creer en Jesús-asistir a los cultos); en el mejor de los casos se les enseña a los nuevos creyentes un cuerpo de doctrinas y un círculo ritual de oración y lectura de la Biblia, que no necesariamente les ayuda a desarrollar una relación profunda y personal con Dios, por medio de Su Palabra y Su Espíritu Santo, que les transforme y les capacite a ser agentes de cambio del Reino de Dios en la sociedad. ¡No se les enseña a escuchar al Señor, a escuchar al Espíritu Santo de Dios!
En el Antiguo pacto Dios dio Su Palabra a través de las Sagradas Escrituras junto con un cuerpo sacerdotal que las conocía y tenía la responsabilidad de enseñarlas a todo el pueblo, y de tiempo en tiempo enviaba a los profetas y profetizas a llamar a Su pueblo a ser fieles a la fe, al pacto y al plan de Dios, tanto para Israel como para las naciones. De esa manera Dios dejaba oír Su voz a Su pueblo en la antigüedad.
¡Pero en el Nuevo pacto todo es diferente! Si bien es cierto que Dios también nos dio Su Palabra a través de las Sagradas Escrituras, el Antiguo y el Nuevo Testamento; y también dio un cuerpo de líderes que las conoce y tiene la responsabilidad de enseñarlas a toda la iglesia (Ef. 4:11-15); la gran diferencia ahora, es que Él también dio Su Santo Espíritu a TODA la iglesia, de manera que TODOS podemos escuchar Su voz y podemos ser enseñados por el Espíritu Santo mismo (Jn. 10: 27; 16:13-15; 1Jn. 2:27). ¡Esto es enseñanza apostólica! Y esta enseñanza se ha distorsionado con esquemas, rudimentos y enseñanzas de hombres que han anulado en la Iglesia del Señor la operación del Espíritu Santo de Dios.
En 1 Corintios 2:6 al 16, el apóstol Pablo también enseña claramente que nosotros recibimos al Espíritu Santo para que podamos recibir la sabiduría y la revelación de Dios, en contraste con la sabiduría humana. Recibimos revelación de Dios, por el Espíritu, para que:
1. Conozcamos las cosas de Dios (v. 11)
2. Conozcamos las cosas que Dios nos ha dado (v. 12)
3. Tengamos la mente de Cristo (v. 16) ¡Podemos conocerlo y ser instruidos por Él!
¡Hemos sustituido la mente de Cristo por doctrinas de hombres! Con doctrinas humanas impedimos a la Iglesia del Señor a tener acceso a la voz de Dios, por medio de Su Espíritu Santo. Y por eso encontramos a "cristianos" que nunca han escuchado la voz de Dios, porque se les ha enseñado desde los púlpitos de muchas iglesias (que dicen estar fundamentadas en la Biblia) que ellos no pueden escuchar la voz del Señor, porque eso solamente pasaba en el siglo I. Y con ello anulan las enseñanzas del mismo Señor Jesucristo, que quiere que Sus ovejas escuchen Su voz (Jn. 10:27); y la de los apóstoles que claramente nos enseñan sobre la verdad, el valor e importancia de este beneficio que ahora tenemos en el Nuevo pacto (Jer. 31:33-34; 1Cor. 2:10-12; 1Jn. 2:27).
La Fiesta de las Trompetas apunta a esta verdad de las Sagradas Escrituras, que Dios desea que Su pueblo conozca, escuche y siga Su voz, la voz que Él envía por medio de Su Espíritu Santo y la que ha enviado por medio de la Palabra escrita. Ambos recursos son importantes en nuestro sano proceso de crecimiento y están al alcance de TODO hijo de Dios; porque es el Espíritu mismo quien da testimonio a nuestro espíritu, que somos hijos de Dios (Ro. 8:9,14-16). Si no podemos escucharlo ni tampoco podemos sentirlo ¿cómo entonces podremos recibir el testimonio del Espíritu Santo en nuestro espíritu?
La voz, la presencia y el poder del Espíritu Santo en nosotros nos fortalece para seguir creciendo a la medida de la estatura de Cristo, a un varón perfecto; y la Palabra de Dios nos guía, instruye y vivifica para que hagamos la voluntad de nuestro Dios, y de esa manera crecer en fe y amor a Él.
EL SEÑOR NOS ESTABLECE
ESTABLECER (themelióo 2311; sterizo): colocar una base; erigir; fig. consolidar; --cimentar, fundar.
Para que todo árbol o planta crezca sano y fuerte, necesita el buen fundamento o base que le dan sus raíces. En el ciclo de siete Fiestas la del Perdón y la de los Tabernáculos representan esa acción o estación en el proceso de crecimiento de nuestra vida.
EL PERDÓN, esta Fiesta es conocida en hebreo como el Yom Kippur (Día de Expiación o Perdón), era el día más santo y solemne de todo el año; y se celebraba en total ayuno, en el décimo (10) día del séptimo (7) mes del calendario religioso (en el primer mes del calendario civil). En esta Fiesta el Sumo sacerdote, una vez al año, entraba al Lugar Santísimo del Templo, para ofrecer sacrificios de Holocausto (expiación y redención) por sus pecados y los de todo el pueblo (Lev. 16:1-34).
En el Antiguo Testamento, la sangre de un becerro y un macho cabrío para la expiación cubrían el pecado, tanto del Sumo sacerdote como la del pueblo (Lev. 16:3,9,11,14-16). Este rito de purificación o perdón por el pecado debían hacerlo cada año, una vez al año. Pero en el Nuevo Testamento, el profeta Juan declaró que Jesús es "el Cordero que QUITA el pecado del mundo" (Jn. 1:29), no lo cubre, sino que lo quita de una vez y para siempre. Y de una forma clara y contundente, también lo afirma el autor de Hebreos, cuando dice: "Así también Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos; y aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvar a los que le esperan" (He. 9:23-28). De hecho, le invito a que, si no lo ha hecho, lea el libro de Hebreos, desde el capítulo 4 al 10, donde aprenderá que Jesucristo fue un mejor mediador, ofreció un mejor sacrificio, tiene un sacerdocio superior y por lo tanto nos ofrece, en su sacrificio y sangre, un mejor pacto.
La solución definitiva del perdón de todos nuestros pecados en Cristo, nos da seguridad y paz ante Dios. Sobre esta base o fundamento, Dios nos establece para que en fe, amor y esperanza crezcamos en nuestro conocimiento y relación con Él, mediante Su Palabra y Su Espíritu.
Nuestra convicción de fe en el completo y perfecto sacrificio de Cristo por nuestros pecados, la seguridad que fuimos perdonados de una vez y para siempre, representa las raíces sobre el cual está basado el árbol de nuestra vida. Dios nos establece sobre esta Roca de salvación, como lo dijera el salmista: "En Dios solamente está acallada mi alma; de Él viene mi salvación. Él solamente es mi roca y mi salvación, es mi refugio, no resbalaré mucho" (Sal. 62:1-2). Y luego el Señor y los apóstoles así mismo lo confirman (Mt. 16:16-18; Ef. 2:14-22).
La Fiesta del Perdón nos invita a:
1. A vivir sin culpa ni vergüenza porque nuestros pecados han sido ya perdonados.
2. A vivir con confianza, por la obra completa y perfecta de Jesucristo a favor de nosotros.
3. A vivir con propósito, porque mediante la sangre de Cristo fuimos hechos reyes y sacerdotes.
Bien establecidos en la Roca de nuestra salvación, nuestra vida no se tambaleará; sino que tendremos la fuerza necesaria, desde nuestras raíces de fe, para seguir creciendo hacia Cristo (Ef. 4:11-16; 1Cor. 15:57-58). El Maestro nos enseña que cuando establecemos nuestra vida, nuestro presente y futuro, en la sólida roca de la Palabra de Dios y Sus promesas, seremos como una casa edificada sobre la roca, que aunque descienda lluvia, vengan ríos y soplen vientos que golpeen nuestra casa, ésta no caerá (Mt. 7:24-27).
LOS TABERNÁCULOS, esta séptima Fiesta apunta también a esta acción fundacional que Dios opera en la vida de todo aquel que cree en Jesucristo como su Señor y Salvador. Esta séptima (7) Fiesta se celebra en el décimo cuarto (14= 7x2) día del séptimo (7) mes del calendario religioso y apunta a la promesa de Dios para Su pueblo para que entremos en Su reposo.
Hemos aprendido que Dios opera en ciclos de siete acciones, que muchos de sus actos de creación, redención y juicio los realiza de esa manera. Es una lección que encontramos tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, porque Él establece en Su Palabra que el número siete indica Su perfección, totalidad y plenitud.
Así que, desde la perspectiva del Diseño de Dios, un ciclo de vida, de crecimiento y labor, estará marcado o manifestará Su perfección, en un ciclo de siete acciones o actos, durante un período de tiempo así determinado. Abajo daré una breve lista para ilustrar este punto:
1. Creación: realizada en siete días, en los cuales el séptimo día era para descansar.
2. Calendario: una semana tiene siete días, y en un año se celebran siete Fiestas.
3. Fiestas: son siete Fiestas que se celebran en un ciclo o período de siete meses.
4. Reposo: Su reposo es celebrado en el séptimo día, mes, año y en un ciclo de siete semanas (Pentecostés) y siete años (Jubileo).
5. Juicios finales: son veintiún juicios en tres ciclos de siete acciones (sellos, trompetas y copas).
6. Su Espíritu: se manifiesta con siete características o atributos.
7. Su Iglesia: se revela igualmente con siete características o atributos.
Es triste observar, como la mayoría de los cristianos, aún pastores y ministros, ignoran esta importante verdad de las Sagradas Escrituras. Y viven afanados, trabajados y cansados, cuando la invitación que nos hace el Maestro es a venir a Él porque nos hará descansar (Mt. 11:25-30).
Dios quiere que vivamos en Su reposo y la Fiesta de los Tabernáculos apuntan a esta verdad espiritual y nos impulsan a:
1. Enfocarnos en SER, que recordemos que somos SERES humanos y no humanos HACEDORES.
2. Morar en la Presencia gloriosa de Dios, que podamos estar quietos delante de Él y ser llenos de Él.
3. Esperar por la voluntad de Dios, que es buena, agradable y perfecta.
Dios nos muestra claramente en Su Palabra que quiere que descansemos, que incluyamos en nuestras agendas y cronogramas de trabajos períodos de tiempo de descanso, para permitir que todo nuestro ser, espíritu, alma y cuerpo descansen ante Él; que nuestra vida esté establecida, cimentada y fundamentada solo en Él. ¡Todo nuestro ser necesita descanso en el Señor!
Esta es la voluntad de Dios, para que seamos como Él es. Dios es el Supremo y Eterno Ser, el Gran Yo Soy, esta verdad espiritual lo enfatizó al bendecir y santificar el día de reposo (Gén. 2:1-3). Entendamos que "en el principio" era Dios y al final también será Dios. Jesucristo ES el alfa y el omega, el principio y el fin.
Una de las razones por la que Dios sacó al pueblo de Israel de Su tierra, la tierra prometida, fue porque no guardaban sus días ni tiempos de reposo. Así que, sacó a todo el pueblo de Israel de Su tierra y los envió a Babilonia por setenta (70: 7x10) años. Para que ellos entendieran, y nosotros también, que Su reposo ES MUY IMPORTANTE para Él (Neh. 10:30-31; 13:17-18).
Cuando entramos en el reposo de Dios, realmente entramos, por así decirlo, a Su esfera de tiempo (aunque realmente Dios no tiene ni se rige por el tiempo), a Su esfera de existencia, donde Él sencillamente es. Sobre ese fundamento o base de fe y relación con Dios, Él desea que nosotros crezcamos, seamos como Él y obremos creativamente como Él (Is. 30:12-16; Jn. 15:4-7). Si no reposamos en y con Dios, seremos acusados de incredulidad y desobediencia, porque aunque podamos justificarnos o espiritualizar nuestra conducta, realmente no estamos confiando en las promesas de nuestro Señor (Heb. 3:7-4:13). Recordemos que nuestra vida está escondida con Cristo, en Dios (Col. 3:1-4).
CONCLUSIÓN:
Así que, hemos visto en 1 Pedro 5:10-11, que Dios quiere que crezcamos y Él mismo nos ayudará a hacerlo. Que este proceso de crecimiento puede ser ilustrado o enmarcado dentro del ciclo de las Fiestas solemnes de Jehová, que encontramos en el libro de Levítico capítulo 23; pues ellas nos indican un proceso y ciclo de enseñanza, que nos permitirá crecer, ser fructíferos y experimentar todo lo que Dios tiene preparado para todos Sus hijos.
La importancia de aprender los principios y verdades que tienen las Fiestas solemnes de Jehová es, que podamos alinearnos al tiempo, diseño y propósito que Dios tiene para nuestras vidas, de manera que experimentemos el fruto, la bendición y el crecimiento que Él quiere para nosotros. Él sigue operando de la misma manera; y eso lo vemos claramente al ver cómo la vida de Jesucristo se ajustó al ciclo de las Fiestas solemnes de Dios y lo mismo hicieron los apóstoles y la iglesia de los primeros dos siglos. Luego por la influencia pagana greco-romana, la iglesia perdió esta riqueza espiritual que encontramos en las Sagradas Escrituras, pero que Dios está restaurando en estos últimos tiempos.
En esta segunda entrega vimos dos acciones más que el Señor mismo opera en cada uno de Sus discípulos:
3. NOS FORTALECE: es decir, nos da vigor, nos renueva y nos da nuevas fuerzas, para que seamos y hagamos todo lo que Él quiere para nosotros. Este proceso de fortalecimiento lo hace el Señor por medio de Su Espíritu y Su Palabra (Jn. 6:63-69; Sal. 119:105-112; 2Cor. 3:6,17-18), ambos son necesarios para un debido y saludable crecimiento.
4. NOS ESTABLECE: es decir, nos cimienta, nos consolida y nos pone sobre una buena base y fundamento, para que nuestra vida toda descanse en Él, en Su Palabra, en sus principios y promesas. Dios mismo opera en nosotros de tal manera, que las raíces del árbol de nuestra vida sean fuertes, robustas y profundas; de manera que cuando venga el día de prueba o aflicción podamos resistir, permanecer y aún crecer en medio de las adversidades.
4. NOS ESTABLECE: es decir, nos cimienta, nos consolida y nos pone sobre una buena base y fundamento, para que nuestra vida toda descanse en Él, en Su Palabra, en sus principios y promesas. Dios mismo opera en nosotros de tal manera, que las raíces del árbol de nuestra vida sean fuertes, robustas y profundas; de manera que cuando venga el día de prueba o aflicción podamos resistir, permanecer y aún crecer en medio de las adversidades.
Así que, recordemos que Dios quiere que crezcamos, en todo, hacia la cabeza del Cuerpo, que es Cristo, nuestro Señor; y para ello con toda seguridad va a permitir que nuestra vida, todo nuestro ser (espíritu, alma y cuerpo), experimente momentos o procesos continuos de:
1. Liberación
2. Purificación
3. Alineación
4. Cosecha
5. Evaluación
6. Perdón
7. Reposo
Si quiere leer la Primera parte de este mensaje, haga click aquí.
*Nota: Serie de predicaciones impartidas durante el 84to Aniversario de la Iglesia Evangélica Libre en Tucupido, Edo. Guárico. Estos dos últimos puntos los compartí entre el sábado 19 y domingo 20 de marzo del 2011.
De Pascua a Pentecostés
El Calendario hebreo I
Las estaciones de la vida
Posición, avance y cosecha II
Posición, avance y cosecha III
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